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Tribuna
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Turbulencias PP

Javier Arenas no quiere que se desboque el PP andaluz; Teófila Martínez, más pragmática, reduce las turbulencias del PP en Jaén, Granada y Huelva a meras "cuestiones personales". El primero dio una orden: no quiero problemas en Andalucía. En Málaga, Celia Villalobos recogió el mensaje, arrió velas y abandonó la estrategia de impulsar una alternativa, no sin antes lanzar su valido, Manuel Ramos, gruesas andanadas contra el aparato del PP malagueño, al que acusó de falta de democracia interna. Joaquín Ramírez, Manuel Atencia, Gómez Angulo, respiraron tranquilos. No tendrían motivo alguno ya para filtrar informes sobre Manuel Ramos y el concejal Antonio Álvarez. Las "cuestiones personales" quedaron archivadas. No lo hizo así el el alcalde de Torremolinos, Pedro Fernández Montes, también del aparato. En un dura carta a la militancia del PP acusaba a quienes promovían la renovación de no ser leales a su persona. Dos ex concejales -Marta Huete y José Ávila- han sufrido las iras y la megalomanía del alcalde. Parafraseando al Rey Sol, a Fernández Montes sólo le faltó decir aquello de que "el partido es él".

Lo de Málaga es una minucia, comparado con los frentes que el PP tiene abiertos en algunas provincias andaluzas, como Huelva y Granada. En la primera, el grupo Tartessos tiene los días contados. El expediente disciplinario ronda la cabeza de quienes pretenden ser alternativa a la actual dirección y en Granada, con históricos enfrentamientos, volverán a verse las caras Juan de Dios Martínez y José Luis del Ojo. A Gascón sólo le queda el recurso del pataleo.

Las mansas aguas peperas empiezan a estar revueltas y el objetivo de Teófila Martínez, conseguir 300 alcaldías como primer asalto al Gobierno andaluz, se presenta difícil y más cuando los socialistas, despues del "cambio tranquilo", han entrado en levitación, preparados para recuperar el tiempo perdido, con Chaves al frente, aunque haya quien pretenda mandarlo al cementerio de elefantes. Batalla, de antemano perdida. Lo saben los guerristas andaluces, cada vez menos, y el propio Alfonso Guerra. Su tiempo ya es historia.

JUAN DE DIOS MELLADO

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