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Las generaciones del poder.

Desde que Ortega les concedió el papel de sujeto privilegiado de la historia, las generaciones han venido disputando a las clases sociales y a los pueblos la primacía a la hora de asumir el protagonismo del cambio social, de modo que en el discurso sociológico hablar de generaciones tiene una connotación fuertemente idealista -especialmente en España-, contrapuesta a la interpretación materialista, para la que los auténticos agentes del cambio histórico son las clases sociales, y a la nacionalista, cuyo verdadero sujeto es el pueblo-nación. Sin embargo, aquí sólo nos interesan ciertas afinidades de comportamiento derivadas del influjo que ejerce el contexto en que se produce la integración de cada grupo de población en la vida social y política, cuando se definen las generaciones como grupos de quince cohortes demográficas consecutivas cuyas fechas de nacimiento coinciden con los años que delimitan las etapas históricas cuyas características son más claramente distintivas, y sus perfiles, más homogéneos.Para interpretar el papel de las generaciones en el gobierno de la democracia española conviene referirse a cinco grandes grupos generacionales: el de la guerra, el de la posguerra, el del desarrollo, el del cambio y el del milenio. Las quince cohortes de la generación de la guerra nacieron antes de 1931 y, como su propio nombre indica, su "hecho generacional" significativo fue la guerra civil, seguida de la mundial. Todas sus cohortes habían completado la etapa de incorporación a la vida activa (social, económica y política) a comienzos de los años cuarenta. Se trata de la generación mayor de edad en el año 2000 y cuenta con cuatro millones y medio de efectivos. Su cohorte de edad más joven llegó a la edad de jubilación en 1995 y tiene actualmente setenta años. Por extensión, en este grupo podemos incluir también a los nacidos antes de 1916 (la generación modernista), cuya edad actual supera los 85 años y cuyos efectivos en 2000 son algo más de seiscientos mil.

Las quince cohortes de la generación de la posguerra nacieron entre 1931 y 1945, y su hecho generacional fue la autarquía económica. Sus efectivos empezaron a incorporarse a la vida activa al término de la Segunda Guerra Mundial y toda la generación era social y políticamente activa -dentro de lo que cabía en aquellos tiempos- antes de 1960, precisamente la etapa durante la que la economía, la sociedad civil y los indicadores de diferenciación económica y de urbanización permanecieron en España por debajo de los niveles alcanzados antes de la guerra. Esta generación cuenta en el año 2000 con seis millones de miembros y es la menos numerosa de las que forman parte de la población activa. Fue una generación educada en el Tiempo de silencio que dio título a la novela de Martín Santos, sólo roto por las vanguardias plásticas, que se las ingeniaron para burlar a la censura empleando la ambigüedad del lenguaje informal y el expresionismo abstracto en la pintura, o el neorrealismo en el cine.

La generación de la posguerra es la que dirigió la transición política, ya que los miembros del Gobierno de la UCD de julio de 1977 pertenecían mayoritariamente a sus grupos de cohortes más veteranas: nueve de ellos habían nacido entre 1931 y 1935, con el presidente Suárez a la cabeza, y cinco, entre 1936 y 1940, con el vicepresidente Abril entre ellos. Sin embargo, cinco de sus miembros -entre los que se contaba el vicepresidente Fuentes Quintana- provenían aún de la generación de la guerra, y también pertenece a este grupo el sucesor de Suárez, Calvo Sotelo. Excepcionalmente, el miembro más veterano del primer Gobierno de la transición provenía de la generación modernista, y no es casual que se tratase de un profesional de la milicia: el vicepresidente primero Manuel Gutiérrez Mellado.

