Piqué en Cataluña
La etapa Piqué inaugurada por el PP catalán en su congreso no sólo supone un cambio de liderazgo real en beneficio del ministro de Exteriores. Representa un giro radical para la derecha catalana, seguramente la más anticuada de España, con el que busca disputar el terreno del centro-derecha nacionalista. El objetivo es disputar a Convergència i Unió su hegemonía, cuando muchos subrayan, como coincidieron ayer Aznar y Rodríguez Zapatero, su estancamiento, su agotamiento, su "final de ciclo".Pugnar por el ámbito centrista en Cataluña requiere dar fe de catalanismo, en cualquiera de sus versiones, pues ésa es la realidad de sus amplias capas medias. Y eso implica renunciar al nacionalismo casticista español, envés de los periféricos.
El congreso y el propio Aznar han resuelto este problema en el plano del discurso político, apuntándose a un catalanismo suave e integrador. Han hablado de Cataluña como "país", han proclamado el bilingüismo y negado la existencia de un conflicto lingüístico, y se han profesado autonomistas, asumiendo el diseño territorial del nuevo Estado. Aunque sea con retraso, bienvenido sea el giro; aunque el objetivo sea táctico, nadie olvide que la táctica configura la estrategia; aunque sea con métodos búlgaros (se hurtó a los congresistas el texto de las ponencias críticas), el resultado es el que es. Y todo ello en un tono que dista mucho del empleado por el PP en el País Vasco.
Para verificar la profundidad de este giro catalanista-centrista habrá que cotejar los hechos con los dichos. Sus competidores han subrayado el contraste entre tanto verbo catalanista y la incapacidad de los populares para encontrar una fórmula de encaje para las iniciales de Cataluña, junto a la E de España, en las nuevas placas de matrículas. Algo inocuo desde una visión general flexible de España y cuya irresolución conlleva mucho simbolismo y capacidad de generar polémica y demagogia en Cataluña. Pero se avecinan pruebas más enjundiosas: el decreto de humanidades o la financiación autonómica. Indicarán si el giro es real o de peonza. Son envites para el renovado PP catalán y para la credibilidad de Piqué, quien ahora debe extender ese espíritu a todo el partido, pues sus eventuales electores recuerdan que la militancia popular celebraba las victorias al xenófobo insulto de "Pujol, enano, habla castellano".
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