La abstención devalúa la consulta sobre la reforma presidencial francesa

Una campaña muy tibia ha precedido al referéndum que Jacques Chirac ha convocado para hoy, en el que se decide la reducción de siete a cinco años del mandato del presidente de la República. Las encuestas reflejan una indiferencia popular comparable a la suscitada por el referéndum de 1988 sobre el estatuto de Nueva Caledonia, una consulta de la que pasó el 63% del cuerpo electoral.

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Por el contrario, apenas existe incertidumbre sobre el resultado: la reforma quedará aprobada esta noche, creen todos los observadores, porque los sondeos anticipan el sí de tres de cada cuatro votantes.De este referéndum no depende el mandato de Jacques Chirac. La elección presidencial próxima se producirá normalmente en 2002, siete años después de la anterior. Lo que se discuten son sus efectos. En el campo del centro-derecha, los partidarios del sí (RPR, el partido fundado por Chirac, o el centrista UDF) sugieren que se trata de fortalecer al presidente de la República. Pero el partido socialista, también defensor del sí, lo presenta como un paso para acentuar el papel del Parlamento y, por tanto, del Gobierno emanado de la mayoría. El desacuerdo sobre el futuro es precisamente el responsable de que la consulta haya quedado reducida al quinquenato a secas: se pregunta al pueblo si le parece bien que el presidente esté cinco años en el Elíseo, y ya se verá más adelante qué conviene hacer con lo demás.

Las demás reformas dependerán de la doble convocatoria electoral de 2002. Ese año coincidirán las elecciones parlamentarias y las presidenciales. Los defensores del quinquenato esperan que la coincidencia de mandatos unifique el color político del presidente de la República y de la mayoría parlamentaria, de la que emana el Gobierno, poniendo fin así a la cohabitación, una situación que, según el primer ministro, Lionel Jospin, "no es el ideal para una gran democracia en un mundo en que los conflictos, los enfrentamientos, nos imponen ser eficaces".

Pero el azar ha querido que las elecciones presidenciales de 2002 estén previstas dos meses después de celebradas las parlamentarias. Desde 1962, siempre se había elegido antes al presidente. La pequeña reforma constitucional que se refrenda hoy también deja intactos los poderes de cada institución. Así, el jefe del Estado seguirá pudiendo despedir al Gobierno convocando elecciones anticipadas, si bien no parece lógico que el futuro presidente disuelva una Asamblea Nacional elegida para cinco años, lo mismo que él. Otro cambio apuntado por Jospin, y también marginado del referéndum, era recortar los nueve años que pueden quedarse los senadores.La ciudadanía se ha desentendido de lo que aparece como cuestiones técnicas, pese al gran calado que podría llegar a adquirir la reforma en marcha. La última encuesta, difundida ayer por el diario Le Parisien -desafiando la prohibición legal de publicar sondeos durante la semana previa a la votación-, predice la abstención de dos de cada tres ciudadanos. En todo caso, ningún sondeo ha podido medir el impacto del testimonio póstumo de Jean-Claude Méry, el ex financiero del partido de Chirac, sobre la corrupción institucionalizada en París.