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¿Quién es Vojislav Kostunica?

Timothy Garton Ash

Vojislav Kostunica es uno de los hombres más sombríos que conozco. Puede que sea una ventaja para el nuevo presidente de lo que queda de Yugoslavia. Aunque ocurra un milagro y Milosevic se vaya sin derramar más sangre, seguirán existiendo razones para el pesimismo. La nueva República Federal de Yugoslavia tendrá una economía destruida, como Rumanía después de 1989; una conciencia culpable, como Alemania después de 1945; corrupción omnipresente, como la Rusia actual, y problemas étnicos y territoriales sin resolver,como... como la vieja Yugoslavia.¿Quién es el líder sobre el que puede recaer una carga tan pesada? El doctor Vojislav Kostunica, un hombre grande, fornido, que viste de gris, habla con suavidad y es concienzudo y analítico, parece más un profesor que un político. En realidad, hasta hace diez años era eso, un abogado constitucionalista y politólogo comprometido. Tiene 56 años, pero no se dedicó activamente a la política de partido hasta los 45, en 1989, el año en el que empezaron a ser posibles otros partidos aparte del comunista.

La primera vez que nos vimos, en la época de las grandes manifestaciones contra Milosevic, en 1996-1997, me llevó a un viejo restaurante en el centro de Belgrado y me dijo que tenía verdadera fe en Yugoslavia. La Yugoslavia original, es decir, el reino unitario, dominado por los serbios, que existió en el periodo de entreguerras (su padre era oficial del Ejército real.) Fue -me dijo-, o debería haber sido, un ejercicio de construcción nacional al estilo británico bajo una monarquía constitucional. No había más que ver que el rey había dado a su hijo mayor un nombre serbio, al segundo uno croata y al tercero uno esloveno, igual que los monarcas británicos llaman al heredero príncipe de Gales.

La mayoría de los demás nacionalistas de la antigua Yugoslavia consideraría que eso es ver todo de color rosa. Pero no, Kostunica me dijo que no creía en la restauración de la monarquía. Aparte de todo lo demás, explicó, el pretendiente al trono, el príncipe Alejandro, prácticamente no habla serbio. Cuando se reunían, tenían que hablar con él en inglés, que el doctor Kostunica habla con fluidez. Lo que defendía entonces era la necesidad de un "federalismo asimétrico" como solución para Kosovo, Montenegro y Vojvodina y, tal vez, también para la República Serbia en Bosnia. Y me explicó con detalle sus planes para la "regionalización" de Yugoslavia. Con aburridísimo detalle, debo decir. Porque Vojislav Kostunica es un hombre muy serio.

Sólido. Consistente. Informado y capaz de plantear argumentos razonables y complejos. Y un hombre de principios. Pero no es precisamente una persona divertida. Le falta carisma. Y no cree demasiado en la política de la calle. Aquel día me contó que veía desafortunados ecos de 1968 en el culto a la espontaneidad que mostraban los manifestantes, su fe en el "movimiento" como objetivo en sí mismo. Éste es el hombre cuyo futuro -y, con él, el futuro de todo el sureste de Europa- depende en estos momentos de que sea capaz de encabezar un movimiento pacífico, imaginativo y eficaz de protestas masivas y desobediencia civil.

A finales de 1998 hablamos en las oficinas de su pequeño grupo de oposición, el Partido Democrático de Serbia. Los despachos, espartanos, parecían casi vacíos, como si estuviera a punto de llegar un camión de mudanzas. Bajo la fría luz de neón, hablamos de Kosovo y de que su futuro dentro de Serbia debía asegurarse por medios constitucionales y pacíficos. Los serbios normales y decentes -decía- estarían consternados al saber lo que estaba haciendo allí Milosevic. Si se celebraban unas elecciones supervisadas por la OSCE, Milosevic podía salir derrotado. Yo pensé que ni en broma.

Un año después, tras la guerra y los bombardeos de la OTAN, que él críticó ferozmente, la oficina parecía todavía más espartana y desnuda. Era evidente que otros políticos de la oposición obtenían mucho dinero de algún sitio -y, en Belgrado, siempre había un cotilleo que se apresuraba a decir de dónde-, pero el doctor K. no. En esta ocasión estaba furioso con EE UU y Gran Bretaña. "¡Blair!, ¡Cook!", escupía los nombres, lleno de desprecio. Pero luego prosiguió: "Ya sé que ellos no son Occidente. Por suerte, también están Simon Jenkins , Henry Kissinger , Noam Chomsky y Harold Pinter".

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Así pues, ¿es, como dicen nuestros periódicos, un "nacionalista moderado"? ¿Qué es exactamente un "nacionalista moderado"? Algunos viejos yugoslavos, asombrados por su firme apoyo a los serbios en Bosnia y Kosovo, dicen que es tan malo como Milosevic. Unos incluso dicen que su nacionalismo está más arraigado que el del poscomunista y oportunista Milosevic. Es cierto y, al tiempo, falso. Es cierto que se ha preocupado de forma más seria y continuada que Milosevic por el destino de la nación serbia. Ése es uno de los motivos por los que le expulsaron de la Universidad de Belgrado en 1974. En otro lugar y otro momento más afortunado, se le consideraría un patriota romántico y conservador, como los que con tanta frecuencia se encuentran en el Partido Conservador británico. En este lugar y este momento tan desgraciado, ha dicho y hecho cosas de las que debería arrepentirse: por ejemplo, dejarse fotografiar con un arma automática entre serbios de Kosovo.

Sin embargo, no me cabe duda de que es verdaderamente "moderado", y lo que importa es su moderación. Entre Milosevic y él hay una diferencia como entre el día y la noche. No sólo porque Kostunica cuenta con el apoyo de una coalición de demócratas menos nacionalistas, sino porque él, a su manera y con su formación intelectual, está profundamente comprometido con los métodos civilizados, pacíficos y constitucionales. Y una lección del terrible siglo XX europeo es que los medios que cada uno emplea son tan importantes como los fines. Tal vez más importantes.

Éste es un hombre a quien le apasiona el imperio de la ley. Que cree en las elecciones, las instituciones, las negociaciones. Es además un hombre que, precisamente por ser patriota serbio -nacionalista, si se prefiere-, cree que el único futuro que tiene su país es el regreso a Europa. Habrá que ver si puede convertirse en un dirigente popular y encabezar una revolución pacífica y negociada. Pero los seres humanos pueden crecerse ante un gran desafío. La historia hace héroes a las personas más impensables. Quizá el doctor K. de Serbia sea uno de ellos.

Timothy Garton Ash es profesor en St. Antony's College, Oxford.

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