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Tribuna:SOBREVIVIR EN EL ASFALTO
Tribuna
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El mundo real JAVIER CERCAS

Javier Cercas

Una vez le preguntaron a Einstein cómo sería la tercera guerra mundial. "Ni idea", contestó. "Lo único que sé es que la cuarta será a pedradas". Ya ha ocurrido: un submarino nuclear ruso estalló con toda su carga y este paisaje lunar de apocalipsis -las tripas de una montaña negra de greda y cortada a pico- es todo lo que queda después de que la catástrofe se haya consumado. Como Dios aprieta, pero no ahoga, el otro superviviente del desastre no ha sido Sánchez-Dragó, sino la imponente amazona pelirroja que tengo enfrente. La amazona se vuelve: es Margarita Casacuberta, alias Mita. Entonces, devuelto de golpe al mundo real, advierto que estoy en la falda de El Cruscat, en La Fageda d'en Jordà, un bosque cercano a Olot donde, como dice un poema memorable de Joan Maragall, al caminante "li agafa un dolç oblit de tot el món". El Cruscat es el volcán más grande de la Península Ibérica, y el más joven, pues su última erupción se produjo hace sólo unos 11.500 años. En cuanto a Mita, que hace poco publicó uno de los libros más originales que yo he leído en catalán en los últimos años -Els noms de Rusiñol-, es autora, junto a Joan Sala, de una suerte de biografía cultural del Olot moderno (pero la biografía de una ciudad es a menudo la biografía en miniatura de un país), una ciudad que a finales del XIX encarna para el nacionalismo conservador una suerte de ideal de la catalanidad, que vive su periodo de esplendor en los años 20 y 30 y que, tras el apocalipsis de nuestra enésima guerra civil -la siguiente será a pedradas-, empieza a recobrar la vitalidad cultural en los 60 y 70. Bien: dado que en El Cruscat no se ve asfalto por ninguna parte, comprendo que he vuelto a equivocarme de crónica, pero, como resulta que en Olot se celebra la IV Bienal de fotografía -ese arte que en teoría se ocupa de reflejar mundo real y que durante varias semanas satura con trabajos llegados de todas partes las galerías de la ciudad, y sus bares, restaurantes y edificios públicos-, me acerco hasta Olot.Lo primero que me muestra Mita al llegar son las casas de Joaquim y Marià Vayreda, acaso los dos representantes más notorios de la llamada Escola d'Olot. Wilde decía que los poetas laquistas se inventaron la niebla del Támesis; digo yo que a lo mejor los pintores de Olot se inventaron el paisaje catalán. De lo cual se deduce que el mundo real no es nunca lo que vemos, sino lo que nos enseñan a ver. De lo cual se deduce que a lo mejor el submarino ruso ha estallado de verdad y nadie nos ha enseñado a ver todavía el paisaje de apocalipsis que nos rodea. De lo cual se deduce que a lo mejor es Sánchez-Dragó, y no una amazona pelirroja, quien está presentándome a David Santaeulàlia, un tipo muy joven (pero algo más que El Cruscat) y muy listo (pero algo menos que Einstein) que dirige el Museu Comarcal de la Garrotxa, donde se celebran algunas de las exposiciones de la Biennal, entre ellas una de fotoperiodismo: Fotopress 99. En teoría, la diferencia entre el fotoperiodismo y la fotografía digamos artística es que el primero documenta la realidad, mientras que la segunda la crea. Naturalmente, la teoría es falsa: según ella, Miserachs, digamos, hizo fotoperiodismo, pero lo cierto es que él es uno de los inventores de la Barcelona de la posguerra -como los laquistas de la niebla del Támesis y los hermanos Vayreda del paisaje catalán-, porque nos ha enseñado a verla. Sobre todo eso -sobre la capacidad de invención de la fotografía y sobre nuestra precaria percepción del mundo real- reflexionan un reportaje casi borgiano de Martí Llorens, que ofrece una serie de fotografías apócrifas pero minuciosamente documentadas, y otro de Sofía Moro, que es un retrato moral de un grupo de veteranos de nuestra última guerra civil, en el que un piloto del ejército republicano tiene cara de falangista romántico, y dos viejos anarquistas un aire inconfundible de antiguos votantes de la CEDA, y el primer piloto español destinado en la Legión Cóndor es el vivo retrato de Eugeni Xammar, de lo cual se deduce que todas las guerras civiles -se libren o no a pedradas- son más complicadas de lo que parecen.

Al salir del museo me compro La comarca d'Olot, un semanario que, porque la biografía de un semanario puede ser también la biografía en miniatura de una ciudad y un país, hasta 1969 se titulaba ¡Arriba España! Como casi hacen falta 11.500 horas para ver todas las exposiciones de la Biennal, Mita y Santaeulàlia me acompañan a ver unas pocas, entre ellas una de Isabel Muñoz -ocupada por negros broncíneos con un toque Mappelthorpe-, otra de Ouka-Lela -con fotografías pintadas con colores pop- y otra de Colita -que ofrece una biografía sintética de Serrat y, en consecuencia, una biografía en miniatura del país-. Finalmente llegamos a la iglesia de Sant Ferriol, un local vacío y oscuro en una de cuyas paredes se proyectan diapositivas de fotos de Daniel Riera en las que aparecen tipos en pelotas, felices y haciendo el ganso lejos del asfalto, en el calor del verano. De repente siento un dulce olvido de todo el mundo y una terrible nostalgia anticipada del verano que, fuera, en la calle, sin cesar nos abandona. Como la luz declinante de esta tarde que se acaba. Como el mundo real.

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Sobre la firma

Javier Cercas
Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Es autor de 12 novelas que se han traducido a más de 30 idiomas y le han valido prestigiosos galardones nacionales e internacionales. Ha recibido, además, importantes premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera. Es miembro de la Real Academia Española.

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