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El turno de las eléctricas

Al hacer balance ayer de lo que han sido nueve años de guerra del agua, entre los promotores de la protesta había quienes consideraban que se ha sentado un precedente a tener en cuenta cuando se trate de la defensa de servicios básicos. Las enseñanzas del conflicto pesarán cuando se planteen futuras campañas como la que debatirá la junta de la Confederación de Asocaciones de Vecinos de Cataluña (Confavc) el 21 de octubre sobre el recibo eléctrico. El principio de que pague más quién más gaste, por el que han batallado los vecinos durante la guerra del agua, quieren trasladarlo ahora al terreno eléctrico. En nueve años, se han vivido momentos críticos como cuando las compañías empezaron a notificar los inminentes cortes a los morosos. La sangre no llegó al río y finalmente las empresas fueron las que demostraron más cintura accediendo en febrero de 1994 a cobrar el suministro sin las tasas, algo a lo que se habían negado hasta entonces.

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Otro momento delicado se registró en septiembre de 1994 cuando los sindicatos y las organizaciones de consumidores abandonaron la plataforma vecinal por temor a que la protesta degenerara en un movimiento antiimpuestos y dejaron solos a las asociaciones de vecinos.

Aunque las abultadas cifras del dinero recaudado y del número de familias que se sumaron a la campaña daban una idea de la importancia, fue en las cuatro manifestaciones convocadas, a las que asistieron millares de personas, donde se hizo patente laimportancia de la rebelión vecinal.

Ni la mediación del síndic de greuges logró disipar las diferencias entre unas administraciones a las que desde el principio la protesta les cogió con el paso cambiado y una plataforma de entidades demasiado heterogénea. Unos y otros no supieron resolver a tiempo una lucha que se ha dilatado demasiado y que ahora complica en exceso el proceso de regularización.

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