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LLUVIAS TORRENCIALES EN LA COSTA MEDITERRÁNEA

"¡Dame la mano que te saco!"

Pere Olives, el hombre que rescató a un niño de las aguas embravecidas, relata los hechos

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"¡Cuni, dame la mano que te saco de aquí!" Cuni tiene 10 años. En brazos de su tío Alejandro, de 24, Pere Olives se los encontró en la madrugada del pasado domingo con el agua a media cintura y tratando de vadear la embravecida riera de Botarell. Imposible en aquellos momentos, a las dos de la madrugada, con la fuerza del agua. Olives, de 34 años, es el obstinado propietario de un bar. Muy obstinado. De otra manera, a nadie se le hubiera ocurrido aquella noche de fortísima lluvia coger su tractor para desplazarse al bar que regenta, ubicado a dos kilómetros de la masía donde vive, para tratar de evitar que unas goteras arruinaran un negocio que, asegura le "ha costado muchos sudores".A medio camino, y en una noche que siempre tendrá en su memoria, se encontró con el Nissan Patrol de unos amigos calado en una riera que, habitualmente seca, llevaba hasta metro y medio de agua. Los amigos le pidieron auxilio. "¡Cuni, dame la mano que te saco de aquí!", le dijo Pere Olives al pequeño de diez años que sacó de las aguas, el único de un grupo familiar de cinco personas que el sábado logró sobrevivir al embate de las aguas bravías. Olives dejó a Cuni a salvo, fuera de la riera, aunque con agua hasta las rodillas y corrió a ayudar al tío del niño, Alejandro. "Matilde y su pequeño hijo Gastón estaban agarrados a las barras traseras del Patrol. Les embestía el agua con toda su fuerza", relata Pere Olives. En el tiempo en que éste trataba de dejar al pequeño a resguardo y sacar a Alejandro oyó tres gritos aterrados: "¡Mi niño, mi niño, mi niño!". La corriente arrastraba a Matilde y a Gastón riera abajo. "Alex volvió al agua, detrás de su hermana y del niño. Gastón, el marido y padre de los primeros, saltó del coche y logró coger al pequeño entre sus brazos. Hubo un momento en que los tres se incorporaron, no sé si estaban de rodillas o de pie y pensé que todo sería sólo un susto, que aquello se acabaría enseguida." Pero no.

Olives regresó ayer a la riera de Montbrió, la que se llevó a sus amigos. Quería hacer algo. No es fácil dejar el lugar de una tragedia. No es fácil olvidar. Sobre todo cuando no puedes por más que quieras, porque Olives los conocía a todos.

"El pequeño Cuni no lo superará" decía ayer Olives. Su madre murió de cáncer hace cuatro años; su padre, en un accidente de tráfico poco después; y su abuelo, en junio pasado. Adoptado por sus tíos Gastón y Matilde, ahora engullidos por el agua junto a su otro tío, Alejandro, vive ahora con una hermana de éste, la única familia que le queda.

Olives ayer quería ayudar a encontrar los cuerpos de la madre y su hijito Gastón de 4 años. "Matilde me miró y desde el agua me llamaba: ¡Pere, ayúdame!". recordaba. Pere, tras dejar el niño a salvo, agarrado a un olivo -"son árboles muy fuertes"- corrió con su tractor a buscar a la mujer. Pero no pudo hacer nada. "Los vi. Los estaba viendo, hasta que no pude avanzar más. Decidí regresar. No sé si por el niño. Tuve miedo de que a él también se lo llevara el agua".

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Cuni, sin sus tíos, fue llevado a casa de Pere, un viejo amigo de sus padres. "Le dije que cuando lo dejara en el bar volvería a buscar a sus tíos" No pudo ser. Pere ya no volvió a la riera a buscar lo imposible. Los tíos de Cuni, Alejandro y Gastón, fueron encontrados muertos a varios kilómetros de distancia. Su tía fue hallada ayer en una playa muy lejos de donde fue engullida por el agua. Su primito Gastón todavía está desaparecido.

Si algo ha impelido a Pere Olives a relatar lo que pasó ha sido el querer salir al paso de informaciones y rumores falsos sobre lo que les pasó sus amigos: "Iban a ver la crecida del río y, si no hubieran podido regresar a casa, tenían que quedarse en la de un amigo. No iban bebidos como alguien ha dicho. Gastón no podía beber. Ni iban a Reus de copas, ni venían de Tarragona".

Ciento seis personas dejaron a última hora de la tarde, cuando se fue la luz, de buscar al pequeño Gastón. Hoy reanudarán la ingrata tarea.

Inmigrantes sin chabola

Unos 170 inmigrantes que malvivían hasta ayer en unas chabolas de cartón y plásticos en Melilla no tienen ya ni ese mísero techo. No hicieron falta lluvias torrenciales (pese a que la ciudad sigue en alerta, desde el sábado no se han recogido más que 44 litros por metro cuadrado) para acabar con los chamizos. Los iraquíes, centroafricanos, bangladeshíes y argelinos que dormían en esas infraviviendas esperaban, algunos desde hace tres meses, un hueco en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) junto a sus familias. Entre este centro y la orilla del Río de Oro habían levantado sus precarios cobijos, que ayer se esforzaban en reconstruir pese al riesgo de inundación. Dicen que no tienen dónde ir y reclaman que les dejen entrar en el CETI, al menos mientras duren las tormentas.

El delegado del Gobierno en Melilla, Arturo Esteban, asegura que por primera vez desde que se abrió en noviembre de 1999 ese centro está saturado, informa Efe. Hay 17 plazas libres de las 320 de que dispone pero Esteban alega que se reservan para mujeres y niños, por si llegan.

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