Chaqueteros
Los franceses la llaman jaquette, los ingleses jacket y los españoles chaqueta. Todos sabemos lo que es, una prenda exterior, con mangas y sin faldones, que se ajusta al cuerpo y llega a las caderas. Procede de los árabes -xacc-, que la introdujeron en Europa y, mientras evolucionaba, supo adaptarse a diferentes climas y culturas sin perder un ápice de su valor: reyes y presidentes la llevan puesta. Sin embargo, es en funciones muy alejadas de la moda indumentaria donde la palabra chaqueta ha adquirido las medallas al (des)mérito político.Los mexicanos, durante su guerra de independencia, llamaban "chaquetas" a los partidarios de los gachupines, metáfora muy fácil de entender entre nosotros, que utilizamos derivados -chaquetear, chaqueteo, chaquetero- para definir al oportunista que anda a la sopa boba y cambia sin vergüenza de lealtad con tal de seguir chupando.
Viene esto a cuento del reciente escándalo organizado por Ramón Antolí, que era edil administrador general de los servicios municipales de Chiva bajo las siglas del Partido Popular hasta que el mes pasado, según parece, resolvió sustituir el software de su chaqueta y hacerse rojeras por un quítame allá esos billetes verdes. La metamorfosis tuvo consecuencias, ya que el alcalde pepero, Joaquín Salvo, se quedó en minoría y hubo de ceder el puesto al sociata José Luis Yebra.
Cuentan los cronistas que en Chiva, tras el pleno municipal, se armó un buen lío y que luego la ejecutiva federal del PSOE suspendió de militancia a los cinco concejales socialistas compinchados con Antolí en la moción de censura, como medida previa a su expulsión por haber incumplido un requisito ético aprobado por las fuerzas políticas democráticas del país.
Quizá lo más asombroso de este caso particular (aunque sólo para quienes aún siguen convencidos de que el PSOE es una parroquia progresista) sea que la transustanciación chaquetera se haya hecho a contracorriente, pues lo lógico hasta ahora venía siendo que tuviese lugar desde las filas de los antiguos revolucionarios hasta el terreno de la pulcra doctrina centrista, y si no que se lo pregunten a los Piqué, Blasco, Birulés y compañía, que en algún momento de sus trayectorias sintieron, al igual que san Pablo, el gusanillo de la conversión, pero como sus viejas ideas marxianas les impedían creer en el alma, decidieron que al menos había que salvar el cuerpo, y en eso no hay quien le gane al PP, a cuya sombra no se halla la vida eterna, pero sí la pasta gansa.
A pesar de que la anunciada excomunión a divinis es un buen signo, no seré yo quien salude el amanecer de una nueva moralidad en los de Zapatero. Creo más bien que estos hijos perdularios de Pablo Iglesias, con buen criterio mediático, buscan adaptar el show business que les da de comer al guión pactado de antemano con sus coleguis del PP, porque incluso entre charlatanes es conveniente la ley y el orden.
Por otra parte, descartadas de plano las razones ideológicas de este u otro chaqueteo, así como la posibilidad de que los partidos en liza pretendan mejorar el mundo, el tránsfuga Antolí me parece un espécimen digno de psiquiatra. ¿Qué político neoliberal, en su sano juicio, se aliaría con la morralla que hoy cumple condena en el Purgatorio?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.