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Reportaje:VERANO2000ÁRBOLES CON HISTORIA

El símbolo marchito de Las Tendillas

La historia de este árbol no ha sido larga ni ha tenido un final feliz. La encina de la plaza de Las Tendillas se muere en el vivero municipal dos años después de haber sido trasplantada desde la céntrica plaza de Córdoba hasta estas dependencias, ya que su presencia no casaba con los planes urbanísticos que dieron lugar a la remodelación de esta pieza urbana que da entrada al casco histórico de la ciudad.Su edad no se conoce con seguridad, pero dicen los técnicos municipales que difícilmente supera las tres décadas. Una existencia breve en la que la encina vivió como una reina. El arbusto que crecía ante el edificio de Telefónica fue desde el principio el niño mimado de los taxistas, que desviaban con un canuto el agua de la fuente cercana para regarla durante horas. Así se desarrolló esta encina de tronco liso, que tuvo un crecimiento acelerado, sin las sufridas rugosidades de esta especie.

Con estos mimos han transcurrido sus años, como un elemento más de la plaza, hasta que hace dos años llegó la hora de remodelar la más que deteriorada Tendillas y el ornamento vegetal quedó fuera del plano del arquitecto redactor del proyecto. Más suerte tuvo la estatua del Gran Capitán, que al final se mantuvo en su sitio, pero a la encina no la salvaron ni las protestas ecologistas ni las peticiones de indulto de personajes como la entonces ministra de Agricultura Loyola de Palacio, que se interesó por el árbol en una visita a la ciudad.

La condena no era otra que su traslado a los viveros municipales, una operación que se llevó a cabo con extremo cuidado por parte de los operarios del Ayuntamiento, con la dificultad añadida de que se hizo en verano para no frenar las obras varios meses. Mala época para trasplantar a la encina, que retoñó la siguiente primavera, haciendo creer que se había salvado. Pero ni siquiera el riego por goteo ha conseguido reanimar a este árbol urbano, que esta temporada ha vuelto a declinar. Los jardineros creen que fue la savia que guardaba en su tronco lo que la hizo florecer antes de su definitiva despedida.

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