La miniaturización de la comunidad
IMANOL ZUBEROEl PNV está replanteando sus pactos con EH en los ayuntamientos. El instrumento para la revisión de las relaciones municipales entre esas dos fuerzas nacionalistas es un texto en el que se exige a ETA que deje de condicionar y amenazar la política y la vida de una sociedad que ha exigido mayoritaria y reiteradamente su disolución innegociada. Se supone que la negativa de los representantes de EH a apoyar dicha exigencia en cada uno de los ayuntamientos en los que se presente llevaría aparejada la inmediata ruptura de cualquier acuerdo de gobierno, al considerar el PNV que existe una incompatibilidad radical entre la acción política democrática y la contemporización con la violencia. Fruto de esta revisión, tales pactos se han roto en algunos de esos ayuntamientos, no en todos. En algún caso, la continuidad de la colaboración con la izquierda abertzale se ha debido a la negativa de EA de poner fin a la misma.
Casi siempre el argumento utilizado para ello ha sido que no existían razones internas al propio municipio que justificaran tal ruptura y que la colaboración con EH estaba funcionando bien, según los términos pactados en su momento. Esta ha sido también la razón que los concejales de esta formación han esgrimido para criticar a los dirigentes jeltzales allí donde el acuerdo se ha roto. La situación tiene algo de sainete y mucho de drama. No es fácil entender que tal decisión se plantee en la forma de un premioso sistema de goteo, abierto por eso mismo a la contradicción: aquí sí, aquí no. No lo es porque, ciertamente, las razones para revisar el acuerdo no tienen que ver con el día a día municipal. Los concejales de EH en una determinada localidad en la que gobiernan con el PNV y con EA pueden estar haciendo su labor con seriedad y dedicación o pueden estar gestionando sus competencias con torpeza o con falta de rigor, exactamente igual que cualquier concejal de cualquier partido. No es esta la cuestión.
¿Cuántas veces más habrá que decir que las personas que votan o militan en la izquierda abertzale no son, en general, monstruos extraños? No lo son, de ahí la imposibilidad (amén de su indeseabilidad) de cualquier llamamiento al aislamiento social. Pero supeditar la ruptura con EH en los municipios en los que las fuerzas nacionalistas forman gobierno a la actuación o no de ETA, o de sus meritorios, en cada uno de ellos es introducir el más perverso de los cálculos en la política municipal. Supone además una inaceptable miniaturización de la comunidad, una reducción del espacio de la responsabilidad y del reconocimiento moral que, en nombre de una estrecha concepción de la gobernabilidad, se desentiende de lo que ocurre más allá de los límites del municipio. Se insiste desde el nacionalismo democrático en que EH ha emprendido ya, o está en trance de hacerlo, el camino de la política. Los menos optimistas prefieren decir que aún no lo ha hecho, lo que es lo mismo que decir que algún día, más pronto o más tarde, lo hará. En cualquier caso, esto justificaría el mantenimiento de los acuerdos con EH.
Optimistas o paternalistas, todos ellos se equivocan por igual. HB lleva toda su existencia haciendo política, haciendo su política, la de su conveniencia. Durante los últimos cuatro años la izquierda abertzale ha perfeccionado hasta extremos insospechados una división del trabajo político que les permite presentarse como un otro de ETA. ¿Viene usted por lo de la violencia? Eso es en la otra ventanilla. Lamentan los atentados, pero no es a ellos a quienes hay que imputárselos. Penalmente esto es absolutamente cierto: de ahí que las cruzadas judiciales contra HB hayan sido siempre desastrosas. Otra cosa es que no tengan responsabilidad política. La tienen, y hacérselo saber es importante, máxime cuando EH teoriza sobre la institución municipal, concebida como el sujeto nacional soberanista en la forma de Udalbiltza.
En los ayuntamientos, allí donde la sangre acaba remansándose, inmune ya a la palabrería que pretende desviar su curso, es donde ha de empezar la definitiva rebelión contra la violencia de los vascos nacionalistas. Ahora o nunca.
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