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Por su parte, el Gobierno socialista de 1986 se nutriría principalmente del grupo de cohortes más jóvenes de esta misma generación de la posguerra, ya que ocho de sus miembros -con el presidente González a la cabeza- habían nacido entre 1941 y 1945, y cuatro -incluido el vicepresidente-, durante el quinquenio precedente (1936-1940), que es el periodo central de los que definen a esta generación. En conjunto, en casi diez años, las edades de nacimiento del núcleo generacional dirigente se habían desplazado otros diez años. El Gobierno socialista de 1986 ya sólo contaba con un ministro nacido entre 1931 y 1935 y con otro nacido entre 1926 y 1930. Además, con él se incorporaron por primera vez al Ejecutivo tres personas nacidas entre 1946 y 1950, pertenecientes ya a la generación nacida entre 1946 y 1960, cuya integración en la vida social, política y laboral se produjo entre 1960 y 1974, antes de la crisis de los setenta, periodo durante el que se registró la culminación del desarrollo, que es el fenómeno de relevancia histórica que da nombre a esta generación, de la que habían de nutrirse principalmente los Gobiernos socialistas de la década subsiguiente.

Esta última es la generación que experimentó con mayor intensidad el proceso de urbanización y de cambios estructurales, y que protagonizó la mayor oleada de migraciones -tanto interiores como exteriores- de la historia reciente de España, proceso al que Xabier Arzalluz hizo recientemente una referencia bien desafortunada. Sus efectivos actuales superan los siete millones y medio, de los que casi cinco millones y medio forman parte de la población activa. Como paso previo a la recuperación de la voz democrática, el grueso de esta generación tuvo antes que romper el silencio, haciéndolo primero en catalán, al compás de la nova cançó. Por mucho que este grupo sea coetáneo en España de la generación del baby-boom norteamericano y que su etapa de transición a la vida adulta coincidiera con la irrupción de la cultura posmodernista, ni la cronología de la transición demográfica, ni el conjunto de vivencias colectivas en su etapa de plena socialización, ni la cargada agenda política que le esperaba propiciaron que tales corrientes culturales fueran asumidas mayoritariamente durante su etapa de maduración, sino que esta tarea le correspondería a la generación siguiente, aunque la "movida madrileña" sirviera para que los núcleos más imaginativos, a caballo entre una y otra, intercambiaran sus experiencias a través de la fiesta y el arte.

La generación del desarrollo -cuyos miembros más veteranos sólo tenían treinta años en 1975- fue ocupando la posición central del sistema social a medida que se desencadenaban los grandes cambios sociales, económicos y políticos de los dos decenios subsiguientes, lo que le permitió beneficiarse del lugar y la favorable posición de negociación alcanzados, así como de la experiencia previamente adquirida. Además, contando con una formación muy superior a la de las generaciones precedentes, pudo adaptarse a los cambios y superar la crisis económica sin grandes mermas, empujando a las generaciones mayores que ella hacia la jubilación anticipada. En lo político, ésta es la generación que nutre el Gobierno nombrado en 2000, ya que tan sólo uno de sus miembros (nacido en 1945) proviene de la última cohorte de

la generación de la posguerra; nueve -incluidos el presidente Aznar y el vicepresidente primero-, al grupo central de cohortes de la generación del desarrollo (nacidos entre 1951 y 1955). Obsérvese que, pese a las apariencias, el ritmo de cambio se ha reducido: desde 1986 han transcurrido catorce años, pero el núcleo generacional del poder ejecutivo sólo ha desplazado diez años sus fechas de nacimiento (y lo mismo sucedería si comparásemos el Gobierno de 1982 con el de 1996). Además, cinco miembros del nuevo Gobierno -incluido el vicepresidente segundo- nacieron entre 1946 y 1950 -el primer quinquenio de esta generación-, etapa a la que también pertenecen los anteriores dirigentes de la oposición, Almunia y Borrell. Finalmente, tres de los nuevos ministros nacieron entre 1956 y 1960, último quinquenio de la generación del desarrollo, que es la que copa este Gobierno.

