¡Vaya historia!
Entre las broncas clásicas de la Real Academia de la Historia y el sectario y reduccionista catecismo publicitario de Òmnium Cultural, ¿dónde nos situaremos los ciudadanos? Quizá acabaremos pensando que la historia es un conjunto de fábulas inventadas desde el presente, no se sabe con qué fines. O sí se sabe. Dos concepciones acientíficas, cada una de las cuales quiere imponer su única visión, incapaces de superar esquematismos, demuestran objetivamente que la exigencia sobre lo que tienen que saber nuestros alumnos es siempre una decisión política y convierten la historia en una ficción para fomentar sentimientos de pertenencia identidaria y excluyente. Estamos apañados. A este paso, las Humanidades se nos convertirán en un arma arrojadiza e inhumana.- Silvano Andrés. Sant Jaume d'Enveja (Montsià).En la ceremonia de la confusión que han montado nuestros políticos en torno a la enseñanza de la Historia, vale la pena que se tenga en cuenta nuestra opinión, ya que como profesores de secundaria somos los que día a día hemos de impartir la materia en el aula, y responder a las preguntas de los alumnos.
Este debate debe tener perplejos a los profanos en la materia, puesto que se mezclan todo tipo de cuestiones de la manera más confusa que pueda hacerse, y con ello, nuestras autoridades político-académicas dan muestra de no tener demasiado claro qué es la historia y cuál es la tarea del profesor que la enseña.
La historia, además de transmitir unos hechos que evidentemente nunca pueden ser "todos", sino todos aquellos que nos permite nuestro nivel de conocimiento, tiene como todas las ciencias sociales la función de enseñar a explicarlos, relacionarlos y valorarlos, de manera que hagan posible la interpretación del mundo actual; y en este punto, la formación del profesor y su propio criterio está por encima de cualquier programa, libro de texto tendencioso, incompleto o erróneo, y todo tipo de normativas o indicaciones que nos mande el Departamento o el Ministerio. Bien lo sabemos los que nos formamos durante el franquismo, y es evidente que el mismo espíritu crítico que entonces adquirimos continuamos teniéndolo en los tiempos que corren, y lo aplicamos a las ideas e interpretaciones claramente tendenciosas que nos llegan tanto de una parte como de otra.- M. Dolores Granados. Profesora de Historia del IES Maragall de Barcelona.
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