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"A" de Aragón y de Agua

El 9 d'Octubre, finalmente, no resultó pasado por agua. Nadie esperaba, o se había fijado en que quizás la manifestación convocada el pasado sábado por el Gobierno autonómico de Aragón contra el Plan Hidrológico Nacional, tendría el éxito suficiente como para empañar lo que en secreto y casi sin mencionarlo era, por primera vez en la historia reciente de los valencianos, un indicio de éxito político: el agua del Ebro -o una parte de sus excedentes-, el permanente objeto del deseo de nuestros padres y abuelos -y yo hablo, de verdad, de los míos y no de ninguna entelequia globalizante- por fin, y sin victimismos mediante parecía que iba a desviarse hacia esta agricultura de titanes que todo lo hizo sin el Estado, y hacia los desiertos irredentos que avanzan desde el sur valenciano hacia las rebosantes colonias humanas a la orilla del mar. Nadie tuvo la tentación de apuntarse el legítimo haber de conseguir, de manera insólita, que un Gobierno de España tomase en consideración una reivindicación histórica de una agricultura valiente, por anclada en el monocultivo que estuviere. Habría resultado imprudente, por ejemplo, que el presidente de la Generalitat hubiese hecho alusión a un logro como el que se recoge en las intenciones del Plan Hidrológico Nacional para una economía como la valenciana; pero no me cabe la menor duda que fue la manifestación de Aragón la que se erigió como barrera entre la obviedad del logro y su proclamación pública en el marco adecuado. Para una vez que Madrid se acuerda de los valencianos, va y vienen los aragoneses y nos aguan la fiesta, y nunca mejor empleada la metáfora. Aquí estábamos acostumbrados a que fuesen los catalanes quienes vigilaban desde Barcelona que no sobrase nada en Madrid para nosotros.Y, de esa monserga han vivido políticamente de renta algunos espabilados ahora felizmente en almoneda. Ahora no se han oído voces ni enfáticas ni descalificadoras del plan, a no ser la de gente que no representa a nadie, y que, incluso, fueron a Zaragoza a firmar equívocos y demagógicos papeles que no ayudan a nada, excepto a que de nuevo el País Valenciano pierda la opción de convertir esos excedentes en más riqueza colectiva. El PHN no está diseñado por ecologistas exquisitos, ni tiene en cuenta que, además, hay que poner en práctica nuevos modelos de la gestión del agua; que sí, que le debe acompañar un despliegue severo del viejo Pacto del Agua del 92, que se está muriendo de risa por falta de convicción política de quienes debieron impulsarlo entonces y retomarlo ahora. Pero que, a fin de cuentas, después de cien años de trazado tímidamente el canal de Xerta-Càlig, un PHN que, también por primera vez, atiende las demandas reales de la agricultura aragonesa, genere la fatal enemiga para nuestras expectativas de ese pueblo tradicionalmente considerado viejo y noble hermano del valenciano, pone de manifiesto que nuestra inveterada modosidad hacia el Estado, y el gratuito orgullo de no ser como vascos o catalanes acaba dando la razón a quienes nos tienen por más muelles. Las previsiones del PHN son/eran una buena noticia para nuestro pueblo. Incluso obligan a poner en marcha por nuestra cuenta medidas de racionalización del uso del agua propia y de la prestada. Por eso, sin la manifestación de Zaragoza -donde, se dice, no estaban los actuales y futuros regantes de Aragón-, este 9 d'Octubre habría sido histórico de verdad, y no uno más.

Vicent.Franch@uv.es

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