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Congelados los activos del grupo ruso Most por la disputa sobre la venta a Gazprom

El culebrón que tiene en jaque al principal grupo de comunicación privado de Rusia abrió ayer un nuevo capítulo con la decisión del Tribunal de Arbitraje de Moscú de congelar los activos de Media Most mientras se resuelve la disputa con Gazprom por la propiedad del grupo. El monopolio del gas solicitó esta medida cautelar tras denunciar no sólo que Vladímir Gusinski, patrón de Most, se niega a hacer efectiva la pactada venta de su imperio, sino también el escamoteo en el extranjero de buena parte del mismo. Fuentes del grupo aseguraban al caer la tarde que no tenían ninguna constancia de la actuación judicial, de la que informaron las agencias rusas citando al Ministerio de Justicia.Gusinski ha denunciado que el acuerdo con Gazprom (por el que le cedía el grupo Most a cambio de 58.000 millones de pesetas y el perdón de deudas por otros 90.000) no tiene validez, ya que fue alcanzado bajo coacción y amenazas de volver a la cárcel (ya estuvo en ella tres días, en junio), prácticamente "a punta de pistola". Junto al representante de Gazprom, Alfred Koj, y él mismo, firmó el texto el ministro de Información, Mijaíl Lesin, que luego reconoció que fue un error, aunque dijo que lo hizo con buena intención, a título personal y por iniciativa propia. El anexo número 6 ligaba la validez del acuerdo a que se levantase la acusación de estafa contra Gusinski y se le permitiese salir del país. Así ocurrió. Ahora reside en España con su familia.

El magnate sostiene que Lesin actuaba en nombre de Vladímir Putin, que, en su opinión, intenta acallar las únicas voces que le plantan cara, especialmente a través de la cadena de televisión NTV, que apoyó a sus enemigos políticos en las últimas elecciones y ofrece una cobertura crítica de la guerra de Chechenia.

El portavoz presidencial, Alexéi Grómov, aseguró que el líder del Kremlin pidió ayer a su jefe de Gobierno, Mijaíl Kasiánov, que averigüe el papel desempeñado por Lesin, en un intento aparente de desmarcarse del escándalo, que pone en cuestión el futuro de la libertad de prensa en Rusia. Pero será difícil creer en la autenticidad de este gesto si no cae el ministro.

El caso es demasiado complicado para quedar reducido a otra conspiración del Kremlin. Al menos hay indicios de sinuosas maniobras financieras de Gusinski, que, aunque ahora se presente como adalid de la libertad de información, en el pasado no se paró en barreras éticas, por ejemplo, para lograr la reelección de Borís Yeltsin en 1996.

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