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Londres se plantea el cierre de los grandes centros de enfermos mentales delincuentes

Isabel Ferrer

La época de los grandes hospitales de seguridad para enfermos mentales delincuentes ha pasado y lo mejor serían centros pequeños y bien dotados, según una recomendación del comité de Salud de la Cámara de los Comunes. Broadmoor, Rampton y Ashworth, las tres instituciones de ese tipo, están contra las cuerdas. El Gobierno deberá decidir si da a sus directores una última oportunidad o bien busca los fondos necesarios para los nuevos servicios mentales propuestos por sus señorías.El informe del comité trata de poner fin a la mala gestión de unos hospitales entre cuyos internos aparecen casos como Ian Brady, el "asesino de niños de Manchester"; Horrett Campbell, condenado por atacar con un machete a los pequeños de una guardería y a su profesora, o David Copeland, autor del atentado del Soho londinense que mató a tres personas.

Para bochorno del anterior Ejecutivo conservador y de sus sucesores laboristas, ninguno de los tres centros ha logrado evitar que éstos y otros enfermos traficaran desde su encierro con drogas o pornografía, vendieran bajo cuerda productos de uso diario o incluso dirigieran lucrativos negocios de créditos en el exterior.

Para los expertos de los Comunes la situación no tiene arreglo en ninguna de las tres instituciones. La única solución sería cambiar el sistema mismo de acogida, tratamiento y revisión periódica de penas de los enfermos mentales que sigan constituyendo un peligro para el resto de la sociedad una vez cumplidas sus condenas.

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