También a este último grupo quinquenal de la generación del desarrollo pertenece el secretario general -junto al núcleo más numeroso, de ocho miembros- de la nueva Comisión Ejecutiva del PSOE, elegida el pasado fin de semana, que ya sólo cuenta entre sus componentes con dos miembros de la generación de la posguerra. Resulta simbólico el hecho de que el presidente y el secretario general de esta nueva ejecutiva nacieran precisamente en 1945 y 1960, años que marcan el fin de los entornos temporales de las generaciones de la posguerra y del desarrollo, generación esta última que proporciona el grueso de los miembros de la nueva ejecutiva -diecisiete-, pero con un fuerte sesgo hacia los nacidos durante el decenio de los cincuenta, que suman quince de los veinticinco puestos.

Ciertamente, la generación del desarrollo -especialmente sus cohortes más veteranas, nacidas antes de 1950- es la que soportará en el futuro una mayor presión de sustitución y una superior amenaza para el mantenimiento de sus posiciones en el centro de la pirámide social. Por comparación con la generación precedente -numéricamente escasa y beneficiaria de la larga etapa de crecimiento de la posguerra-, su mayor número de efectivos y la larga etapa de crisis mermaron mucho sus oportunidades durante los últimos veinticinco años. Y, por comparación con la generación que le sigue, la crecida demográfica de los años sesenta y setenta coloca actualmente en el tramo de edades de los jóvenes adultos a la generación del cambio, la más abundante de la historia de España, que se ha beneficiado, además, de una verdadera revolución educativa, ya que el aumento de la oferta escolar y las elevadas cifras de desempleo juvenil elevaron sus tasas de escolarización hasta niveles máximos en términos comparativos: entre 1975 y 1998, el número de estudiantes universitarios pasó de 91 a 283 por cada 1.000 personas con edades entre quince y veinticuatro años.

Incuestionablemente, el hecho generacional de este grupo de cohortes es la Constitución Española de 1978, ya que sus efectivos, nacidos entre 1961 y 1975, se incorporaron a la vida laboral en plena etapa de crisis y de transformaciones estructurales, tanto político-constitucionales como socioeconómicas, que cubren el periodo que va desde las elecciones a Cortes Constituyentes hasta la víspera del Mercado Único Europeo (1977-1991). La generación del cambio cuenta actualmente con más de nueve millones y medio de personas, de modo que cada cohorte tiene en media ciento treinta mil efectivos más que la de la generación del desarrollo. Además, la tasa de actividad de esta generación, debido a su mayor nivel educativo, es también la más elevada de la historia y ocho millones doscientos mil de entre sus miembros son activos, muchos de los cuales han soportado largos periodos de desempleo. Ésta es la generación que ganó para España el sexto puesto en el medallero de oro de los Juegos Olímpicos de Barcelona, ya que en 1992 sus miembros contaban con edades entre 17 y 32 años, y el puesto número 13 del medallero de oro de los de Atlanta (con edades que en 1996 se situaban entre 21 y 36 años).

Todo ello ha elevado sustancialmente la presión de entrada de esta generación, con el consiguiente riesgo de desplazamiento para las precedentes. En el mundo laboral, esto se viene reflejando en las grandes dificultades de recolocación que experimentan los mayores de 50 años. En el terreno político, esta situación empieza a aparecer también con toda nitidez: si hace unos meses los nacidos entre 1961 y 1965 comenzaban a situarse en los puestos de segundo nivel del nuevo Gobierno, ahora son cinco los miembros de la ejecutiva del PSOE -cuatro de ellos con secretarías ejecutivas- los que pertenecen a la generación del cambio (cuatro nacidos también entre 1961 y 1965, y uno, entre 1971 y 1975). Una generación que experimentará menores presiones de desplazamiento que las dos precedentes, dado que la generación del milenio -nacida entre 1976 y 1990- cuenta con menos de ocho millones de efectivos. En la nueva ejecutiva del PSOE, los jóvenes del milenio -y de la Unión Europea- ya se encuentran representados en la persona de Leire Pajín, nueva secretaria para las relaciones con las ONG.

Álvaro Espina es economista. Fue secretario general de Empleo de 1985 a 1991.

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