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Vigilantes del bosque

"Con nuestra presencia los payeses están más tranquilos, pero los mejores vigilantes de los bosques son las personas que los habitan". Eva Antonell, una bióloga en ejercicio que pasa el verano trabajando como vigilante forestal en el servicio de la Diputación de Barcelona, se siente comprometida con su tarea, pero entiende que su trabajo es una necesidad que se ha creado debido al modelo de campo catalán que se está definiendo en los últimos años: un campo con muy poca población y muchas casas deshabitadas."Mientras tengamos una gestión del territorio como la actual, seremos necesarios", afirma esta joven de Santa Maria d'Oló (Bages), que trabaja habitualmente en una consultoría ambiental y que en verano, desde hace siete años, pasa los días en solitario oteando el paisaje, pendiente de que se produzca cualquier columna de humo para, en el instante mismo en que la vea, dar aviso a los servicios de extinción.

Esta bióloga es una de las 200 personas distribuidas por la provincia de Barcelona que se dedican a vigilar el bosque. Se les define como informadores y su trabajo diario consiste, además de en detectar cualquier incendio forestal, en hacer unas rutas en coche por uno o dos términos municipales visitando los puntos de máximo riesgo, las orillas de las carreteras, las fuentes, las rieras. Advierten de la prohibición de encender hogueras en verano a quienes lo intentan y en el caso que ya hayan encendido un fuego, deben persuadirles para que lo apaguen. "Siempre de buen rollo", indica Eva Antonell. Este año regalan incluso un bolígrafo a los usuarios del bosque.

Eva Antonell asegura que su tarea y el resto de actuaciones divulgativas sobre prevención están dando sus frutos. Son cada día menos los grupos que hacen fuego; las acampadas en áreas donde no está permitido han desaparecido prácticamente en la zona de vigilancia de Antonell, que es la de su pueblo, y las actitudes de los que incumplen la norma han ganado en racionalidad.

"A veces no te hacen caso, o te intentan distraer mientras dan una vuelta más a las costillas que están asando. Muchos aseguran que ellos son los más civilizados y que no causarían un incendio jamás", explica. "Pero mi deber es advertirles de que su actividad entraña riesgo". Siempre de buen rollo. Pero si los infractores hacen caso omiso, ella se encargará de comunicarlo de inmediato a su centro coordinador y éste a los Agentes Rurales de la Generalitat.

Es cierto que la gente es ahora más consciente del riesgo que entraña arrojar una colilla encendida. Pero sigue ocurriendo. Y si la colilla prende, Antonell lo tiene claro: o se actúa muy rápido o el incendio puede llegar a ser muy importante.

Para que la actuación sea rápida es imprescindible mejorar la coordinación entre los distintos grupos que intervienen, y se está avanzando en ello, pero aún es mejorable. Este año, por ejemplo, comparten cartografía de la misma escala con los bomberos y su grupo tiene una estrecha relación con las Asociaciones de Defensa Forestal (ADF), integradas en muchos casos por payeses de la zona y voluntarios de los pueblos. La misión de Antonell es comunicar incidencias, y puede hacerlo a través de la emisora fija que tiene en el vehículo, en una frecuencia que también es conocida por los agentes rurales y los bomberos, mediante una emisora móvil de la ADF, o con un teléfono móvil personal.

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También es importante la información que ella recibe, especialmente la relativa a las previsiones meteorológicas. Se considera una situación metereológica adversa cuando se dan altas temperaturas, bajos niveles de humedad y viento fuerte, especialmente grave si sopla de poniente. "Este año, el mes de julio ha sido un regalo", dice Antonell, por las lluvias y por las suaves temperaturas. Pero agosto está resultando muy seco. Ahora mismo, el riesgo de incendio es alto en buena parte de Cataluña. En cualquier caso, "nunca se puede estar tranquilo con un bosque mediterráneo", dice.

Entre quienes pasan tres meses en lo alto de una torre vigilando el paisaje y el paisanaje predomina el perfil de persona joven, tranquila, sosegada, sociable, en muchos casos alumno de estudios forestales, que busca ganar un dinero con un trabajo en contacto con la naturaleza. Algunos, como Eva Antonell, se reenganchan cada año a este pacífico ejército que, pese a estar remunerado, tiene aún mucho de solidario.

Susanna Saez

Un ejército de 15.000 efectivos

El cuidado de los bosques está en manos de un ejército de casi 15.000 miembros, integrados en en distintos cuerpos y grupos, algunos profesionales, otros voluntarios. Cataluña invierte este año más de 4.500 millones de pesetas en las tareas de vigilancia y extinción de incendios forestales.El contingente de efectivos que depende de la Generalitat se compone de 3.949 bomberos, 1.342 auxiliares forestales, 722 miembros del Servicio de Agentes Rurales y de Prevención de Incendios Forestales y más de 7.200 personas vinculadas a las ADF (Associacions de Defensa Forestal), además de 741 miembros de los Voluntarios Forestales. A ellos hay que añadir más de 400 vigilantes dependientes de la Diputación de Barcelona.

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