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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La elección de Gore

Los candidatos a la vicepresidencia estadounidense no ganan elecciones, pero a veces pueden insuflar alguna cualidad necesaria en la campaña de su jefe. Esta argumentación sustenta la decisión del aspirante demócrata Al Gore de designar compañero de fatigas a Joseph Lieberman. El senador Lieberman es una especie de paradigma de la rectitud y los valores acrisolados y debiera tener el efecto de desanclar definitivamente a Gore ante la opinión pública de la sombra de Clinton y el caso Lewinski. Precisamente sobre el descrédito de la Casa Blanca en este episodio se basa una buena parte de la estrategia electoral del candidato republicano, George W. Bush.Gore desarrolla una campaña sin lustre; los sondeos le colocan 17 puntos en intención de voto por debajo de Bush. Con la convención de su partido en puertas, el vicepresidente tenía que hacer algo llamativo para sacudir esta modorra. De ahí la elección de Lieberman, el más notorio crítico de Clinton dentro de su propio partido a propósito del culebrón Lewinski; con el añadido de que se trata de un judío ortodoxo, el primero que asume la carrera a la vicepresidencia por un gran partido.

Como sería un disparate distanciarse del formidable éxito económico de la era Clinton, Gore tiene que buscar al menos un desanclaje moral de su jefe. En el anuncio del tándem demócrata -el martes, en Nashville-, el nombre del actual presidente no fue pronunciado ni una sola vez en 50 minutos por los dos principales oradores. Lieberman, sin embargo, invocó repetidamente a Dios y su fe judía. En la milimétrica operación de mercadotecnia política que son las presidenciales de EE UU, semejante actitud busca disputar al equipo Bush-Cheney los favores de los creyentes, terreno en el que los republicanos llevan muchas cabezas de ventaja a través de su identificación tradicional con la derecha religiosa.

Lieberman es un liberal conservador, mucho más cerca de los republicanos que de los demócratas en algunos temas, y con fama de estar dispuesto a romper con la disciplina de partido en asuntos de conciencia. Pero dista de estar claro si su autoridad moral será suficiente para galvanizar a los demócratas, atraerse a los independientes y arañar entre los republicanos moderados. Al Gore se ha limitado por ahora a derrotar en las primarias a un candidato de escaso fuste, Bill Bradley. Lo duro para él comienza ahora. Para llegar a la Casa Blanca tendrá que reinventarse convincentemente cuando se dirija a la nación el 17 de agosto, desde la convención de su partido en Los Ángeles.

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