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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pulso en Serbia

Hace ya más de una semana desde que las manifestaciones populares lograron en Belgrado romper lo que parecía imposible desde hace años: el poder de Slobodan Milosevic, cimentado sobre estructuras comunistas de antaño y un sistema de cleptocracia cada vez más depurado, excluyente e implacable. Por eso está tan consolidado y es tan difícil de liquidar cuando líderes electos como Vojislav Kostunica intentan romper el círculo vicioso de poder y perversión instaurado en el aparato de Serbia.Pero aún queda mucho camino por recorrer. Bien está que Kostunica sea bienvenido en Biarritz por los dirigentes de la UE y se le prometa ayuda y el fin de muchas de las sanciones contra Belgrado. Pero sin olvidarse de que Milosevic sigue suelto y dando órdenes telefónicas, que la destrucción de documentos en los ministerios serbios se ha podido llevar a cabo sin problemas en los últimos días -para escarnio de la justicia que ha de venir- y que todavía hoy el nuevo presidente yugoslavo no cumple los requisitos de controlar territorial y administrativamente su país.

Pasado el primer ímpetu popular, en cuyas alas Kostunica podría haber logrado conquistas definitivas a la hora de neutralizar la involución, han pasado pocas cosas en Serbia. En Belgrado se mantiene todavía un tenso pulso entre los reformistas triunfantes y la vieja guardia, que se niega a entregar el control del Gobierno y de la omnipotente policía. Numerosos responsables de crímenes notorios siguen en libertad.

Después de un largo tira y afloja, la triunfante coalición DOS ha marcado la mañana de hoy como ultimátum a los socialistas de Milosevic para que accedan a la convocatoria de elecciones legislativas en diciembre que pongan fin a su fraudulenta hegemonía parlamentaria. Amenaza con salir de nuevo masivamente a las calles. La oposición necesita firmeza en estos momentos. El peligro de la falta de decisión es quedar embarrancada en los cambios, reducida a socio de transformaciones cosméticas que no lleguen a la médula del aparato mafioso que ha gobernado con Milosevic. Sería una tragedia que el pueblo serbio no merece.

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