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Reportaje:

Mozambique, año cero siete meses después

Las prometidas ayudas internacionales llegan con cuentagotas a un país destruido por las inundaciones de febrero

ENVIADO ESPECIALLa hermana Gustavo se ordenó misionera por imperativo divino. Nacida en Balluncar, Soria, la entonces enfermera de la residencia de Guadalajara María Terencia Lapeña había tenido "algunas inclinaciones religiosas, pero quería ser libre; ni monja ni casada". A los 30 años se enamoró de un seminarista durante un viaje a Perú. Se lo trajo a España, se casó y enviudó el mismo día de la boda. Su marido falleció en el accidente del coche que les trasladaba a la fiesta.

"Dios me tiró del caballo como a San Pablo", dice con la energía y el buen humor de los tocados por el halo divino. Los dos años siguientes fueron los peores de su vida ("ser viuda cuando quieres a alguien es terrible"), hasta que decidió embarcarse con las Misioneras de la Caridad, dirigidas por la madre Teresa de Calcuta.

Adoptó el nombre de su marido, pasó seis meses con la Mafia en Calabria ("nuestro centro se encontraba junto al cementerio", explica entre risas), dedicó cinco años a un grupo de niños paralíticos y retrasados mentales en Ciudad del Cabo (Suráfrica) y convivió otro con la madre Teresa antes de llegar a Mozambique.

La hermana Gustavo pasó tres años en el norte del país y, desde hace otros tres, dirige un centro de acogida de niños huérfanos, abandonados y enfermos terminales junto al vertedero de Hulene, en los alrededores de Maputo.

Su trabajo y el del resto de centenares de misioneros y cooperantes está siendo decisivo para aliviar el sufrimiento de millares de personas que aún padecen las consecuencias de las devastadoras inundaciones de febrero, las más graves de los últimos 50 años en la región.

La avalancha de las aguas provocó más de 700 muertos, decenas de desaparecidos, más de dos millones de afectados, cerca de 600.000 desplazados, la destrucción de gran parte de las infraestructuras en todo el sur del país, incluyendo más de 500.000 hectáreas de tierras cultivables, y el cierre de 800 escuelas.

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La viuda del líder independentista de Mozambique y actual esposa de Nelson Mandela, Graça Machel, sostiene que las inundaciones han provocado "un retroceso de tres décadas". "Éramos un país en pleno crecimiento", dice, "y hemos regresado al lugar de partida, al final de la guerra. Vamos a necesitar mucho tiempo para recuperarnos".

Cinco meses después de la tragedia, la situación no ha mejorado especialmente y las zonas afectadas se están recuperando, fundamentalmente gracias al esfuerzo de misioneros y cooperantes.

El primer ministro, Pascoal Mocumbi, informaba el jueves de que Mozambique sólo ha recibido el 25% de las ayudas que había prometido la comunidad internacional en la conferencia de donadores de mayo. De los 452,9 millones de dólares prometidos, sólo han llegado algo más de cien.

Un diplomático de la UE explica que las autoridades de Mozambique quieren recibir el dinero para ingresarlo en su presupuesto nacional y sin control exterior, lo que, a su juicio, está retrasando la llegada de las donaciones. Ante esa situación, las carreteras, los hospitales o las escuelas están siendo recuperadas gracias a los planes de las ONG, cooperantes y diversas congregaciones religiosas, hasta que el grueso de la ayuda internacional permita la puesta en marcha de un plan general de recuperación. Los expertos aseguran que ese plan no comenzará antes de mayo del próximo año.

El embajador español José Eugenio Salarich explica que Madrid ha entregado este año a Mozambique más de 90 millones de dólares, repartidos de la siguiente forma: 15 que anualmente se dedican a la cooperación (10 en donaciones y cinco en créditos de ayuda al desarrollo); 12 en ayuda de emergencia; 15 en créditos especiales para la reconstrucción; 35 para apoyar 90 proyectos de ayuda y 2 en los denominados microcréditos, además de los 44 de deuda perdonada por España, 24 de ellos pendientes de confirmar por el Club de París.

La cooperación española se extiende desde la reforma y equipamiento de la policía mozambiqueña, en manos de la Guardia Civil, hasta el apoyo a cooperativas agrícolas, decenas de proyectos sanitarios y educativos o la recuperación de algunas industrias. Unos 50 cooperantes y 200 religiosos participan en la recuperación de un país azotado por la catástrofe, las enfermedades y la miseria.

El responsable del Instituto para la Gestión de las Calamidades, Silvano Langa, reconoce que el retraso de la ayuda internacional está aplazando la reconstrucción de las áreas afectadas, y la situación podría agravarse durante la próxima estación de lluvias.

