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El eterno coqueteo de CiU y Esquerra

Francesc Valls

Esquerra Republicana es la novia vestida de blanco, que ve marchitarse su juventud mientras aguarda que quien tanto jura amarla -Convergència i Unió- la lleve al altar. Desde que las urnas le dieron la pírrica victoria, el 17 de octubre del año pasado, CiU ha hecho numerosos guiños a ERC. Incluso le ha prometido que dejaría a su actual pareja, el Partido Popular. Pero nada de eso ha sucedido. Todo continúa igual desde hace un año: la coalición nacionalista ha preferido la seguridad conyugal del PP. Y más después de los comicios generales del pasado mes de marzo, que dieron mayoría absoluta a Aznar.La historia de guiños y coqueteos con ERC comenzó en octubre del año pasado. Jordi Pujol ya descartó entonces un frente nacionalista. Nada de matrimonios, pero sí acomodos, porque el líder de CiU envió a sus hombres de confianza a negociar la abstención o el voto positivo de Esquerra a su investidura. Al final, ERC se abstuvo y eso evitó un espectáculo que resulta bochornoso para muchos dirigentes nacionalistas: evidenciar el 67 votos en contra (PSC, Iniciativa-Verds, y ERC ) y el 68 a favor (CiU y el PP).

Después llegaron los prespuestos de la Generalitat. CiU sólo los pactó con el PP. Se reproducía esa foto con el Partido Popular que tan poco agrada a Convergència i Unió pero que, al tiempo, no le da malos resultados políticos. Así, el voto del PP impidió en marzo que se creara una comisión de investigación parlamentaria en el caso Pallerols, de presunta financiación ilegal de Unió a través de los fondos de formación de desempleados.

Mientras, y a pesar de todo, Esquerra seguía dando muestras de amor a CiU, y reunió a su conferencia nacional en julio. La militancia, en una asamblea que supuso un revolcón para la dirección, aprobó con el 61% a favor que se explorara un pacto con Convergència i Unió. Pero desde la cúpula de CiU se sigue considerando escasamente madura a ERC -"es muy asamblearia", aseguran-. Por eso la coalición nacionalista decide no cambiar de pareja, a pesar de que el PP les trata a baquetazos en el Congreso de los Diputados.

Las matrículas de automóviles sin la CAT, la negativa a la presencia autonómica en los consejos de ministros de la Unión Europea o la negativa a abordar el asunto de la financiación autónomica antes de enero de 2001 han sido pruebas de este desamor. Y eso, a pesar de que no faltaban pruebas de fidelidad por parte de CiU: desde el cheque en blanco a la investidura de Aznar hasta los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año

Los sectores soberanistas de Convergència han demostrado de obra su buena voluntad para llegar a un acuerdo con ERC. En la ejecutiva del partido de Pujol así se ha manifestado en diversas ocasiones. Dirigentes como Carles Campuzano, Josep Rull o Carme Laura Gil han expresado de corazón su fe en ese pacto. Han manifestado su voluntad de que el Gobierno de CiU deje "de hacer sombras chinescas" con Esquerra, en expresión de Jordi Xuclà, dirigente de la Joventut Nacionalista de Catalunya.

Pero el corazón es una cosa y la cabeza otra. Y por la cabeza de CiU, ya lo reiteró anteayer el mismísimo Jordi Pujol, no parece pasar un pacto con ERC. El líder de Convergència ya se encargó de desautorizar al sector nacionalista radical de su partido, mientras -eso sí- dejaba la puerta abierta a pactar con todos. Otra vez, Esquerra incluida.

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