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Siempre igual

El estudio del maltrato a la mujer ha entrado en nuestra Universidad con la tesis de María del Castillo Falcón. Una entrada muy oportuna pues, según he leído en la prensa, Sevilla es la ciudad de España donde más se prodiga. Todo el encanto y buen humor que nos presta la fama sólo es de puertas para afuera, de puertas para adentro se encierra el drama que no conviene representar en la calle ni en el trabajo. Qué mejor lugar para desahogar las frustraciones a golpes que el recóndito hogar, y así comprobar que todo lo que allí se mueve es de su íntima y privada propiedad.La idea de que el hombre es la razón y por eso ha de imponer su voluntad sobre la mujer, por lo visto, no pierde actualidad. A las mujeres se les asigna la responsabilidad de la vida afectiva. Por eso, y porque posee la fuerza física, el agresor lo tiene fácil. Y por eso también cuando ellas pierden los estribos se arrepienten, mientras que ellos, en cambio, se creen el Cid Campeador y salen a la calle tan repuestos. Es la misma historia de siempre, tal como ha sido desde tiempo inmemorial, tal como nos ha llegado a través de tantas culturas y tanta tolerancia. Permanece siempre.

Entre los hombres que practican la violencia con las mujeres hay situaciones comunes como pueden ser el alcohol, el paro y la pobreza, pero en la mayoría de los casos parece ser que se trata de personas a las que nadie tacharía de violentos. Me pregunto de dónde puede salir tanta amargura. Y no me sirve la respuesta de que el acceso femenino a puestos de responsabilidad mina la seguridad masculina y les arrastra a crisis existenciales. No me sirve porque esas mujeres en puestos relevantes no suelen darse importancia, son más prácticas y realistas que histriónicas y no necesitan hacer demostraciones de fuerza. Si en verdad los hombres se atuvieran a la razón no las verían como competidoras sino como necesarias: sus perspectivas y sus métodos de trabajo son tan diferentes como complementarios. Si les desestabiliza es porque llevan la inseguridad dentro. Así lo prueba el hecho de que mientras ellas se empeñan en descubrirles talentos ocultos, ellos se afanan en todo lo contrario; algunos incluso presumen de preferirlas tontas y estupendas.

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