Viva Onán
Si nuestras autoridades creyeran de verdad que las calles están mejor sin coches, habrían peatonalizado hace tiempo el Madrid de los Austrias, pongamos por caso, introduciendo una cultura del transporte público que brilla por su ausencia. Pero no se trata de eso. Del mismo modo que prohibir circular a más de 130 km/h con automóviles que van a 260 km/h es una locura, invitar a no sacar un día el coche, cuando te están pinchando para que vayas con él a todas partes el resto del año, es una maldad. En el colegio nos pedían que no nos masturbáramos durante los ejercicios espirituales, pero luego nos llenaban la cabeza con imágenes de vírgenes ligeras de ropa que iban al martirio con cara de gusto. La expresión de gusto se convertía directamente en manifestación de orgasmo cuando eran martirizadas con objetos fálicos.Por si con las imágenes no tuviéramos bastante material pornográfico, los curas se turnaban para hablarnos del sexo y de la castidad y de los tocamientos pecaminosos en sesión continua. Y así un día y otro hasta completar la semana que duraban los ejercicios espirituales. Nos masturbábamos más a lo largo de aquella semana que durante el resto del año. Las jornadas sin onanismo se convertían en olimpiadas sexuales gracias al asesoramiento de un personal especializado que cubría todas las opciones venéreas, pues también se repartían numerosas estampas de San Sebastián en posturas y expresiones que ni en el Kamasutra.
Álvarez del Manzano no nos puede pedir castidad después de pasarse la vida haciendo túneles por todas partes con perforadoras cuya resonancia fálica salta a la vista. Y hace esos túneles para que los penetremos con nuestros automóviles, digo yo, conociendo sin duda la identificación existente en la sociedad actual entre automóvil y pene. Si tienen ustedes la oportunidad de ver el coche oficial de Álvarez del Manzano, con él dentro, introduciéndose en uno de los numerosos agujeros perpetrados durante su gestión, no dejen de observarle y comprenderán lo que digo; o sea, que este hombre nos propone unos ejercicios espirituales sin coche para que no hagamos otra cosa que echarlo de menos. No ha creído jamás en una ciudad sin automóviles. Es más: toda su gestión ha ido dirigida a la utilización del transporte privado. En una ciudad de estas características, un día sin coches puede ser un día infernal para miles de ciudadanos. Por eso, los contribuyentes, que son más sensatos que él, no le hicieron caso el año pasado. Creo que este año va a recurrir directamente al cierre de algunas calles para no quedar en tan mal lugar como en la convocatoria anterior.
Allá él, pero si de verdad quisiera dar ejemplo, renunciaría a su coche oficial no un día al año, sino todos los días de su vida. Si un coche es malo, un coche oficial es el diablo mismo. Pero no lo hará porque no cree en lo que predica. La vida está llena de contradicciones de este tipo, qué le vamos a hacer. Así, mientras el Ministerio de Sanidad subvenciona los planes de desintoxicación del tabaco, el de Industria incentiva su consumo. Rato dice que no puede bajar los impuestos que pagamos por la gasolina porque eso sería incentivar el uso de una energía que no controlamos. Quiere transmitir la impresión de que el Gobierno pretende desenganchar al usuario de esa droga -la gasolina-, cuyo uso provoca más muertos que todas las demás drogas juntas. Pero miente. Si de hoy para mañana dejara todo el mundo de fumar y de consumir gasolina, Hacienda se iba al carajo, incluso aunque el Gobierno rectificara en el asunto de los móviles de tercera generación y reclamara a las empresas a las que han regalado las licencias lo que éstas valen de verdad.
El ejemplo, el ejemplo. Hay que predicar con el ejemplo. Que el consejero de Educación de la Comunidad, pongamos por caso, traslade su despacho a un barracón mientras haya cuatro mil chavales obligados a dar clase en barracones. Son cuatro mil, cuarenta veces cien. ¿Es que no se dan cuenta? Quizá no, porque el consejero tiene un despacho con moqueta en el que no se oye ni el ruido de una mosca, y el alcalde un automóvil con los cristales ahumados desde el que no se percibe la realidad. Más que un día sin coches, es un día con mucha cara dura. Con más caradura que el resto de año, que ya es decir. Casi preferiríamos unos ejercicios espirituales de los de antes. Viva Onán.
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