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El trabajo más serio y sencillo

La zambra de Sabicas

El espectáculo Baile de Hierro y Bronce se ha convertido, desde su presentación en Sevilla, en el trabajo más serio, coherente y sencillo de cuantos se han presentado en los teatros sevillanos en lo que va de Bienal.Javier Barón ha demostrado con este montaje que no sólo es un grandísimo bailaor, sino que, además, es capaz de trabajar e investigar para presentar una propuesta muy ortodoxa en sus formas flamencas y, al mismo tiempo, arriesgada y vanguardista en su puesta en escena.

Ambas tendencias no tienen por qué caminar por separado, siempre y cuando miremos hacia delante sin olvidar todo lo que quedó atrás. ¡Ahí está el quid de la cuestión! No se puede ser creador sin haber sido antes buen interprete y para eso hay que conocer bien la obra de los grandes maestros y maestras del baile a lo largo de su historia.

El martes 19, Javier Barón nos invitó a asistir a un personal esfuerzo de memoria a lo largo de una hora, tiempo más que suficiente para no aburrir al respetable e incluso dejarlo con la miel en los labios.

Evidentemente no podía olvidarse de su pueblo y por eso montó una preciosa soleá de Alcalá, en la que el cantaor David Lagos brilló más que el bronce, sosteniendo los tercios cuando ha de caer el tono, para, elevándolo, personalizar el cante. Quizás los solos de pies ejecutados en la farruca y la soleá fueron demasiado largos para la discreta medida empleada en el resto de la representación.

En la seguiriya del principio, bailó frente a un espejo recreándose, gustándose, sabiendo en cada momento lo que hacía y lo que quería. A continuación, sin tiempo para pausas que rompiesen el ritmo del espectáculo, comenzó a sonar la zambra de Sabicas, esa que embrujara a Vicente Escudero.He ahí una tras otra, las demostraciones de clase y originalidad que se pueden llegar a tener para rendir un homenaje a dos figuras fundamentales del toque y el baile. A través de la formación artística, ejemplificada con cuatro alumnos que se movieron como cuatro gotas de agua, demostrando cómo hay que moverse para llenar un escenario tan grande como el teatro de la Maestranza.

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Sus paseos por alegrías, el zapateado y la farruca, mientras aquellos presuntos alumnos repetían una y otra vez pasos y ejercicios, trajeron a la memoria de algunos de los presentes el legado pedagógico de Escudero.

Finalmente, quiso terminar tal y como había empezado, por seguiriyas, con ruido de maquinas de fondo y Sabicas sonando una vez más en el recuerdo. Jóvenes con propuestas como la de Javier Barón escasean dentro del mundo del flamenco. Así que si toman nota, seguro que sacan algo en claro.

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