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La revolución digital que preparan las editoriales acabará con los libros agotados

Novedades como el ejemplar a la carta y electrónico modificarán los gustos del lector

La entrada de las últimas tecnologías en las editoriales supone la revolución más importante de las últimas décadas en la edición. Son procesos aún incipientes que cambiarán sustancialmente no sólo el paisaje editorial, sino también los gustos sociales. Para empezar, la digitalización de los fondos de libros iniciada por algunas editoriales pondrá en circulación los volúmenes agotados; el último invento, el libro a la carta, permite obtener un ejemplar personalizado en 10 minutos; el on-line, leerlo en Internet, y el electrónico, conservarlo en un CD. Novedades apasionantes que implican la redefinición del libro.

Experimento

¿Es un libro ese algo que circula por el espacio y se puede leer? ¿O un disco donde podemos consultar, ver imágenes, imprimir...? Para los editores, proveedores de contenidos, todos son libros, independientemente del soporte y distribución, pero coinciden en que el libro exige una redefinición. En menos de cinco años, la irrupción tecnológica afectará al mundo editorial, transformando la relación de los lectores y de los autores con los libros. Ese cambio, que acercará más rápidamente el libro al lector y modificará sus gustos, no ha hecho más que empezar. De momento, las grandes editoriales tienen digitalizados todos los títulos editados desde 1996 , lo que supone que ninguna obra de esas fechas se va a perder.

Queda ahora el paso más importante y también el más difícil, porque plantea problemas de derechos de autor: digitalizar los libros antiguos. Tener esa ingente producción almacenada en discos supone que los títulos estarán siempre vivos en una gran biblioteca virtual, que el lector podrá utilizar según le convenga. Muy activas y pioneras en España en la digitalización de sus fondos son las universidades de Salamanca y Alcalá.

Algunas editoriales, como el Grupo Planeta, que cuenta con un almacén de 6.000 títulos, ya han comenzado a digitalizar la mitad de sus fondos. Esto es, a reconvertir el libro de papel en un disquete. De esta forma, un lector que busque un autor descatalogado podrá disponer de él. Este sistema se denomina impresión de baja demanda. El consejero delegado de Planeta, José Manuel Lara Bosch, explica que cuando recibe una sexta carta de lectores pidiendo algún libro descatalogado, "al tenerlo en disco, lo vuelvo a reeditar en papel, aunque al año vendamos 100 ejemplares, algo impensable con la edición tradicional".

Para Jorge Delkader, director general de formación del Grupo Santillana, lo más importante es digitalizar los libros que se publiquen a partir de ahora (unos 60.000 títulos al año, según el ISBN), porque el mercado aún no está maduro para demandar títulos descatalogados o impresión de baja demanda. El coste de digitalizar un libro no es barato, depende de su estado de conservación, pero, como mínimo, sale a 300 pesetas por página.

Existen editoriales relativamente pequeñas que no se han planteado la digitalización de sus fondos. Como Anagrama. Su fundador, Jorge Herralde, prefiere por ahora mantener los fondos en papel. Sí ha optado por otra innovación, el libro a la carta, que aplicará a textos de los años setenta de antropología y psicología, cuya escasa demanda no soportaría una tirada de 1.000 ejemplares. La política de esta editorial también opta "por alianzas puntuales con otras editoriales para potenciar los fondos", dice Herralde.Uno de los primeros experimentos que pudo tantear el público en España de libro a la carta lo puso en marcha la librería Catalonia de Barcelona en diciembre de 1999. Colas de lectores esperaban atentos a una maquinita que soltaba cada 10 minutos libros a capricho del lector: nombre, dedicatoria, tamaño de letra... La máquina, que cuesta desde 25 hasta 80 millones de pesetas, es un ordenador, impresora en color y en blanco y negro, encuadernador y guillotina. Es condición indispensable para editar un libro a la carta que previamente esté digitalizado. Para el lector, su precio, de momento, es el mismo que el tradicional.

Catalonia empezó con 17 títulos; entre ellos, alguna primicia, como Diálogos sobre la desmemoria. Los tabúes y el olvido, de Juan Goytisolo y Günter Grass. De todos ellos vendió 2.500 ejemplares, que su gerente, Sebastià Borràs, considera "un éxito". Esta innovación tropieza todavía con alguna laguna legal, como los derechos de autor, el depósito legal y que no se tenga el permiso de la editorial. Y otro gran inconveniente: que hay autores que se niegan en rotundo a que sus obras se editen de forma personalizada, quizá porque desconfian de los derechos de autor. Otros, como Stephen King o Ernesto Sábato son sin embargo unos entusiastas y han volcado sus nuevos libros sólo en Internet (a este formato se le denomina libro on-line), al que se accede mediante una dirección, que puede exigir al lector un pago previo.

¿Matarán estos avances a las editoriales? "No", asegura Javier Murga, director de nuevos negocios de Santillana. "Todo lector necesita un mínimo filtro, que es su confianza en una editorial. Somos los intermediarios entre el creador y el lector".

Para las pequeñas librerías esta revolución les preocupa (el miedo a quedarse fuera de juego), pero también "es muy atractiva", dice Fernando Valverde, dueño de una pequeña librería y presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL). Opina que el libro a la carta debe quedarse en manos de los editores e impresores y no de las empresas fotocopiadoras y la salvación para las librerías, que no pueden asumir el coste de la máquina, asociarse.

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