Dos minutos largos y tradicionales
'Jafar' ganó en Lasarte la 32ª edición de la Copa de Oro, una de las principales pruebas de la temporada hípica
Son los dos minutos largos más esperados de cada temporada en el hipódromo de San Sebastián.Éso es lo que aproximadamente tarda el caballo ganador en cubrir los 2.400 metros de la Copa de Oro, la cita anual más importante del calendario hípico donostiarra. No es para menos, cuando ya se han celebrado 32 ediciones y cuando están en juego más de nueve millones: los seis que se lleva el ganador y los tres que vale la enorme copa. Ayer fueron para Jafar, de la cuadra Ehun.El público que se acercó ayer era, como siempre, variopinto. Incondicionales del turf y muchas familias, eso sí. El ambiente es muy familiar en el hipódromo vasco porque es pequeño y acuden muchas familias. Es algo que le diferencia de otros, explicaba ayer Fernando Savater. De hecho, el hipódromo donostiarra dispone desdse hace no mucho de ponys para crear afición entre los más pequeños. "Aquí no se ven esos hombres solos obsesionados por apostar y apostar", aseguraba. En otros sitios, en cambio, son multitud.
Y es que apostar unas pesetillas es uno de los alicientes para quienes van de cuando en cuando a los caballos y para quienes son asiduos. Señalaba de todos modos el escritor y filósofo que los muy apostadores, los que apuestan mucho y a menudo, frecuentemente ni disfrutan de la carrera. "A menudo ni la ven". No siempre se puede apostar. En la pasada copa del mundo fue imposible porque se celebró en Dubai, en Emiratos Arabes, donde el juego está prohibido.
Savater tiene previsto hablar esta tarde sobre la relación entre San Sebastián y su hipódromo -aunque esté en otro municipio, la ciudad lo considera tan suyo como la Concha-. Será en el Museo San Telmo a las siete y como parte de la exposición Atarian, que repasa los 800 años de la historia de la ciudad. Fue él mismo quien al ver el programa de la muestra revindicó un espacio para la vertiente equina de esa historia. Cierto es que los tiempos actuales no son los más gloriosos del hipódromo, pero también las pruebas que acoge atraen a seguidores y a espectadores curiosos.
Incondicionales de Lasarte como Savater hay pocos. Lo considera el "más entrañable" de los hipódromos que conoce. Empezó a ir con su padre, gran aficionado, a los "cuatro o cinco años". La primera victoria que recuerda es la de Txipiron, que pertenecía a la duquesa de Valencia, en "una tarde que llovía a cántaros".
Si los organizadores de la copa dieran un premio al seguidor más fiel de esta pueba, él tendría muchos boletos para llevárselo. "Sólo he faltado una vez", afirmó, antes de matizar que quizá fuesen un par de veces que él recuerde. Tuvo que ausentarse por las malas notas. Por quellos años estaba en la universidad y se tuvo que quedar estudiando y ver la prueba por televisión. "Fue el año que ganó Terboch", recuerda, aunque sin la certeza de qué año fue. Era 1971.
Explica Savater que el hipódromo de Lasarte vivió sus mayores glorias durante la Primera Guerra Mundial cuando la contienda hizo que Francia y Gran Bretaña dejaran de acoger carreras de caballos. Ahora, cruza los dedos para que el hipódromo madrileño de La Zarzuela reabra pronto sus puertas porque los cuatro años que lleva cerrado han perjudicado al turf en España.
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