El pequeño Vaticano

El empresario vasco Ramón de la Sota descubrió Sagunto en 1900, cuando diversificó el riesgo de su negocio de minería y navíos en el que había acumulado un notable capital. Llegó a través de la sierra Menera, en Ojos Negros, en cuyo interior había grandes reservas de hierro de alta calidad. Pero para ello tuvo que trazar una linea de ferrocarril desde las minas hasta el Mar Mediterráneo. Allí estaba Sagunto entretenido en la agricultura casi desde el neolítico. De la Sota cambiaría su rumbo.Entonces su litoral no era muy distinto de como lo habían encontrado hacía una eternidad Aníbal y Escipión. De la Sota construyó un embarcadero y unos talleres de briquetas y nódulos, y alrededor del millón de toneladas anuales de mineral pulverulento que hasta allí llegaban para ser exportadas a Inglaterra se fue apelmazando un núcleo industrial y urbano vibrante que con el tiempo derivaría en el Puerto de Sagunto.
Pero la guerra europea de 1914 truncó el ritmo de las exportaciones. Las pérdidas impulsarían a De la Sota en 1917 a dar el paso que rumiaba hacía tiempo: construir un establecimiento siderúrgico. El ingeniero Frank C. Roberts proyectó la factoría con cuatro hornos altos y doce toberas de soplado de viento para producir 300.000 toneladas de acero laminado al año. Pero el sueño de De la Sota se rompió en 1936.
Murió en agosto, con la guerra civil recién abierta, y cuatro años después sus bienes serían incautados y se le impondría una multa de 100 millones bajo la acusación de ser militante y protector económico del PNV y de pisotear la bandera española durante un mitin. La Compañía Siderúrgica del Mediterráneo se convertiría así en filial de su principal competidora, Altos Hornos de Vizcaya, y adquiriría el nombre con el que desapareció en los años ochenta: Altos Hornos del Mediterráneo.
En los años veinte, entre la siderurgia y el pueblo que alzaron los trabajadores, se construyó una urbanización privada de lujo destinada a los directivos, ingenieros y gerentes. Los trabajadores de cuello blanco la designaban la Gerencia. Los obreros la llamaron pronto el pequeño Vaticano, a tenor de lo que oían a los jardineros y las chachas, que conformaban el único vulgo que podía acceder a ese recinto protegido.
En su interior había iglesia, oficinas, casino, pagaduría y residencias familiares y de solteros. Estas casas fueron verdaderas mansiones rodeadas de granados, eucaliptos, nísperos, pinos, plátanos, adelfas y palmeras. Hoy es sólo un Beverly Hills oxidado, un esqueleto que todavía transmite la elegancia de un entorno en el que la oligarquía siderúrgica se ponía pajarita para tomar una copa con el rumor del mar y el resplandor de la colada de acero de los hornos Martin Siemens en el crepúsculo. Ahora los hijos del proletariado luchan para evitar que Aceralia construya bungalós sobre este esplendor que les fue prohibido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Archivado En
Últimas noticias
Eurostar suspende sus servicios en el túnel del canal de la Mancha por un problema eléctrico
Francisco Fernández Marugán, el hombre de Estado que siempre estuvo allí
Dabiz Muñoz vuelve a meterse en el vestido de las Campanadas de Cristina Pedroche: “No te pido que me superes, al menos iguálame”
El cirujano acusado de violar a una paciente en Murcia alegó que llevaba mucha ropa y que se mueve por sus problemas de circulación
Lo más visto
- La Audiencia Nacional avala la decisión de Robles de retirar el nombre de Franco a una bandera de la Legión
- Rusia amenaza con romper las negociaciones tras acusar a Ucrania de atacar una residencia de Putin
- Estados Unidos usó drones de la CIA para golpear un puerto de Venezuela ligado al narcotráfico
- Alain Aspect, Nobel de Física: “Einstein era tan inteligente que habría tenido que reconocer el entrelazamiento cuántico”
- Robles exige a Feijóo que pida disculpas por decir que el Ejército no acudió en ayuda de las víctimas de la dana




























































