_
_
_
_

Una visita arriesgada

El viaje de Clinton a Corea del Norte, un país que aún no ha salido de la 'lista negra', inquieta a los diplomáticos occidentales

Hace tan sólo seis años Estados Unidos y Corea del Norte no anduvieron muy lejos del enfrentamiento armado, cuando el programa nuclear de este último país causó alarma en Washington, Tokio y Seúl. Ahora, en cambio, el presidente norteamericano, Bill Clinton, se dispone a concluir su mandato con un viaje, a finales de noviembre, al último reducto del estalinismo, que dirige con mano de hierro Kim Jong-il.Aunque Clinton va a traspasar el último pedazo del telón de acero que aún subsiste en Asia con una dimensión histórica, el desplazamiento conlleva también serios riesgos para el presidente de la primera superpotencia si no logra las concesiones que ambiciona.

Medio centenar de funcionarios estadounidenses preparan desde el miércoles en Pyonyang la primera visita a la capital norcoreana de un miembro del Gobierno de EE UU. La secretaria de Estado, Madeleine Albright, saldrá el domingo rumbo al país más hermético de la tierra donde organizará, a su vez, la estancia, en la segunda quincena de noviembre, de su presidente, según fuentes diplomáticas surcoreanas.

En la decisión de Clinton de ir a estrechar la mano del primer mandatario comunista que ha heredado su cargo de su padre, han intervenido razones personales y políticas. Decepcionado por los reveses sufridos en Oriente Próximo, donde los choques entre palestinos e israelíes ponen en entredicho sus anteriores éxitos, el presidente ha querido probablemente efectuar un viaje espectacular que dé relumbrón a su política exterior. Los desplazamientos sucesivos de Albright y Clinton suponen también la asunción por EE UU del protagonismo en el proceso de reconciliación entre las dos Coreas que, por un momento, en junio, ejerció el presidente surcoreano, Kim Dae-jung, cuando fue a Pyongyang para abrazarse con su adversario. Aun así, los surcoreanos no se lo han tomado a mal. "Aprobamos la iniciativa de Clinton", declaraba el ministro de la Unificación, Jae Kyu Park, porque contribuye a consolidar la coexistencia pacífica.

Apoyo al terrorismo

Para que la Casa Blanca se decida a emprender el viaje, aún no anunciado oficialmente, a un país incluido en su lista negra por su apoyo al terrorismo, el número dos del régimen norcoreano, el vicemariscal Jo Myong-rok, debió, cuando estuvo en Washington este mes, darle algunas garantías de que no dejará Pyongyang con las manos vacías. La principal exigencia de Washington es que Pyongyang renuncie a seguir adelante con su programa de desarrollo y exportación de misiles aunque también persigue otras concesiones, como el despliegue de su mastodóntico Ejército de forma menos agresiva a lo largo de la línea de demarcación; el cese de su amparo a grupos terroristas, etcétera.La interrupción de programa "será muy laboriosa de lograr", opina Park Jong Chol, director en Seúl de la cooperación intercoreana, porque la venta de cohetes a países como Siria, Libia, Irak o Irán supone una importante fuente de divisas para un régimen asfixiado. En anteriores ocasiones, Pyongyang había exigido enormes compensaciones para suspender el programa y no le bastaba con ser borrado de la lista negra. Acaso, esta vez, suscriba un acuerdo marco pero después será muy difícil de ponerse de acuerdo sobre la letra pequeña. Pero el mayor riesgo que hará correr Clinton a EE UU no está en la península coreana. "Mimando a Corea del Norte porque sus misiles y sus centrales nucleares suponen una amenaza, el presidente va a dar ideas a países que sueñan con salir de su aislamiento y gozar de un trato privilegiado por parte de EE UU", señala un diplomático europeo en Seúl. "Si yo fuese Hafez el Asad o el jefe de los ayatolás iraníes me pondría a fabricar misiles para que EE UU me hiciera caso y su presidente me viniera a visitar", añade el diplomático. Clinton va a hacer reflexionar a unos cuantos dictadores que, a lo largo de estos últimos años, han tenido una actitud más responsable que el norcoreano Kim Jong-il pero no han sido premiados.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_