El Festival La Mar de Músicas concluye con una asistencia de 51.000 espectadores
Los cubanos NG La Banda cerraron la edición más concurrida del certamen cartagenero
Durante el mes de julio en Cartagena se habló portuñol. El sensual portugués brasileño de artistas como Daniela Mercury, Lenine, Marlui Miranda y Zeca Baleiro se fundió con el español de casi 51.000 espectadores que siguieron noche a noche las actuaciones de la sexta edición de La Mar de Músicas, que celebra este año el V centenario de Brasil. Pero no sólo se oyeron voces brasileñas. Artistas de Cabo Verde, Armenia, Benin, India, Gran Bretaña, España, Cuba, Francia y EE UU se unieron con músicas de raíz contemporánea.
Aires intimistas
El concierto de clausura, el sábado, corrió a cargo de una de las más prestigiosas orquestas cubanas. José Luis Cortés, El Tosco, al frente de NG La Banda obligó al público que llenaba el auditorio Parque Torres a bailar a ritmo de sus particulares danzas del limón, el cangrejo, y las más universales como el mambo, la cumbia y el son montuno, en una noche en la que el ritmo era el gran lenguaje común. Un animado fin de fiesta, anunciado tras la suspensión del concierto de los brasileños Olodum, a causa del saturado tráfico aéreo. Un inconveniente que afectó al programa con otras bajas de última hora como Rita Ribeiro, Edithe do Prato y Mestre Ambrosio.La Mar de Músicas quiso ampliar en esta edición el espectro de los sonidos brasileños más conocidos en España. "No quisimos centrar el cartel en los nombres más populares de la música brasileña, sino proponer figuras nuevas con fórmulas originales", afirma Paco Martín, director del festival. "La riqueza de la música brasileña está en su capacidad constante de renovación, sin perder sus raíces".
El sonido del mangue-beat a cargo de Otto, Arnaldo Antunes y Mundo Livre; la sorprendente reconstrucción de voces y sonidos del mundo amazónico a cargo de Marlui Miranda, o la combinación de las Voces de Bahía en una actuación que reunió a Silvia Torres, Margareth Menezes y Roberto Mendes, interpretando versiones de la chula, una música de esclavos y de calle que aún se canta durante las tareas agrícolas, formaron parte de las propuestas escuchadas durante el mes de julio en Cartagena.
El riesgo de programar artistas nuevos, con álbumes que, en general, dan muestras de un trabajo rico en sutilezas, es pasar la prueba del directo. Actuaciones como la de Otto, Lenine y Chico César se quedaron por debajo de las expectativas que despertaban sus trabajos discográficos. Fue el caso también del esperado José El Francés, que abarrotó el auditorio con un público ansioso por contemplar al autor de Ya no quiero tu querer, que decepcionó a buena parte de sus fans, por su pobre directo.
Pero cada noche sonaba una música diferente. El compositor mallorquín Joan Valent, acompañado por María del Mar Bonet y la Orquesta Sinfónica de Murcia, estrenó en el festival cartagenero Mar de mares, una composición interpretada por su grupo Ars Ensemble. La orquesta estadounidense Pink Martini, por su lado, convocó a un público más cool, amante de la música lounge y de sus versiones de clásicos como Amado Mío y Yolanda.
El cantante armenio Haig Yazdjian evocó, acompañado de su laúd, los aires del Mediterráneo oriental. Los paquistaníes Rizwan Muazzan Qawwali con su propuesta de inspiración sufí, sonidos electrónicos y hip hop, indujeron al público a un estado hipnótico. Mientras los cubanos Orishas, con su poderoso rap caribeño, por el contrario, despertaron pasiones más carnales.
Los platos fuertes de la programación tuvieron como escenario el auditorio Parque Torres, y los conciertos más intimistas se desarrollaron en el Cuartel de Artillería. Pero un tercer escenario, en el Castillo Árabe, concitó, para muchos, las actuaciones más sorprendentes del festival. Los jóvenes brasileños Zuco 103, el español Mastretta, los caboverdianos Simentera, los franceses Kanjar'Og y los catalanes Macaco entusiasmaron al público más trasnochador.Paralelamente a los conciertos ha habido cine, literatura y fotografía. Y así se llegó a la madrugada del domingo al cierre del festival. Sobre la bahía de esta ciudad milenaria y mientras un castillo de fuegos artificiales iluminaba el auditorio, las ruinas excavadas del teatro romano y la dársena del puerto, la voz de Salif Keita anunciaba con la canción Te querré la vuelta de los ritmos africanos para la edición de 2001 que se dedicará a Mali.
La provocadora inocencia de Antunes
Arnaldo Antunes (São Paulo, 1960) se presentó la pasada semana en Cartagena vestido como una momia. Con su traje blanco hecho jirones y sin parar de dar volteretas en un escenario plagado de mensajes luminiscentes, el polifacético compositor demostró que su voz tiene suficientes registros como para cantar como Ian Dury o sonar como Leonard Cohen. Y aprovechó su estancia para presentar Doble (Zona de Obras), su nuevo poemario, una joya gráfica diseñada por Iván Larraguibel.
Cuenta David Byrne en el prólogo de Doble que Arnaldo Antunes es una de esas personas que no ven fronteras en su trabajo. Música, poesía, instalaciones, performances y vídeo. El compositor brasileño responde, según Byrne, a la naturaleza de un niño muy sofisticado que nos pide que analicemos palabras, imágenes, sonidos y textos y que "lo recibamos todo con profunda inocencia porque esa inocencia es más provocadora que cualquier sofisticación".
"Yo grito palabras/ al micrófono/ de la misma manera como/ las dibujo con cuidado/ en la página./ Para transformarlas en cosas,/ en lugar de que/ sustituyan/ las cosas", cuenta Antunes en uno de los versos de Doble.
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