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La doctrina Rato hace aguas

Antón Costas

La anunciada fusión de Endesa-Iberdrola y la desairada situación en que han quedado tanto el presidente de Repsol y el propio vicepresidente Rodrigo Rato ilustran muy bien, a mi juicio, algunas cuestiones relacionadas con el uso de las privatizaciones, las relaciones entre los "nuevos" y viejos empresarios y el papel del Gobierno en la orientación de los procesos de fusión empresarial. Sería ingenuo explicar estas alianzas (como fue en su momento la del BBV con Argentaria) como si de simples empresas privadas se tratase. En estos episodios se mezclan las estrategias empresariales con el juego del poder en su estado puro.Desde el punto de vista de las empresas implicadas (Repsol, Gas Natural, Iberdrola o Endesa), todas necesitan ganar tamaño. Por dos motivos básicos. Uno defensivo, para evitar OPAS no queridas, especialmente las procedentes de sus competidores extranjeros. En este sentido, no hay que perder de vista que aunque es cierto que el capital no tiene patria, las empresas si la tienen. Miren sino como en USA defienden sus empresas de posibles OPAS europeas o japonesas. La otra razón para ganar tamaño es convertirse en empresas multiservicio, capaces de suministrar electricidad, agua, gas, telefonía y servicios de la nueva economía y, a la vez, operar en mercados globalizados. La asignatura pendiente de la empresa española ha sido el tamaño. La ola privatizadora ha permitido utilizar la empresa pública como instrumento para abordar ese problema. No todo se ha hecho bien, y queda por ver cuáles serán las consecuencias finales, pero tanto los gobiernos del PSOE como los del PP han visto en las privatizaciones un instrumento para crear grandes empresas españolas.

Ahora bien, el aumento de tamaño y las fusiones reducen el número de empresas, y eso constituye una amenaza potencial para la competencia y los consumidores. ¿A qué conviene dar prioridad? ¿Al tamaño o al número de empresas? ¿Cuál es la posición del Gobierno? Mi impresión es que en el seno del Gobierno hay dos tendencias. Por un lado, la posición defendida por el anterior ministro de Industria, Josep Piqué, más proclive a favorecer el tamaño. Por otro lado, la de Rodrigo Rato, que ha identificado competencia con número de empresas. El rechazo del Gobierno a la OPA de Unión Fenosa sobre Hidrocantábrico estableció lo que podríamos llamar "doctrina Rato": en el sector eléctrico no puede haber menos de cuatro productores. Eso parecía cerrar el paso a una fusión Endesa-Iberdrola y abrirlo a una OPA de Repsol. Después del fracaso del primer intento de Repsol sobre Iberdrola hace un año, para Cortina todo era cuestión de esperar el placet del Gobierno. Le avalaba la doctrina Rato.

Pero he aquí que, contra todo pronóstico, Endesa e Iberdrola se casan. ¿Qué ha pasado? Habrá que esperar para conocer todos los entresijos, pero algo parece obvio. Dos viejos zorros de la política y de la empresa, como Rodolfo Martín Villa e Iñigo Oriol, han sabido combinar mejor sus estrategias empresariales con el juego del poder dentro del Gobierno. Saben que los vientos "de arriba" favorecen el tamaño. Y se han movido sin mostrar servidumbre ni utilizar forma, que, como en el caso de Alfonso Cortina, comprometen al poder político. Han sabido, como dirían los psicólogos, interpretar el lenguaje corporal y utilizar señales, como la de situar en el horizonte a Manuel Pizarro.

De hecho, cualquiera de las alianzas tenía argumentos para ser defendida, aun cuando me da la impresión que los analistas financieros nunca han visto claro lo de Repsol con Iberdrola. La fusión de Endesa e Iberdrola tiene argumentos para defenderse frente a la doctrina Rato. Según cómo se haga no tiene por qué disminuir la competencia efectiva y, además, permitirá a la nueva empresa tomar posiciones en Europa. Por otro lado, ni el PNV ni CIU llegarán con la sangre al río. De hecho, Martín Villa y Oriol son sensibles a los poderes regionales. Martín Villa ya lo demostró situando Retevisión en Barcelona. Por el contrario, Cortina ha hostigado innecesariamente durante el último año a Gas Natural, a su accionista catalán, La Caixa, y el mismo presidente de la empresa.

Y qué decir de la fusión desde el punto del consumidor: ¿tamaño o número? Ésta es una pregunta incompleta. Hay un tercer factor a introducir: la regulación. Un mercado con muy pocas empresas puede funcionar de forma competitiva si existe una buena regulación que haga que parte de las ganancias de productividad se trasladen a los consumidores en forma de menores precios. Por el contrario mercados donde existen muchas empresas pueden ser poco competitivos si los oferentes se ponen de acuerdo entre ellos para pactar precios. Es en la regulación donde han fallado los gobiernos de Aznar y donde hace aguas la doctrina Rato. Ha identificado competencia con número y se ha olvidado de introducir una buena regulación, ya sea en la telefonía, en el gas o en la electricidad. La regulación y los organismos reguladores en nuestro país no aguantan la comparación con los de otros países. Éste es a mi juicio el terreno donde hay que reconstruir la doctrina Rato: introducir una buena regulación y unos organismos reguladores independientes que hagan que, sean cuales sean las estrategias empresariales, los consumidores no salgan perjudicados.

Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.

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