Calderón de la Barca, último acto
...Un heredero del dramaturgo madrileño Pedro Calderón de la Barca, del mismo nombre que el escritor de fama universal, acaba de morir en Madrid... Tal fue la apresurada interpretación consecutiva a una errónea lectura de una esquela mortuoria publicada en el diario Abc de Madrid, que anunciaba un acto religioso para ayer, martes 3 de octubre, en la parroquia de nuestra Señora de los Dolores, de la calle de San Bernardo, 101. Sin embargo, afinada la mirada sobre la esquela, no era tal heredero de Calderón de la Barca. El acto religioso había sido convocado por la Congregación de San Pedro Apóstol de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid cuatro siglos después del nacimiento del gran literato. Correspondía, en efecto, a quien fuera su Capellán Mayor en 1666, el celebrado escritor del Siglo de Oro, sacerdote y gloria de las letras españolas, muerto en su casa de la calle de Platerías el 25 de mayo de 1681.Al acto eucarístico católico de ayer, solemnemente celebrado, asistieron el Cardenal y Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco y el Nuncio pontificio, Manoel Monteiro de Castro, más la directiva de los congregantes madrileños. La presidenta del Senado y la ministra de Cultura, así como los presidentes de las Academias de la Lengua y de la Historia, pese a recibir invitación al acto, no asitieron.
El cardenal Rouco Varela resaltó la personalidad literaria y religiosa de Calderón como poeta teológico de primera fila y subrayó la labor catequística por éste desplegada a través de su obra. Encomió después a la Congregación de San Pedro Apóstol, entidad religiosa madrileña de asistencia y socorro de sacerdotes que funciona desde junio de 1619, con una breve interrupción entre 1936 y 1939. Fue fundada bajo el reinado de Felipe III por el primer cronista de la Villa, Jerónimo de Quintana y está formada sólo por sacerdotes naturales u oriundos de Madrid. La Congregación estuvo dedicada a la asistencia de sacerdotes pobres, presos y extranjeros, sobre todo irlandeses, que en pleno siglo XVII pululaban por Madrid sin cometido canónico alguno, "incluso mendigando", señala el secretario de la asociación. "La congregación fue creada apenas unas semanas después de que Jerónimo de Quintana siguiera por las calles de Madrid a dos individuos que trasladaban sobre unas simples parihüelas, sin ataúd ninguno, el cadáver de un sacerdote pobre, apenas cubierto con un bonete, hasta una fosa común. Allí", prosigue, "echaron su cuerpo. Nadie le acompañaba. Conmovióse el primer cronista madrileño y decidió impedir que tal hecho se repitiese, mediante la creación de una entidad de ayuda para clérigos desvalidos". Los congregantes se encargaban también de pagar la soltura de aquellos clérigos que eran encarcelados por penas impuestas por el Arzobispo de Toledo, archidiócesis a la que Madrid perteneció hasta bien entrado el siglo XIX. Los curas recibían apoyo mediante estipendios de los congregantes pudientes, que ofrecían una cuota y dos misas mensuales para asistirles. La Capellanía Mayor de la Congregación ya había sido desempeñada en 1628 por el también dramaturgo Lope de Vega. Calderón de la Barca, quien llevara a la perfección los autos sacramentales, género alegórico, siempre didáctico y de trasunto religioso, brindó lo mejor de su saber literario a esta causa. Al morir dejó a la Congregación de San Pedro Apóstol 36.215 reales. El literato fue enterrado el 27 de mayo de 1681 en la iglesia de San Salvador y, con gran pompa, en su calidad de hijo insigne de Madrid, su cadáver fue dos siglos después trasladado al Panteón Nacional en pleno fervor revolucionario. En 1874, sufrió un nuevo traslado al cemeneterio de San Nicolás , para pasar en 1902 a la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, de la calle de San Bernardo, 101.
Incendiado este templo el 20 de julio de 1936, los restos del poeta sacro y dramaturgo descansan en algún muro de esta iglesia, según aseguró entonces un religioso anciano poco antes de expirar. Realizadas catas e indagaciones en los muros que permanecieron indemnes al fuego, sus restos no fueron hallados nunca, hecho que perpetúa el enigma del destino de otros ilustres hijos de Madrid.
Testamento, drama y muerte
En un rasgo más de su talento literario, como involuntario precursor del Romanticismo, Calderón de la Barca dictó su testamento de manera tal que quedara visualizada su muerte a la cual, pese al rigor sobrio de sus disposiciones, no quiso desproveer de espectacular dramatismo, según revela en su último relato ante el notario: "Pido y suplico a las personas que piadosas me asistan que luego de que mi alma, separada de mi cuerpo, le desampare, dejándosele en la tierra como restituida prenda suya, sea interiormente vestido del hábito de mi seráfico padre San Francisco, ceñido con su cuerda, y con la correa de mi también padre San Agustín...es mi voluntad que en esta forma sea entregado al señor Capellán Mayor y capellanes que son o fueren de la venerable Congregación de Sacerdotes Naturales de Madrid...para que usando conmigo, en observancia de sus piadosos institutos, la caridad que con otro cualquiera pobre sacerdote, me reciban en su caja (y no otra) para que en ella sea llevado a la parroquial iglesia de San Salvador de esta villa".El dramaturgo madrileño, en otro párrafo, señalaba: " ...Y suplico así al Capellán y capellanes...dispongan mi entierro llevándome descubierto por si mereciese satisfacer en parte las públicas vanidades de mi malgastada vida con públicos desengaños de mi muerte. Y asimismo les suplico que para mi entierro no conviden más acompañamientos que doce religiosos de San Francisco, y a su Tercera Orden de hábito descubierto, doce sacerdotes que acompañen la cruz, doce niños de la doctrina y doce de los desamparados".
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