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Tribuna:
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A (des) propósito de Terra Mítica (y II)

La inauguración de Terra Mítica se ha visto ensombrecida, o al menos distraída, por avatares difícilmente entendibles desde el más elemental sentido común. En primer lugar, se correlaciona esa inauguración con una manifestación de los bomberos valencianos, reprimida por las fuerzas de orden público con un rigor, al parecer, muy por encima de la amenaza que suponía el ejercicio de tal derecho laboral. Por cierto, seguro que todavía hoy son muchos los niños que se identifican más con los bomberos y su arriesgado servicio civil, que con los personajes de ficción de muchos parques temáticos. En segundo lugar, llegar a pensar que los empleados de Port Aventura se han trasladado hasta Terra Mítica el día de su apertura al público para boicotear el proyecto, resulta cuanto menos esperpéntico. Si el parque estaba en condiciones de abrir, no será alcanzable ese objetivo. Y si el parque no estaba todavía en disposición de operar, resulta más conveniente aguardar al momento adecuado y no crear falsas expectativas.A su vez, qué más da abrir en julio o en septiembre. Si Terra Mítica es el mayor parque de Europa (sic), en atención a parámetros de comparabilidad todavía desconocidos, y se prevé que en cinco años estará amortizado (sic), pues que se amortice dentro de cinco años y dos meses. No es admisible que no operar durante la campaña turística del año 2000 sea suficiente hipoteca para tan ambicioso proyecto.

Entre tanto, resulta frívolo y mezquino desenterrar batallas entre intereses catalanes y valencianos, por las quejas o reclamaciones planteadas por un reducido grupo de visitantes descontentos, que inevitablemente siempre se producen en estos espectáculos. De ahí a pensar que es una campaña orquestada por la competencia, va un abismo tan profundo como la estulticia de quien ha podido canalizar tan tormentosos presagios. ¿Es que los empleados de El Corte Inglés no pueden comprar en Carrefour y protestar y exigir que les devuelvan su dinero si no quedan satisfechos? ¿Existe derecho de admisión en Terra Mítica para empleados de empresas de la competencia? Parece un disparate. Mas no se olvide que las quejas las han suscrito inclusive el público invitado en los días previos a la apertura definitiva, lo que dice mucho de la situación, porque o los invitados son unos desagradecidos, o los infortunios que se dan cita en el recinto del parque son de órdago.

Empero, resulta sintomático, a la vez que contradictorio, recordar con la antelación que se ha venido informando de los múltiples éxitos de Terra Mítica en eventos comerciales de carácter turístico, de las reservas efectuadas por los touroperadores para visitar el parque, etcétera, lo cual debía haber exigido una planificación de las obras algo más atemperada, y eso que no se escapa cómo se han doblado los turnos de trabajo y el ritmo frenético al que se ha ejecutado el parque.

También se han escuchado argumentos cercanos a la alta tecnología como motivos de los desfases sufridos en el arranque del parque, lo que ratifica la imperiosidad de la transferencia de tecnología que sólo proporciona un socio experto en estas lides. Aun así, es menos aceptable la interferencia tecnológica, contando con experiencias próximas, como la de Futuroscope en Poitiers, el cual exporta alta tecnología a otros parques temáticos. Ése es un parque pequeño, cercano y con tecnología punta, del que es factible aprovechar su know how, para que esa tecnología deje de ser una barrera y se transforme en un acicate en el parque valenciano. De lo contrario se corre el riesgo de que Terra Mítica acabe adquiriendo tecnologías tan novedosas, como las que marcaron los fastos de la inauguración de la Expo de Sevilla en 1992.

Dicho lo anterior, ha llegado el momento de desechar cualquier bravata y hecha la obra cabrá arrimar el hombro y tratar de corregir y/o reorientar todo lo que se esté a tiempo, con objeto de convertir Terra Mítica en algo útil y motivo de orgullo por si mismo, no por las bravuconadas ajenas a los más esenciales principios de responsabilidad en la gestión de un proyecto de esta envergadura. Defender lo positivo y resolver lo negativo. No caben más soluciones a estas alturas.

Pero los conciudadanos valencianos ¿qué obtenemos de disputas, beligerancias y huidas hacia adelante? ¿Estaremos más orgullosos de nuestro valencianismo, lo afianzaremos si se demuestra que efectivamente acudieron empleados de Port Aventura a desprestigiar el parque valenciano, por el lógico hecho de reclamar que se les devolviese el dinero por los servicios que habían pagado y no habían recibido? Acaso no es de pura lógica tener interés por conocer un negocio de la competencia. ¿Es que tal acción arruina ya Terra Mítica? Descargar en negocios de la competencia las frustraciones propias, es un modo de regresar a los tiempos en que el honor patrio de los valencianos descansaba en estupideces propias de un complejo de inferioridad.

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Por último, se desea concluir estas reflexiones en voz alta con las opiniones más autorizadas que, desde una cierta lejanía, nada afectada por prejuicios, nos llegan sobre Terra Mítica. Todo distanciamiento alumbra sombras que la proximidad no siempre advierte. Así se enmarca la opinión poco sospechosa de mantener intereses en el ámbito de los parques de ocio, como la que representa el profesor y maestro Antonio Elorza, catedrático de pensamiento político de la Universidad Complutense, que tanto nos enseña a través de sus trabajos y ensayos sobre la historia y política reciente de España. El profesor Elorza en una contribución periodística publicada en la edición dominical de EL PAÍS del pasado día 20 de julio (página 15), abundaba en lo que procede calificar de despropósitos, al señalar de Terra Mítica: "su impresentable decorado de peplum barato, al que empresarios y peperos (sic) han tenido la osadía de llevar al príncipe Felipe como señuelo publicitario".

A fortiori, añade el profesor Elorza su estupefacción al advertir que la atracción del Ave Fénix de Terra Mítica, con su mástil, ascensor y águila, recuerda una "terra mítica" poco mediterránea, concretamente del Congreso de Nüremberg de la Alemania nazi. Esas contradicciones en la recreación histórica responden sin duda a la confianza en guionistas familiarizados con la fantasía, pero no con la historia.

Vicente M. Monfort es profesor asociado de la Universidad Jaume I de Castellón. vmonfort@emp.uji.es

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