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¿Quién sube los precios de la gasolina?

Un complejo mecanismo de decisiones económicas y políticas está detrás de las alzas en los combustibles

Fernando Gualdoni

De pie frente a un surtidor de gasóleo, un consumidor espetó la mañana del miércoles pasado al encargado de la estación de servicio: "¿Otra vez han subido el precio?". El encargado asiente sin decir palabra, con gesto de ¡qué le vamos a hacer! ¡Yo no fui! "¿Sólo Cepsa las ha subido?", pregunta molesto el usuario. "Hoy sí", contesta el servidor, "pero hace unos días ya las había subido Repsol". "Ya", dice con resignación el conductor del coche, "póngame 6.000 pesetas, a ver hasta dónde llego esta vez".¿Quién tomó la decisión de incrementar el precio en la compañía petrolera?

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El primer eslabón

De pie frente a un surtidor de gasóleo, un consumidor espetó la mañana del miércoles pasado al encargado de la estación de servicio: "¿Otra vez han subido el precio?". El encargado asiente sin decir palabra, con gesto de ¡qué le vamos a hacer! ¡Yo no fui! "¿Sólo Cepsa las ha subido?", pregunta molesto el usuario. "Hoy sí", contesta el servidor, "pero hace unos días ya las había subido Repsol". "Ya", dice con resignación el conductor del coche, "póngame 6.000 pesetas, a ver hasta dónde llego esta vez".¿Quién tomó la decisión de incrementar el precio en la compañía petrolera? El comité de precios de la compañía de que se trate. En principio, los comités de precios de las petroleras no tienen en cuenta cuestiones políticas para resolver, sólo de mercado. No obstante, la decisión última sí puede estar sujeta a una gran carga política. Esto es lo que está sucediendo en estos momentos en las petroleras españolas. Ninguna decisión de subir los precios ha estado basada sólo en los fundamentos del mercado en el último año. En cada incremento se ha tenido en cuenta el malestar popular por la escalada de los precios y la presión del Gobierno para evitar que suban y que el control de la inflación se les vaya de las manos.

La cuestión de los costes

Hay un grupo de personas (entre 20 y 30) que en cada petrolera componen el departamento comercial. El primer eslabón de la cadena que decidirá subir o no los carburantes es un grupo de analistas que todos los días sigue desde sus terminales de ordenador la evolución del precio internacional del crudo en el mercado de Londres. Miran una línea que desde abril de 1999 sube y sube. A veces baja un poquito, pero vuelve casi de inmediato para arriba. Esa línea es la cotización del barril brent, el tipo de crudo de calidad media alta que sirve de referencia para Europa. El valor del barril (158,9 litros) ha pasado de 9,98 dólares a 31,89 entre finales de diciembre de 1998 y el viernes último. Ha aumentado un 219,5% durante ese periodo.Los expertos, a la par de la evolución del brent, sondean constantemente el precio internacional de las gasolinas y el gasóleo. En este caso, las referencias son los puertos de Rotterdam y Génova. Los precios del gasóleo y la gasolina con plomo son seguidos preferentemente en el Mediterráneo por dos razones muy claras: porque es la zona de influencia para España, y en el caso específico de la súper, porque sólo se comercializa en Génova debido a que España, Italia y Grecia son los únicos miembros de la UE que la utilizan todavía, y hasta el 31 de diciembre de 2001.

En el mismo periodo en que la cotización del crudo se incrementó más de un 200%, el precio internacional de la gasolina sin plomo subió un 321%, mientras que el del gasóleo, un 294%. En España, el precio de la sin plomo para el consumidor aumentó un 29,6%, y el del gasóleo, un 31,8%. En esta evolución tan dispar ya se empieza a notar cómo las decisiones políticas dentro de las petroleras fueron superponiéndose a las de mercado. El periodo en el que la evolución de la cotización internacional de los carburantes más se separa de la de los precios en España es a partir de junio de 1999, mes en el que el Gobierno comienza a presionar a las petroleras para que no suban los precios. El Ejecutivo no deseaba un desborde de la inflación que terminara manchando a finales del año pasado una tabla macroeconómica impecable según los actuales estándares internacionales de prosperidad. Y menos aún si esa mancha aparecía sólo tres meses antes de las elecciones.

Por último, los analistas observan la evolución del tipo de cambio euro-dólar y peseta-dólar. Se asustan, claro. El euro se ha desvalorizado en torno a un 25% desde su nacimiento el 1 de enero de 1999 y un 12% en lo que va de año. Es decir, que si un petrolera gastaba hace un año y medio un euro por cada litro de gasóleo, ahora tendría que pagar 1,25 euros por el mismo litro, aun cuando el coste de éste no hubiese variado en absoluto. Pero encima el precio sí varió, y al alza.

Munidos de todos los datos, los responsables a cargo del departamento comercial se reúnen con sus jefes. El comité está alrededor de la mesa.

La reunión decisiva suele ser bien entrada la tarde o casi noche, cuando los mercados han dicho la última o a lo sumo la penúltima palabra del día. No obstante, este encuentro no suele ser el único a diario. Antes de esa reunión, los departamentos a cargo de la red de gasolineras (área comercial) y de compraventa de crudo en el mercado internacional (otro equipo de entre 15 y 20 personas que se encarga de abastecer la compañía de crudo y productos petrolíferos) ya han intercambiado muchas veces información. Unos hablan de la evolución del mercado en el día, los precedentes y las perspectivas, y los otros, de cuánto han pagado por el petróleo necesario para recuperar las existencias de la compañía, cuánto prevén que costarán las próximas adquisiciones y cuánto han gastado de momento.

Junto a lo que ha sucedido en la jornada en el mercado internacional del petróleo, de los carburantes y de divisas, los analistas también resuelven una ecuación: la del impacto de los costes internacionales en los propios de la compañía. Aquí, el comité de precios tiene en cuenta que por cada litro de carburante que vende tiene un coste adicional al del producto de entre 12,5 y 20,3 pesetas. Hay dos tipos de coste, los variables (comisión de la gasolinera, inventarios, transporte, etcètera) y los fijos (amortización de las instalaciones, matenimiento y comercialización). Al jueves pasado, el coste internacional de un litro de gasóleo era de 50,95 pesetas por litro, y el precio antes de impuestos en España, 59,08 pesetas. Es decir, que el precio del gasóleo en España sin impuestos está 4,37 pesetas por debajo de su coste para la empresa.El comité de una petrolera española decide subir los precios cuando esa diferencia negativa de cuatro pesetas aumenta. No obstante, esa decisión impide simplemente que las pérdidas aumenten, no las hace desaparecer. La opción es contraria a las leyes del mercado. Si el comité se ajustara sólo a éstas, el precio del gasóleo debería aumentar unas siete pesetas. Ahora bien, si las petroleras no suben esa cantidad no es porque sean altruistas, sino por la presión del Gobierno y porque si lo hicieran, no sólo bajaría la demanda, sino que además habría piquetes de agricultores, pescadores y transportistas en cada esquina de cada ciudad española.

Aquí entra de lleno la cuestión política. El comité, en estos tiempos de malestar social, no decide sin consultar a los más altos ejecutivos de la compañía. Los analistas pueden decir que hay que aumentar en tanto los precios, sus jefes pueden apoyarlos o no, pero son Alfonso Cortina, presidente de Repsol YPF, y Carlos Pérez de Bricio, presidente y consejero delegado de Cepsa, los últimos responsables de la decisión.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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