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Las esclavas sexuales piden justicia

Ocurrió hace más de medio siglo y, sin embargo, Kim Soon Duk lo recuerda todas las mañanas, al despertarse, y se pone a llorar. Todas las mañanas, Kim Soon Duk, una coreana a punto de cumplir 80 años, recuerda que, siendo muy joven, fue esclava sexual de las tropas japonesas. ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo cicatrizar la herida del secuestro, las palizas, la humillación, las amenazas de muerte, la violación sistemática durante años en un burdel del entonces victorioso Imperio nipón para solaz de su soldadesca? "Imposible", dice Kim Soon Duk.Es una de las 15 mujeres asiáticas -seis coreanas, cuatro chinas, cuatro filipinas y una de Taiwan- que acaban de presentar en un tribunal de Washington una demanda colectiva contra el Gobierno de Japón. Argumentan que fueron obligadas a servir como esclavas sexuales del Ejército japonés antes y durante la II Guerra Mundial, y quieren tanto una indemnización económica no especificada como un reconocimiento de culpas y petición de perdón. "Estas mujeres", dice Michael Hausfeld, uno de sus abogados, "son supervivientes de un plan sistemático organizado por el Gobierno japonés en los años treinta y cuarenta del siglo XX para esclavizar mujeres consideradas racialmente inferiores y someterlas a repetidas violaciones masivas".

La historia era conocida. Hasta 200.000 coreanas, chinas, indonesias y filipinas fueron obligadas, entre 1931 y 1945, a satisfacer los apetitos sexuales de las tropas japonesas en cientos de burdeles muy oficialmente instalados en el seno de los campamentos militares. En el texto de la demanda presentada en Washington se describe cómo eran golpeadas y torturadas, cómo vivían en cubículos infectos con raciones de hambruna y cómo tenían que prestarse sin la menor queja a los apetitos sexuales de sus captores. Cuando los japoneses empezaron a ser derrotados y a retirarse, las esclavas "fueron abandonadas a su suerte, con frecuencia en densas junglas. Muchas murieron de hambre o enfermedad, y las que sobrevivieron regresaron a vidas de rechazo social, vidas dominadas por sentimientos de culpa y vergüenza".

Los hechos (negados por Tokio hasta 1992) tuvieron sus primeras consecuencias en 1995, cuando el entonces primer ministro, Tomiichi Murayama, declaró que aquel comportamiento fue "enteramente inexcusable" y patrocinó la creación de una fundación privada, Asian Women's Fund, para pagar compensaciones económicas a las supervivientes. En 1997, el primer ministro Ryutaro Hashimoto reiteró la tibia petición de perdón y el mantenimiento de la política de indemnización indirecta.

La demanda de las 15 septuagenarias y octogenarias asiáticas es la primera jamás presentada en un tribunal norteamericano contra el Gobierno japonés por hechos relacionados con la II Guerra Mundial. El instrumento legal utilizado es la misma ley que argumenta, por ejemplo, diversas demandas de supervivientes del holocausto contra Gobiernos europeos. "No quiero vagas excusas ni compensaciones económicas a través de un organismo privado; quiero que el Gobierno japonés reconozca sin ambigüedades los daños físicos y mentales que me causó", declaró la taiwanesa Liu Huang Atau.

Pero Japón se enrocó ayer en su respuesta. "Nuestra posición es que este y todos los contenciosos relacionados con la II Guerra Mundial fueron resueltos legalmente en el Tratado de Paz de San Francisco de 1951 y otros acuerdos internacionales", declaró Ryuichiro Yamakazi, portavoz del Ministerio de Exteriores. "Reconocemos", añadió, "que el honor y la dignidad de muchas mujeres fueron heridos por este asunto y ya hemos expresado en varias ocasiones nuestros sentimientos de remordimiento". El portavoz de la Embajada japonesa en Washington recordó la existencia del fondo privado y añadió que promete 20.000 dólares a cada mujer que pueda demostrar que fue esclavizada sexualmente por las tropas imperiales. "No decimos que eso sea suficiente, pero es parte de nuestro esfuerzo por cerrar un triste episodio", dijo. Barry Fischer, otro de los abogados de las demandantes, reaccionó con dureza: "Lo mejor que puede hacer [el Gobierno japonés] es aceptar su responsabilidad y cerrar el libro de la historia antes de que supure más". No es una bravuconada. Fischer ha ganado varias demandas de supervivientes del holocausto frente a los Gobiernos de Suiza, Austria y Alemania. Pero, a la espera de una solución legal, e incluso aunque llegue, Kim Soon Duk llorará todos los días al despertarse.

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