Diagnosis y solución
Nunca Euskadi ha estado tan destruida en lo político como ahora, como cuando los nacionalistas decidieron construirla bajo un programa nacionalista para ellos solos. Esa política fracasó hace ya bastantes meses, sin que del PNV salga la energía necesaria para corregir su rumbo a la deriva, al socaire de los atentados que ETA realiza, sin impresionarse aún por la palpable situación de tierra quemada que padecemos los vascos. Inconsciente todavía de que sólo ETA ha salido fortalecida de aquella aventura que acabó en su fracaso. Por primera vez en toda su historia el Gobierno vasco es suspendido por la opinión pública según el Euskobarómetro.Esa política iba fracasando incluso durante la tregua por el sectarismo reivindicativo auspiciado por los más radicales, no siempre de EH. El fracaso del PNV en esta reciente aventura vuelve a darse porque ha chocado con la democracia y sus reglas, sustanciadas en el Estatuto y la Constitución. Se puede hablar de vuelta al fracaso porque durante la II República, en un comportamiento semejante, el PNV, precisamente en Estella, enfrentándose al sistema democrático entonces vigente, pactó con alfonsinos y tradicionalistas. A éstos sólo les importaba fraguar un golpe de estado contra la República, estatutos o soberanías originarias más que atraerlos les molestaban, y de hecho acabaron aboliendolos seis años después. Al PNV, que picó en el atajo anticonstitucional e insurgente, le dejaron abandonado a su suerte y fracasado, mal avenido con la República y enfrentado a sus recientes aliados. En aquella ocasión la actitud de socialistas y republicanos facilitó la vuelta del PNV hacia el lado democrático.
No deja de ser significativo el comentario molesto que en aquella ocasión le mereció a José Antonio Aguirre el desentierro del concepto de Euskal Herria que impusieron los monárquicos a lo largo de aquel primer pacto de Estella para oponerlo al de Euskadi. Otra coincidencia.
Pero en esta ocasión las consecuencias son más graves, la debilidad institucional dentro del País Vasco más profunda, porque han sido los partidos que apoyaban al Gobierno vasco instituido democráticamente los que optaron por ir a la aventura con los violentos. Optaron por asumir un pacto con ellos, la creación de foros alternativos a las instituciones estatutarias, como Udalbiltza, minusvalorar el Estatuto con un cierto desprecio para superarlo o romperlo, cortar las casi históricas relaciones con el PSE y las más recientes con el PP, salir en la foto con los radicales, manifestaciones por los presos, por el euskara, en festejos, en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento, debilitando profundamente el marco político-jurídico.
Pero en política no es suficiente el diagnóstico de la situación, es necesaria la búsqueda de la solución. El victimismo capitalizado hábilmente por el PP, basado en atentados espeluznantes, no va a suponer ninguna solución. El PNV debiera, por su parte, ser consciente, como lo fue en la República, de su error para poder corregirlo. Hace pocos años era impensable la posibilidad de un ministro del Interior como candidato a lehendakari, gozando además de gran popularidad, y que sea capaz sin rubor de salir fotografiado en la prensa con un paisaje destrozado por la última bomba. Pues todo ese espacio otorgado y esa necesidad social la generó el PNV marchandose a pactar con los radicales. Debiera ser consciente de la realidad.
La solución, sólo puede venir de la reconstrucción de las relaciones democráticas y sus consecuentes instituciones. Es necesario facilitar el encuentro entre los demócratas y hay que invitar a ello a un PNV actualmente confundido en la trama trágica que él mismo se tejió, porque frente al terrorismo la terapia es democracia, y para fomentar la democracia el encuentro entre los demócratas. Hay que facilitar el encuentro con un PNV que fue pieza clave en el proceso de la transición democrática, pero sabiendo que al PNV que todavía se le puede encontrar tiene que pasar por encima de sí mismo, que el que venga no puede ser el mismo que se fue a Lizarra.
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