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Reportaje:

La agonía de los mastodontes sedientos

Dos mastodontes -el antecesor del elefante actual-, con colmillos de más de un metro, buscaban una charca en la que saciar su enorme sed. Los mamíferos caminaban moribundos. Estaban enfermos y sufrían una fiebre alta. Necesitaban beber para frenar su deshidratación. Cuando dieron con una charca, ya era tarde. La enfermedad les pudo. Se recostaron para morir. El uno junto al otro, en la orilla de la charca. Fue hace más de 10 millones de años, antes de la llegada del hombre a la tierra, en el cerro de los Batallones, al sur de Madrid, dentro de lo que ahora es término municipal de Torrejón de Velasco.Con el paso del tiempo, los cuerpos de los mastodontes quedaron enterrados bajo una capa de un metro y medio de tierra. Hace apenas un mes, una excavadora de una empresa de extracción de sepiolita trabajaba en la zona. Su pala arañaba la tierra. Se topó con la mandíbula inferior de uno de esos dos mastodontes y, a modo de cuchilla, segó un trozo de hueso. El maquinista se detuvo y dio aviso del hallazgo a la Comunidad de Madrid.

Los técnicos en paleontológía de la Consejería de Educación acudieron a examinar los fósiles encontrados. Pronto se dieron cuenta de que aquello era un descubrimiento extraordinario. Tanto que ahora la excavación se ha convertido en uno de "los yacimientos paleontológicos más importantes de Europa, por no decir del mundo", según Antonio Méndez, coordinador del área de Paleontología de la Comunidad. Pero el valioso hallazgo está en peligro. La Comunidad dio el visto bueno en febrero a un proyecto para construir un macrovertedero de residuos industriales en el cerro de los Batallones. Méndez afirma que el macrovertedero no se puede construir ahí: "Encontraremos una ubicación alternativa". Jorge Morales, del Centro Superior de Investigaciones Científicas, considera que los nuevos hallazgos "hacen inviable construir un vertedero en la zona".

Los yacimientos tienen un valor incalculable. Apenas a 30 kilómetros de la Puerta del Sol, una docena de paleontólogos, capitaneados por Morales, trabaja de sol a sol para desenterrar cientos de fósiles de la época del mioceno superior. Los descubrimientos permiten reconstruir, con una fidelidad razonable, la forma de vida de entonces. A golpe de azada, los expertos desentierran la historia: el caparazón, casi perfecto, de una tortuga terrestre de hace millones de años; la mandíbula del antecesor del rinoceronte; huesos de una jirafa de cuatro cuernos y de los caballos de entonces, equinos mucho más pequeños que los actuales, del tamaño de un perro.

Por primera vez, los paleontólogos han hallado peces fosilizados. "Eran pequeños, como un chanquete", apostilla Morales. "En el mioceno, Madrid era una enorme sabana que se inundaba con las riadas provenientes del sistema central". "No había ríos y el agua se desbordaba en grandes extensiones", aclara Méndez.

El yacimiento de los mastodontes es el segundo de los cuatro que la Comunidad, en colaboración con el Museo de Ciencias de la Naturaleza, ha descubierto en Torrejón. Al primero de ellos, los paleontólogos le han denominado como la trampa de los carnívoros. Se trata de una fosa en la que cayó un herbívoro, posiblemente un ciervo, de la que no pudo salir. Los carnívoros le siguieron el rastro y se abalanzaron sobre él. Cayeron en la trampa. Bajaron para devorar el cadáver, pero no pudieron salir. Había mustélidos, hienas, tigres de diente de sable, el antecesor del león, del ciervo, del gato montés, del lobo e incluso del oso. Presumiblemente, algunos se mataron entre ellos. Los paleontólogos han destapado, además, huesos de jirafa, antílope, rinoceronte...

Aún quedan otros dos yacimientos intactos. "Comenzaremos a investigarlos en septiembre u octubre", afirma Morales. "Las máquinas siguen extrayendo sepiolita de los alrededores de los yacimientos, pero éstos son intocables, no pueden sufrir daños", explica Méndez. "Hay que preservarlos para descubrir la vida antes del hombre", concluye.

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Tesoros óseos

El hallazgo de los huesos de los mastodontes, los depredadores y los herbívoros en el cerro de los Batallones, de Torrejón de Velasco, es todo un tesoro óseo. Los paleontólogos califican los yacimientos como dentro de los más importantes de Europa. El proceso de extracción de los huesos se hace con mimo. Los hallazgos contienen valiosa información para desvelar uno de los capítulos más antiguos de la historia de la región: cómo era la vida antes de la llegada del hombre.Los expertos someten a los esqueletos a un minucioso proceso para extraerlos de la tierra, donde llevan millones de años, y transportarlos al laboratorio para un análisis posterior, mucho más profundo. Los expertos desentierran los huesos hasta dejar al descubierto sólo la parte de arriba, la más cercana a la superficie. Limpian el hueso con cepillos suaves para no lijarlo y provocarle un desgaste artificial. Si el hueso tiene alguna fisura o está partido, los paleontólogos lo sueldan con escayola para evitar que se fracture en el traslado.

Una vez limpio el hueso, lo untan con un pegamento disuelto -así se reduce su fuerza adhesiva y se evitan lesiones a la hora del desembalaje- y le pegan una gasa por encima, como las que se emplean en medicina.

El hueso ya preparado se cubre con una envoltura de espuma de poliuretano, que lo deja protegido de golpes e impide que se mueva. Luego, los paleontólogos, a golpe de cincel, cortan la tierra por debajo del hueso y hacen la misma operación de envoltura. El hueso queda listo para su traslado al laboratorio.

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