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Reportaje:VERANO SOLIDARIO

Romper el círculo de la marginación

La mayor ilusión de Remigio Delgado es ver que niños con los que trabajaba hace 10 años ahora están ayudando en barriadas pobres de Jaén para evitar que la marginación sea un círculo cerrado. Y la mayor decepción es comprobar como muchos de los chavales con los que empieza a trabajar se le escapan de las manos. A sus 30 años ya lleva una década dedicado a ayudar a niños y jóvenes del barrio de Santa Isabel de Jaén en la asociación de voluntarios Iuventa.Los tres meses de verano son los que requieren una atención mayor sobre estos chicos precisamente porque es la época en la que tienen más tiempo libre sin saber qué hacer con él. Remigio Delgado programa talleres, viajes, campeonatos de fútbol sala, para utilizar sus propias vacaciones en pasarlas con los vecinos de Santa Isabel.

"Muchos jóvenes con 13 ó 14 años dejan de estudiar. Si encuentran trabajo, bien; pero si no, tienen todo el día desocupado y el riesgo de caer en la exclusión porque sus familias no tienen ni dinero, ni tiempo, ni formación para ocuparse de ellos". Durante el mes de julio ocupa a más de una treintena, junto con el resto de voluntarios de Iuventa, en un torneo de fútbol que les llena las tardes.

Ahora anda preparando el taller de agosto para los más pequeños. Ocupará las plazas y los espacios públicos del barrio con mesas en las que trabajará con lo que él llama pototos, una especie de patata en la que crecen largas hojas que se modelan como el pelo y a la que se añaden ojos, boca y nariz. "Hacemos cosas sencillas para los niños, salimos a la calle y, de paso, intentamos que aprendan algunos valores humanos como la solidaridad o el respeto por los demás".

Remigio Delgado tendrá 15 días de vacaciones en agosto en su trabajo del hospital Doctor Sagaz de la capital, donde está de interino como peluquero desde 1990. En septiembre ya tiene ocupado otro fin de semana con el viaje programado para llevar a los niños al parque de atracciones de Madrid.

La parte dura del voluntariado, asegura Remigio Delgado, es fracasar en el intento de enganchar a los jóvenes o los niños. "Es fuerte que no te respalden, pero también aprendes con el tiempo a pedir las opiniones de los que sí colaboran para programar lo que más les puede interesar". Los muros más duros de derribar, explica, son los líderes de grupo que condicionan al resto de los jóvenes para que no participen en actividades que ellos consideran "tonterías" y los padres que no están interesados en colaborar.

Su recompensa es conseguir que otras personas se sientan útiles. El trabajo voluntario es para él "un estilo de vida". Le apasiona tanto "como el deporte para los grandes aficionados". Todo a pesar de que además del tiempo que dedica a estar con los jóvenes del barrio, también tiene que sacar horas para participar en cursos, talleres o conferencias que completen su formación. "La experiencia y el trabajo en equipo es una buena base de formación, pero además hace falta saber qué están haciendo otros para captar ideas".

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