"Muchas carreteras", dice, "han sido rehabilitadas de emergencia, pero al agua podrá arrastrarlas de nuevo si no llegamos a tiempo". Langa explica que en la provincia de Gaza, las más afectada por las inundaciones, aún se encuentran 250.000 personas en centros de refugiados y alrededor de 150.000 carecen de cualquier tipo de ayuda humanitaria básica, especialmente alimentos y agua potable. "Además", añade, "tenemos graves problemas para convencer a la gente de que tiene que abandonar las áreas de riesgo, aunque sea donde hayan vivido toda su vida".

La hermana María Larios, de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, afirma que en la ciudad de Chokwé "aún estamos en plena emergencia". "Estamos reconstruyendo el hospital del Carmelo", explica, "y los enfermos todavía siguen en tiendas de campaña; tenemos unos afectados por el sida y la tuberculosis, pero el número cambia por días, dado que unos van muriendo y otros van llegando".

A pesar de los alimentos que envían Naciones Unidas y la organización católica Cáritas, María Larios reconoce que en esta ciudad de 50.000 habitantes "todavía se pasa hambre, las viviendas están totalmente destruidas y las cosechas se han perdido completamente". "La situación sanitaria es muy delicada, por no decir terrible, y los robos y asaltos están a la orden del día, pero nos vamos defendiendo", añade.

La población de Chalocuane, aislada por carretera hasta hace pocos días, aún no tiene agua ni luz, y la parte baja de la ciudad de Xai Xai, en la desembocadura del Limpopo, ha desaparecido del todo. Un proyecto urbanístico pretende abandonar definitivamente esas tierras inundadas y construir la nueva urbe en la parte alta de la ciudad.

La ayuda es urgente y, por ese motivo, la colaboración de misioneros y cooperantes está resultando decisiva hasta que se aborden los grandes proyectos.

El pasado jueves, la hermana Gustavo se cayó jugando con los niños y se rompió el brazo derecho. Tras pasar por el hospital, fue asaltada en plena calle y le robaron 490 dólares, la documentación y su agenda de teléfonos, la mayor pérdida. Su infatigable voluntad le permitió conseguir los visados para unos niños que han sido adoptados por dos matrimonios españoles. Sin perder un ápice de energía y su habitual buen humor, regresó a la residencia para seguir cuidando de los niños y para entrevistarse con el administrador del distrito.

El objetivo de la reunión no era otro que convencerle para trasladar de zona el inmenso vertedero de la capital, una fuente inagotable de moscas, podredumbre y miseria alrededor de una barriada de paiolas (chabolas de barro y paja). La hermana Gustavo ya tiene un patrocinador para construir allí una escuela para niños y adolescentes, su próximo proyecto. Y no tiene ninguna duda: "Ya conseguimos el traslado de un basurero en India y lo conseguiremos aquí".

Capital de simpatía

Cinco meses después de la tragedia, la situación no es alentadora y la gente comienza a perder la esperanza. El escritor mozambiqueño Mia Couto, el intelectual local de mayor prestigio, denunciaba recientemente los "discursos racistas" que están surgiendo en Mozambique, y no descartaba irse del país."Existe la idea", dice, "de que los mozambiqueños blancos están protegidos porque sólo así se explica que vivan mejor. Si yo publico en Europa, la interpretación es que debo tener un padrino, algún protector, pero no por razones literarias".

De padres portugueses, Couto explica que las ocupaciones de tierras dirigidas por el presidente Robert Mugabe en el vecino Zimbabue "no provocaron ningún movimiento de condena en Maputo; al contrario, la mayoría fueron comentarios elogiosos, y eso me parece preocupante. Con otro Gobierno, que no éste, sería muy fácil movilizar a la gente con ese discurso de raza".

"La idea de la victimización, de que Europa tiene culpas históricas y debe pagar esas deudas, recorre todos los poderes en África. La abdicación de cualquier tipo de responsabilidades es la justificación perfecta para las élites africanas. Se construye una visión mítica de que África era un paraíso y después vinieron los de fuera con la colonización y la esclavitud, y se reconstruye un pasado para no responsabilizarse del futuro. Ya hay algunos movimientos que reclaman una segunda liberación liderada por africanos".

Mia Couto cree que el Gobierno del Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique, un movimiento comunista reconvertido al capitalismo) logró "dar la vuelta" a la tragedia de las inundaciones y salió reforzado. Al principio hubo un sentimiento de derrota, de volver a empezar, pero luego "el capital de simpatía jugó a favor de Mozambique". El escritor reconoce que el Gobierno de Maputo "poco pudo hacer" para paliar la catástrofe, pues "no tenía helicópteros, y sólo poseía dos zodiac agujereadas".

Más o menos le ocurre ahora con la reconstrucción. Poco se le puede pedir a un país con 1.000 millones de dólares de presupuesto, 140 dólares de renta per cápita, un paro que alcanza al 70% de la población y una deuda externa que, afortunadamente, ha bajado de los 5.000 millones de dólares a los 700. Todo ello sin contar con que dos tercios de la población no tienen acceso al agua potable y más de 200.000 niños mueren cada año a causa de enfermedades terminales y malnutrición.

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