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Campus de verano

Libros de siempre y para siempre

Ana María Matute cree que las lecturas que marcan de verdad son las que se leen en la infancia y en la adolescencia: "Luego descubres otras extraordinarias, que te apasionan, te orientan y te hacen pensar, pero que ya no te marcan". La escritora reveló en el curso de verano de la Universidad Complutense Libros para el tercer milenio los títulos que marcaron su juventud, su particular propuesta de legado para el siglo que viene.Lo primero que impactó a Matute fueron los cuentos de hadas. Perrault, los hermanos Grimm y sobre todo Andersen. De niña se liberó de la timidez que le provocaba su tartamudez con los libros de Stevenson y Verne, y con la saga completa del rey Arturo, de donde le viene esa fascinación por la alta Edad Media que recogió en su penúltima novela, Olvidado Rey Gudú.

Ya con 17 años, la joven Matute se apasionó con las heroínas femeninas de Cumbres borrascosas (de Emily Bronte), Anna Karenina (Tolstoi) y Madame Bovary (Flaubert). De esta última dice que le hizo comprender "lo que una mujer podía llegar a sentir y a sufrir por el entorno social". La marca que la literatura dejó en la entonces aprendiz de escritora se completó con Proust, Shakespeare y Dostoievski. Cuenta que la lectura de Los hermanos Karamázov le llevó a preguntarse: "¿Y después de leer esto tú pretendes ser escritora, desgraciada?".

También pasó por el curso Francisco Umbral, que redujo su canon a dos autores que situó en polos opuestos: "Lo que va a quedar de la literatura de este siglo es el pensamiento light de Borges, que tiene una inmensa popularidad, y el pensamiento existencial de Heidegger, el último filósofo literario, los dos autores más citados y traducidos en cualquier lengua".

El escritor, que publicará en otoño su nuevo libro, Madrid, tribu urbana, aseguró que la literatura sólo sobrevivirá de la amenaza de los nuevos medios de comunicación si se refugia en una escritura barroca, abstracta o surrealista que nunca pueda ser convertida en imágenes. "Hay que hacer más literatura, y no escribir con la esperanza de ser llevado al cine. Eso es un suicidio para el escritor", sentenció Umbral.

El curso fue clausurado ayer por el dramaturgo Fernando Arrabal, una de cuyas obras, El cementerio de automóviles, se estrenará en Santander el próximo día 25 representada por el Centro Dramático Nacional.

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