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GENERACIÓN NÓMADA

Sembrar la ciencia en la tierra sin dueño GERARD BAGUÉ

Mlomp, un poblado del sur de Senegal que en la época de la recolección del arroz supera los 10.000 habitantes se ha librado hasta ahora de la marea audiovisual -sólo tiene un desvencijado televisor en blanco y negro que funciona con placas solares-, pero la retransmisión de los partidos de fútbol en la pantalla del bar levanta las mismas pasiones que en España. Bernat Riera, un estudiante de ingeniería agrónoma en la recta final de la carrera, quedó muy sorprendido al comprobar que los habitantes del poblado al que había acudido como cooperante conocieran mejor a los jugadores de la liga española que él mismo. Era una anécdota aislada que le ayudó en su rápida aclimatación. A los pocos meses, el tan temido choque cultural se había disuelto como un terrón de azucar en el cálido clima africano. Riera, un acomodado universitario barcelonés, encontraba de lo más natural esperar más de tres horas la llegada de un autobús, regatear en el mercado local, comer con los dedos o prescindir de la luz eléctrica.Bernat Riera se fogueó en las actividades de cooperación y ayuda a los inmigrantes a través de la asociación GRAMC de Teià, en la que colaboró como voluntario en tareas de alfabetización. Su decisión de marcharse a África la tomó mientras cursaba el último año en la Escuela de Agricultura de Barcelona, en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), después de escuchar la conferencia de un escolapio, Paco Bellafont, que ejerce como misionero en el sur de Senegal. La preparación de Riera, ideal para el centro agrícola de Mlomp, hizo que la organización Setem le aceptara entre sus cooperantes. Después de una estancia de dos meses, Riera se enroló un año como voluntario de larga duración y pasado este periodo, todavía se las ingenió para quedarse otros seis meses.

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A diferencia del norte de Senegal, en la provincia de Casamance, en el sur, el clima es húmedo y muy lluvioso durante los tres meses de verano. Es una zona costera al margen de la influencia turística y donde el cultivo del arroz marca la economía y los flujos migratorios. "Es una variedad distinta de la que se come aquí, es más pequeño, sabroso y perfumado", explica Riera. "Mi trabajo obtenía resultados inmediatos: ayudábamos a construir un cercado para alejar a los animales salvajes, un pozo o unas porquerizas..." Los cooperantes del centro realizaban el proyecto y, con un equipo de paletas y carpinteros, colaboraban con los agricultores y ganaderos a hacerlo realidad. En algunos casos, si era necesario, el centro participaba también en la financiación.

"En Mlomp no existe el hambre, pero en la alimentación, basada en el arroz y el pescado, escasea la verdura y la fruta". En la época de las lluvias, el paludismo puede aniquilar a los más indefensos: los niños y los viejos. "Todavía quedan familias que confían demasiado en la medicina tradicional, una mezcla de santería y remedios de herbolario, y desgraciadamente a veces se acude al médico cuando ya es demasiado tarde".

Los viejos remedios demuestran una gran eficacia en algunas especialidades, como la traumatología.

El proyecto de Mlomp intenta evitar que los jóvenes de la población emigren a la capital. "Se da un curso de agricultura de tres años de duración para jóvenes de entre 14 y 18 años, de manera que después puedan cultivar un trozo de tierra". En Mlomp la tierra no tiene dueño. "Es más, ¡hasta hace poco tiempo la propiedad privada estaba mal vista!", destaca Riera. Es el jefe de la comunidad quien distribuye las zonas de cultivo, pero los frutos serán para la familia del agricultor.

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Bernat Riera se esforzó en hablar el diolá, la lengua propia de la etnia, a pesar de que casi todo el mundo ha acabado por adoptar el francés. "Es una lengua que tiene menos de un millón de hablantes y, al carecer de reconocimiento oficial, está en peligro de desaparición. Como catalán, me entendí en seguida con ellos y comprendí las reivindicaciones de su cultura marginal." Riera sólo tiene buenas palabras hacia los habitantes de Mlomp: "Tienen una curiosidad innata, son acogedores y agradecidos". La existencia de una guerrilla independentista, cuyas motivaciones originarias se han vuelto más turbias, está contribuyendo, según Riera, a desgarrar la zona. "La gente no habla de eso por prudencia, pero ya no tiene el apoyo popular de sus inicios".

La experiencia africana ha reafirmado a Riera la vocación de trabajar en el tercer mundo. Está decidido a embarcarse inmediatamente en una experiencia similar y tiene muy claro que lo suyo no ha sido la aventura juvenil que antecede a una vida aburguesada.Desde que volviera de Senegal, hace tres años, Riera ha terminado las asignaturas que dejó colgadas y ha culminado el proyecto de final de carrera. Además, ha orientado su preparación académica para encontrar un puesto de cooperante. Desde el 13 de julio realiza un curso de verano en la universidad de La Habana sobre agricultura tropical y desarrollo rural sostenible.

La familia no le pone impedimentos. "Al contrario, ellos siempre me han apoyado." Saben que su apuesta tiene un riesgo. "No todo el mundo está dispuesto a acudir, en cualquier momento, a cualquier rincón del mundo por un tiempo indeterminado".

Algunos amigos, pocos, le tienen por un bicho raro. Y lo cierto es que cuando regresó a la civilización tecnológica, que es la suya, necesitó mucho tiempo para librarse de la extrañeza y la desorientación que le invadió.

SETEM. Bisbe Laguarda, 4. Barcelona 08001. Información Internet: www.pangea.org/setem/ E-mail: setem@pangea.org

Consuelo Bautista

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