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Cuando la política tiene forma de beso

Un año de gestión

A estas cosas, cada uno debe venir llorado. Y preparado. Que luego terminan todos por echarse las manos al cuello. Es lo que ocurrió en el último gran debate, el de investidura. Ahora, los portavoces -Cristina Almeida, por PSOE-Progresistas, y Ángel Pérez, por IU- han dicho que en el debate que comienza hoy en la Asamblea sobre el estado de la región hay que evitar el insulto personal. Así que si el presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, dice que él es más alto -lo que es incontestable-, le replicarán que no es que sea más alto, es que es menos bajo que ellos.Hace un año -día arriba, día abajo- Ruiz-Gallardón se presentaba a la investidura como presidente de la Comunidad de Madrid. Y Ángel Pérez se lo advirtió: le dijo que sería presidente no por méritos propios, sino por la abstención de los votantes de IU. En todas las guerras hay bajas por fuego amigo. Y triunfos por errores del adversario. Sí.

En aquel debate, Cristina Almeida debutaba como portavoz de la coalición PSOE-Progresistas. El presidente tiene esa forma irónica de decir las cosas que fastidian un tanto. Es de los que te destripan el final de la película. Y, encima, como si te hiciera un favor. Sabe que en política todo es relativo y el tiempo muda en izquierda lo que ayer era derecha. Y al revés. Pero tanto, tanto barrió la arena de la izquierda para su convento que Pérez tuvo que acusarle de "apropiación indebida" de "contenidos textuales" del programa de IU. Razón no le faltaba, porque Ruiz-Gallardón, cuando se pone, es más rojo que el libro de Mao.

El caso es que a Cristina Almeida le dijo, más o menos, que era una tránsfuga y que el mismo Ángel Pérez ya había dicho que se había marcado la campaña electoral por el PSOE-Progresistas con un escaño que era de IU. Cosa fea donde las haya, le recordó. Sacó pecho y dijo que él nunca había hecho algo así, porque un partido es una familia. Con lo que ya empezó a dejar claro que su partido diferencia entre familia y parejas de hecho. El caso es que a Almeida no le gustó nada. Y le puso pringando: que si cínico, que si hipócrita, que si misógino... Hasta mala baba, le llamó.

El debate no ganó en altura política, pero ganó en audiencia televisiva. Y vaya lo uno por lo otro. Lo de la televisión no es, precisamente, algo que les una. Por cierto, que hoy se estrena el Canal Asamblea de Madrid, de Madritel, con lo que el Parlamento de Vallecas va a ser el primero en tener este tipo de canales y en emitir en directo las sesiones.

Pero no. Lo de la televisión, Almeida ni tocarlo. Que bastantes disgustos tuvo cuando interpeló al presidente por la telebasura. No hablará de ello, porque ya lo dijo el poeta Kavafis: "No disminuye la desgracia por mucho que de ella se hable. / Y hay penas que nunca reposarán en el corazón". Así que Almeida hablará previsiblemente de otros asuntos. Reivindicará que la Comunidad tenga más protagonismo. Que los ciudadanos la sientan suya. Y le reprochará a Ruiz-Gallardón que se haya preocupado más de su imagen que de dar protagonismo a las instituciones.

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Almeida huirá de lo personal para entrar en el discurso político. Exigirá la recuperación de los valores democráticos y hará ver qué cosas van a peor en la región. Quiere potenciar el Parlamento madrileño como lugar de encuentro, de búsqueda de soluciones a problemas endémicos: el paro, la educación, la sanidad, el medio ambiente. Le dirá al presidente que menos poner primeras piedras y más concluir las obras. "Es que hay piedras que se ponen y crecen los matojos sobre ellas, guapo", advirtió ahora.

Y, ojo a la pisada, porque asegura la portavoz de PSOE-Progresistas que ella hablará en nombre de todo su grupo, PSOE y Nueva Izquierda. "No hablaré de mi política ni de mis ideas. Hablaré de la política de mi grupo, de las ideas de todo mi grupo". Almeida está convencida de que sus socios electorales, los socialistas, la quieren. Pelillos a la mar si alguna vez pretendieron quitarle la portavocía. Ella se siente en su grupo, aunque sepa que en muchas de esas manos que la palmean por los pasillos se esconde el puñal de Bruto. O -sin llegar a tanto- la aguja de la madrastra de Cenicienta.

Ángel Pérez tampoco irá a lo personal. Incluso ya ha adelantado que va a pedir que no se caiga en el insulto. Él, no. Él ni siquiera va a examinar la gestión de este año de gobierno popular. Pérez niega la mayor. Como, según cree, no ha habido legislatura porque Ruiz-Gallardón la dio por finalizada el mismo día de su investidura, nada hay que analizar, porque nada ha hecho. Impecable razonamiento, ¿o no?Pérez, en el anterior debate del estado de la región -hace ya dos años- le acusó de "vender humo". De que promete y no hace. Entonces, el portavoz de IU se llevó la carpeta de recortes bajo el brazo. Y, ante el jolgorio de los diputados, leyó titulares de prensa que demostraban que, como en el amor, en la política las promesas son aire y van al aire.

Ángel Pérez irá al debate, como él dice, "instalado en la modestia". Reconociendo que "la izquierda ha recibido un varapalo", pero dispuesto a luchar desde su grupo por los intereses de los madrileños. En este mundo tan de oropel y de nada que es la política, es hermoso que alguien reconozca sus propios pecados.

Pérez, además, otorgará -otra actitud cristiana- el perdón a Ruiz-Gallardón. Él no le considera responsable de nada. "No es responsable, porque él no gobierna en Madrid. En Madrid gobierna el interés económico", dice ahora.

Así que Pérez buscará el vuelo político en su discurso. Dirá que no sólo España no va bien, -lo que, seguramente, jurará el presidente-, sino que Madrid va peor. Y, mientras llega ese momento, una petición: que no se caiga en el insulto y la agresividad. Dios le oiga. Porque, como escribe Luis García Montero, lo que hay que desear es "ese perdido reino / donde cualquier política tiene forma de beso". Tampoco es que haya que llegar a tanto.

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