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Blair asume los errores de su gestión y emprende la batalla por un segundo mandato

Tony Blair se responsabilizó ayer de los errores de su primer mandato al frente del Gobierno británico y esbozó las líneas que centrarán la batalla electoral entre laboristas y conservadores. "Escucho, oigo y actuaré. Pero el Gobierno que escoge sus prioridades no es arrogante, sino que es irresponsable el Gobierno que falla en sus elecciones", dijo en una intervención durante el congreso anual de los laboristas, que realzó los ánimos y confianza de los delegados en lograr, por primera vez en su centenaria historia, mantenerse en el poder durante un segundo mandato.

Blair atajó de frente los problemas, recientes y pasados, de su actuación política. E, insólito en un primer ministro, aceptó su responsabilidad directa en cuestiones, como la rebelión del carburante, que contribuyeron a hundir, por primera vez en una década, la popularidad del Partido Laborista. "Después de los acontecimientos de dos semanas atrás, no es de extrañar que dieran un palo al Gobierno. Me responsabilizo de ello", dijo a los cerca de 5.000 delegados que siguieron su discurso en el Centro de Conferencias de Brighton, donde el partido celebra esta semana su congreso anual. Pero, además del mea culpa por la protesta contra la elevada fiscalidad del combustible, Blair reconoció también que su Gobierno está fallando a los votantes laboristas en la gestión del deficitario edificio conmemorativo Domo del Milenio y, principalmente, en el trato a los pensionistas. "Setenta y cinco peniques", dijo en relación a la humillante subida de menos de 200 pesetas ofrecida este año a los jubilados del Reino Unido, "captamos el mensaje". "Debemos admitir que hemos hecho cosas que enfurecen a la gente". Pero "estoy escuchando, oigo y actuaré", se comprometió segundos después.

La audiencia respondió calurosamente a las palabras del líder, que durante su discurso recordó también los logros de tres años de gobierno. "Ha templado los nervios del partido y reafirmado la determinación que necesitamos para asegurar el apoyo del país a la propuesta laborista", interpretó Tony Banks, anterior secretario de Estado de Deportes. "Se ha expresado con lograda confianza, dado el nivel de criticismo de las últimas semanas. Nos ha unificado con un discurso que marca el inicio de la batalla electoral", señaló por su parte Dennis Skinner, diputado de la vieja guardia laborista.

El enfrentamiento en las urnas está previsto para la primavera del año próximo, aunque, de no remontar la caída de popularidad, Blair podría optar por aguardar un año más, hasta mayo de 2002.

De momento, el primer ministro se declaró determinado a luchar por recuperar la confianza del electorado e inaugurar un segundo mandato que ningún otro líder laborista ha logrado en el pasado. "Estamos en lucha, y es una lucha que me satisface. Es una batalla por el futuro, el corazón y el alma de nuestro país", definió. Blair daba así un paso en firme para llevar a los delegados, y en las próximas semanas al electorado, dijo, en su "viaje por renovar el país". El recorrido incluye encrucijadas, con opciones encontradas, que marcan la distancia entre laboristas y conservadores.

"Ha establecido con palabras que la gente puede entender las líneas divisorias entre laboristas y tories. Ha fijado la alternativa entre gasto público y recorte de impuestos", defendió el sindicalista Bill Jordan. Para Blair, la falla entre las dos principales formaciones políticas británicas se concreta en cuatro puntos esenciales: estabilidad económica a largo plazo, reforma social, gasto público y colaboración con la comunidad e instituciones internacionales que define el programa neolaborista. Frente a estos fundamentos, que Blair describió como la "misión" de su Gobierno, la alternativa tory garantiza, enumeró, ciclos consecutivos de auge y depresión económica, recortes en servicios públicos, negación de la sociedad y aislamiento.

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"Nos ha recordado con claridad el riesgo que corremos si los conservadores regresan al poder. El aluvión de críticas recientes ha forzado a Blair a resaltar el peligro que acecha desde la oposición. En cierta forma estamos mejor preparados para enfrentarnos al electorado tras haber concluido este largo periodo de luna de miel que disfrutábamos", señaló Banks.

Blair aceptó su responsabilidad en las recientes dificultades, pero se declaró orgulloso del avance de su Gobierno en las materias esenciales -economía, empleo, servicios públicos-. "Avanzamos en el camino correcto para el Reino Unido. Lo último que necesita este país es el retorno de un Gobierno conservador", dijo al tiempo que la audiencia estallaba en aplausos.

Y consciente de que quedan muchos obstáculos, Blair recordó que hay "causas contrapuestas" y, en alusión al bloqueo de refinerías de granjeros y transportistas, advirtió de que no abandonará a los sectores que no se rebelan ni se manifiestan como enfermeras, profesores o pensionistas. "No es arrogante el Gobierno que escoge prioridades, pero es irresponsable el Gobierno que falla al elegir", señaló en el tono combativo que dominó su intervención en Brighton.

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