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Andalucía vasca

Podrá parecer extravagancia, o desvarío, el título de esta crónica, urgida por la rabia y el dolor. Pero tengo por ahí, desde hace tiempo, unas notas sobre la presencia euskalduna en la historia de Andalucía, y creo que éste es buen momento para sacarlas. La intención no es otra que probar, o mejor recordar, cómo los vascos se implicaron durante siglos en el devenir de esta tierra, impulsados por la suya, tan reacia al arado, a buscarse la vida como fuera y donde fuera. Y aquí hallaron cobijo duradero.De unas apretadas consideraciones sobre el particular de José Garmendia Arruebarrena, publicadas en los años 1986, 1987 y 1988 en la revista de feria del Ayuntamiento de Dos Hermanas, extraigo, casi al azar, algunos datos. El primer vasco que aparece por Sevilla viene nada menos que acompañando a Fernando III en su conquista, año de 1248; un tal Bertendona, cuyos linaje y heredad llegan hasta hoy. Hernando del Pulgar, hacia 1482, se burla de los vascos que ya sólo piensan en "ir a poblar aquella fertilidad del Aljarafe y aquella abundancia de campiña". En 1546 se funda en Sevilla la Congregación de los Vizcaínos, que estuvo muy activa hasta el XVIII, cuando la competencia de Ronda en la fabricación de hierro les privó del monopolio que tenían. Murillo Velarde, en 1752, escribe: "En Andalucía se avecindan y congenian tanto con sus naturales, que están como paisanos". A mediados del XIX funciona una próspera Sociedad Vasco Andaluza de armadores (entre ellos una bisabuela mía, apellidada Azpeitia Soraluce), que pone a navegar por el Guadalquivir el primer buque a vapor, en cuya proa aparecen los bustos de un vizcaíno y un andaluz en sus respectivos trajes regionales, dándose la mano. Y todavía el padre Larramendi, en su Corografía de Guipúzcoa, afirma que "salen, los [vascos] que sobran, por todas partes, y van unos a hacer fortuna, y otros, que la llevan hecha, a Madrid, Cádiz, Sevilla..." No es más que una pequeña muestra de los innumerables testimonios de una fusión tan profunda que permite afirmar que Andalucía es vasca en proporción no desdeñable. Así se evidencia por todas partes en nombres de calles, haciendas, industrias, y apellidos: Aizpuru, Arteaga, Becerra, Cardona, Echevarría, Elcano, Ibarra, Menjíbar, Foronda, Galindo, Oñate, Orozco, Uruñuela, Zamudio..., todos entrelazados con los Sánchez, Pérez, Rodríguez, de muchas familias andaluzas. El fenómeno migratorio se repitió a la inversa a partir de finales del XIX, aunque allí, bajo la mirada de un alucinado metafísico llamado Sabino Arana, pasamos a denominarnos maquetos. Son datos mil veces repetidos, aunque nada signifiquen para quienes no quieren oírlos y siguen defendiendo la entelequia racista de una etnia incontaminada. Bien sabemos que a ellos les da igual lo que diga la historia, decididos como están a retorcerle el cuello a esa entrometida. Pero en esta hora, de tanta tribulación, no sobrará repetirla. Aunque sólo sea para intentar frenar esa otra injusticia que sería identificar a todos los vascos con algunos vascos, como algunos vascos se empeñan en identificar a todos los españoles con algunos -los franquistas-. Perversa sinécdoque. Bien saben que mienten, y de esa responsabilidad, histórica, ya nadie les libra.

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