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Apuntes de la maestría de Zurbarán

JOSÉ LUIS MERINOHasta el próximo 14 de enero permanecerá abierta al público, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la exposición Zurbarán. La obra final: 1650-1664. Los aficionados al arte lo pasarán espléndidamente con la contemplación de veinticinco obras del último periodo del artista extremeño.

Al margen de las consideraciones historiográficas aportadas por el comisario de la exposición, el catedrático E. Pérez Sánchez, nos gustaría introducir algunos detalles, pequeños descubrimientos atisbados en determinados cuadros, por si sirvieran de ayuda para una más amplia información sobre lo expuesto. A continuación van algunos ejemplos, registrados sin orden de prelación:

-En la obra titulada Cristo en la cruz, con la Madre de Dios, la Magdalena y San Juan al pie de la cruz, fechada en 1655, podemos elucidar que en tanto el crucificado se muestra estático, en la parte inferior surge una grafía que viene dada por los dedos de las manos de la Virgen y los de San Juan, más la grafía de los ropajes de la Magdalena y los del propio San Juan, a lo que se añade la grafía producida por los dedos de los pies de Cristo. Todo ello conforma una línea horizontal en contraste con la verticalidad de la figura central. Es verdad que son partes de las anatomías y ropajes de los personajes, pero al tiempo sirven como formas dinamizadoras, creadoras de un movimiento virtual, frente al estatismo que llena gran parte del cuadro.

-En la obra nominada Inmaculada Concepción (1661), hay un vertiginoso ritmo producido por el ropaje de la Virgen y, sobre todo, por el de la túnica. Además de ese ritmo acelerado, se añade una enorme variedad de los tonos grises que van implícitos dentro del mismísimo blanco del vestido y acaban por culminar en los azules de esa túnica o manto. Para que la sensación de movimiento voraginado sea mayor, desde la parte de atrás de la figura el artista provoca una atmósfera flamígera, cuidando de bordear remarcadamente los extremos de la túnica con gran contraste de claroscuros. De esa forma, la imagen representada parece venir casi de golpe hacia el espectador.

-La figura del ángel en la obra La Anunciación (1650) llena toda la amplísima dimensión del cuadro (213 x 314 cm.). Zurbarán lo ha pintado primorosamente. Para dotarle de un interés y fuerza especiales, cambia la influencia de la luz con relación a las alas. Si la luz viene proyectada de la izquierda, el ala del primer plano debería contener un mayor chorro de luz. Sin embargo, prefiere dejar que ese chorro de luz pase a la otra ala, y muy en especial hacia donde remata el ala. La luz de esa zona se suma a la luz fortísima del vestido del ángel, de forma que entre las dos luces crean un sugerente y hermoso volumen en torno a la figura. Todo lo demás que pulula por el cuadro parece que no sea sino algo que sirve de acompañamiento. Para agrandar la figura del ángel, la puerta abierta en la estancia resulta grotescamente desproporcionada, por su pequeñez.

-Son incontables los matices a descubrir. Por ejemplo, el juego de líneas perpendiculares y horizontales, creado por aristas de paredes y por peldaños - ya sean partiendo del interior hasta llegar al exterior-, que se dan cita en la obra Santiago de la Marca (1659-1660) o lo que surge en el cuadro titulado Alegoría del Amor Divino (1655), donde, junto al refinamiento en la ejecución de los ropajes del personaje, por la zona superior fluctúan grafías voladoras procedentes de las llamas del espíritu santo y del corazón que lleva en la mano la figura, además de las cintas y lazos que surgen de su pelo.

Son elementos dinámicos sobre una postura sumamente quieta. Otra vez estamos frente a la mezcla de lo estático con lo dinámico.

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