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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El paciente inglés

Cincuenta y dos años después de la creación del servicio de sanidad pública (NHS) en el Reino Unido, y sobre las ruinas en que lo dejó el thatcherismo, Blair se propone una ambiciosa reforma con la inyección de 5,3 billones de pesetas en los próximos cinco años para lograr los siguientes objetivos: disponer de 7.000 camas hospitalarias más en el 2010, incrementar en 20.000 el número de enfermeros, construir un centenar de nuevos hospitales y contratar varios miles de médicos. La situación del NHS era tan desastrosa que el objetivo de este ambicioso plan es que, a cinco años vista, el plazo entre la consulta al médico de cabecera y el examen por el especialista no se demore más de nueve meses.El famoso NHS, orgullo del Estado de bienestar británico, estaba decrépito. El paciente inglés -pues Gales, Escocia e Irlanda del Norte adoptarán sus propias reformas de forma autónoma- había perdido su paciencia, y reclamaba de Blair y del Gobierno laborista medidas drásticas. La reforma llega tras algunas escandalosas tragedias humanas por falta de medios. Se ha hecho esperar demasiado, y probablemente sus primeros efectos positivos no se dejarán notar para las próximas elecciones, que deben celebrarse antes de dos años. Pero Blair, que ha tomado esta cuestión en sus manos, se revela así como un político alejado de la imagen que algunos han querido dar de él de "una Thatcher sin bolso". Es la oposición conservadora la que ha hecho el ridículo con una crítica sin sentido a este plan de remozamiento del NHS.

El éxito del plan no está asegurado. Para aumentar la plantilla como se propone, el Estado deberá convencer a muchos de los que han dejado el servicio público de salud. Las medidas de protección de los ancianos siguien siendo cicateras. Y los médicos se han puesto de uñas ante la pretensión de que durante los siete primeros años de ejercicio los nuevos titulados que entren en el NHS no puedan ejercer en paralelo en consultas privadas. Con todo, se trata de un programa audaz en el contexto británico, que intenta volver a poner al paciente en el centro de la sanidad pública.

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