Una empleada de la residencia de Reus asegura que acogía enfermos terminales
Unánimes. Sí, les ataban cuando era necesario; sí, se cerró ocasionalmente alguna habitación con internos dentro; sí, se utilizó alguna vez la misma jeringuilla ("de insulina, sin peligro") para inyectar diferentes dosis a un paciente. ¿Las sábanas?, era normal que estuvieran sucias porque la lavadora se había estropeado. ¿Los pañales por los suelos?, culpa del registro judicial en el que lo desordenaron todo. Nunca hubo hormigas en la comida. Nunca se quedaron sin comer, ni se limpiaron heridas con lejía, ni se pegó o se sedó a nadie arbitrariamente.
Las declaraciones realizadas ayer por Amèlia Castellnou, trabajadora de la residencia geriátrica Catalunya Llar, de Reus, y de Josep Maria Mengual ante el tribunal de la Audiencia de Tarragona en el juicio que se sigue contra ellos por el presunto homicidio de cuatro ancianos no difirieron de las realizadas ayer por Gloria Pané, copropietaria del centro. Asimismo, insistieron en repetir que todo fármaco se administraba bajo la preceptiva prescripción del médico, Josep Gomis, también acusado. Los cuatro se sientan en el banquillo bajo una petición de 222 años de cárcel.Amèlia Castellnou subió al estrado visiblemente nerviosa y titubeante. Reconoció que había puesto inyecciones pese a carecer de titulación -en la vista oral confundió las inyecciones intravenosas con las intramusculares-, que el centro no disponía de personal ni de maquinaria especializada para tratar enfermos terminales y que cuando preguntó a Pané por qué llegaban los residentes en tal estado precario de salud, le respondió "que era porque su marido no tenía trabajo y los aceptaban porque estaban con el agua al cuello".
Pese a su testimonio plagado de dudas, la acusada, que había trabajado con ancianos en un programa social del Ayuntamiento de Reus, rechazó con contundencia que hubiera pegado e insultado a los residentes -"eran mayores, lo que menos necesitaban eran insultos"- ni que los sobremedicara. "Cuando oía la expresión 'éste necesita un cóctel', no creía que se refirieran a fármacos, sino a bebida", dijo. La responsabilidad de la prescripción de los fármacos recayó en Pere Gomis y el supuesto complot urdido como venganza por un grupo de trabajadoras planeó en la sala. "Por mi parte no había enemistad, lo tendrá que preguntar a ellas", dijo Amèlia.
La falta de comida o de personal que Castellnou -que se encuentra en tratamiento por depresión- había denunciado en su declaración ante el juzgado, quedó ayer justificada: era falta de acopio en el almacén, pero nunca faltó. Pese a que el trabajo era mucho, dijo, los ancianos siempre estuvieron bien atendidos: "Eran lo primero". La acusada justificó que la comisión judicial que registró la residencia el 18 de enero de 1995 encontrara pañales por el suelo, sábanas sucias y jeringuillas usadas en los cajones: "La lavadora nueva había llegado la tarde anterior; en el registro fueron habitación por habitación, grabando con una cámara, y lo tiraban todo al suelo, los abuelos chillaban y registraron hasta las bolsas de basura".
Si la empleada contestó sin rechistar cada una de las preguntas de las acusaciones, muy diferente fue la declaración de Mengual, una de las más esperadas y que continuará hoy. Vestido con un sobrio traje gris oscuro, sentado con los pies perfectamente juntos y alineados, sin apenas gesticular, respondió a la defensiva, retador. Tanto, que hasta sus abogados tuvieron -mediante gestos- que intentar que cambiara de actitud.
Por de pronto, Mengual se desdijo de sus declaraciones ante el juzgado: "No sabes qué decir, te sacan de tu casa, no sabes dónde está tu hijo, te apuntan con metralletas y no tienes abogado", explicó. Así, su testimonio de enero de 1995 que rezaba: "Los abuelos eran insoportables y de mal carácter, los que están bien se quedan en su casa", la desmintió ayer con un lacónico: "Fue una respuesta a una pregunta inducida".
Mengual negó todas y cada una de las acusaciones de malos tratos a los ancianos. El acusado también dejó clara cuál será la estrategia de la defensa respecto a las autopsias realizadas por el catedrático Luís Frontela y de las que se infería que 4 de los 18 cadáveres de ancianos que examinaron habían fallecido por la administración excesiva de sedantes: "Pueden ser periciales inexactas o manipuladas. Son de una parte".
Una de las estrategias planteadas por la defensa es desacreditar el interés que pueden tener los familiares de dos de los ancianos que residieron en Catalunya Llar hasta 1995 para personarse en la causa. Los representantes de los hijos de Rosa Rafí y Concepción Colonges demandan entre cinco y dos años de prisión para los cuatro acusados por estafa, lesiones, imprudencia temeraria y negligencia profesional. Pero el que únicamente dos familiares comparezcan en la vista es uno de los argumentos esgrimido por los defensores para establecer el comportamiento correcto de los propietarios de la residencia.
"Voy a la farmacia..."
"Le dijeron que iban a la farmacia y que luego volvían. No volvieron". Amèlia Castellnou aseguró al juez que muchos de los internos habían sido llevados a la residencia engañados por sus familiares. "A otra residente, la asistenta social le dijo que estaba allí porque figuraba en una lista de espera, pendiente de operarse". La hija de una diabética que ingresó con una pierna amputada, le llevaba pasteles y, según Gloria Pané, le aseguró que "prefería que se muriera de gangrena que de depresión". Castellnou aseguró que las empleadas eran "sus confesoras, sus madres, hijas, amigas", y recordó: "Sí, sí que se quejaban de sus hijos". Mengual, por su parte, acusó a las hijas de Esteban Vázquez, un hombre que murió al volver a su pueblo. "Les dije que lo lleváramos al hospital, pero ellas, por problemas de conciencia o porque eran indecisas, se lo llevaron en un coche particular pequeño y sentado en la parte de atrás, solo".
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