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Un grupo islamista radical amenaza en Marruecos a mujeres progresistas

Cuando Aicha Channa supo que su labor era descrita en un par de mezquitas de Casablanca como una incitación al vicio y a la perversión, se echó a temblar. Tenía motivos para estar preocupada porque las amenazas proferidas contra esta sexagenaria dedicada a ayudar a madres solteras marroquíes no emanaban de los islamistas tradicionales de Marruecos, reagrupados en torno al jeque Abdesalam Yasin, sino de un grupo mucho más radical que se ha empezado a constituir, según fuentes del Ministerio del Interior de Rabat.

Envío de armas

"Al escuchar estas acusaciones lo estoy pasando mal, incluso tengo ganas de tirar la toalla, pero después reacciono porque hay que superar esta mala racha y ayudar a estas chicas" que sufren, afirma Channa. Presidenta de la asociación Solidaridad femenina, Channa ha fundado una institución que recoge y proporciona formación profesional a esas madres solteras, generalmente sirvientas embarazadas por el marido o por un hijo de la casa dónde trabajan, que la sociedad marroquí rechaza después de que sus varones acomodados las dejaran encintas. Los islamistas radicales equiparan su empresa con el fomento encubierto de la prostitución.Channa no ha sido la única mujer denunciada desde los púlpitos islámicos. Aunque sus "pecados" son menos graves también han sido atacadas por impías otras mujeres, como Fatima Mernissi o Hinde Taarji, abanderadas del feminismo marroquí. "Somos muy pocas en el candelero", señala Taarji socióloga y autora de un libro sobre la mujer en el mundo árabe.

Las fuerzas de seguridad marroquíes han descubierto recientemente la existencia de una organización "minoritaria y dispuesta a recurrir a la violencia" de tendencia islámica salafista, según reveló a este periódico un alto cargo del Ministerio del Interior marroquí que pidió permanecer en el anonimato. "La ira del grupo se dirige hacia los protagonistas laicos de la vida política y social", empezando por las mujeres. Los imames que profieren las diatribas en las mezquitas simpatizan con el movimiento clandestino pero no militan en sus filas.

Por ahora, las agresiones son verbales pero se teme que no se queden ahí. "Hemos detectado", prosigue el alto cargo, "intentos de introducir cargamentos de armas en Marruecos procedentes de Europa y Argelia y tenemos fuertes sospechas de que podrían estar destinadas a este grupo salafista" cuyo enfoque de la religión es similar al del wahabismo que impera en Arabia Saudí.Esta organización de nuevo cuño tiene vínculos, según la misma fuente, con el tristemente célebre Grupo Salafista de Predicación y Combate que, dirigido por Hassan Hattab, ha regado de sangre Argelia durante estos últimos años rivalizando en brutalidad con los temibles Grupos Islámicos Armados (GIA), el más violento de los movimientos terroristas. Acaso sea por este motivo que estos últimos meses la cooperación antiterrorista entre Rabat y Argel ha mejorado substancialmente.

El profesor Mohamed Darif, un erudito en el islamismo marroquí, confirma que junto con ramas virulentas del salafismo marroquí, cuyos dirigentes en Tánger y Marraquesh son conocidos, ha aparecido una tercera facción, clandestina, encabezada por alguien que se hace llamar Al Bahti y cuyo objetivo "es atacar frontalmente al sistema". "El discurso ideológico del tal Al Bahti es idéntico al del argelino Hattab pero", pero, insiste Darif, "hasta el momento no ha perpetrado ningún atentado".

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En el Ministerio del Interior marroquí se asegura que este nuevo grupo no guarda ninguna relación con los islamistas del jefe Abdesalam Yasin, de inspiración sufí e integrados en el movimiento Justicia y Caridad, tolerado pero no legalizado. Tampoco tienen, por supuesto, ningún vínculo con los moderados del Partido de la Justicia y del Desarrollo, la formación islamista que cuenta con representación parlamentaria.

No existe, por último, ningún nexo entre los salafistas marroquíes y los autores del atentado que en el verano de 1995 costó la vida a dos turistas españoles en el hotel Atlas Hasni de Marraquesh. La familia de una de las víctimas acaba de solicitar a los tribunales de esa ciudad que el Estado marroquí sea considerado responsable civil subsidiario y abone una indemnización de 200 millones de pesetas. Su petición ha sido admitida a trámite, según su abogado.

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