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Vida cotidiana en la Edad Media

Un estudio profusamente ilustrado del historiador Jordi Bolós analiza la Cataluña medieval

Cartas de amor, mapas...

Cómo luchaba o cazaba un caballero, qué pensaban las mujeres, cómo era un torneo, cómo se vivía en un monasterio o se impartía una clase en la universidad. A todas estas cuestiones intenta dar respuesta el libro Catalunya medieval, del historiador Jordi Bolós, que estos días ha llegado a las librería editado por Pòrtic.Los europeos no podemos desligarnos, aunque queramos, de nuestro pasado medieval, que a las puertas del segundo milenio continúa condicionando nuestra realidad. Ésta es una de las conclusiones del estudio de Bolós, un volumen profusamente ilustrado e intencionadamente divulgativo que pretende acercar al lector a la vida cotidiana en la Edad Media.

Bolós, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Lleida, lleva gran parte de su vida recorriendo Cataluña y fotografiando y documentando cualquier vestigio medieval, no sólo los contundentes castillos, torreones y monasterios, sino en especial los caminos, los puentes, las lonjas y los molinos medievales. "En la Edad Media se edificaron y organizaron muchos pueblos que, sin apenas cambios, han llegado hasta nosotros. El origen de nuestras referencias culturales y de muchas de las cosas que forman parte de nuestra vida cotidiana debemos buscarlo en el medievo", afirma el autor.

Sumándose a la nueva corriente de la historiografía europea que intenta reconstruir e imaginar, más allá de la exactitud de las fechas y de los hechos políticos y bélicos, cómo vivían nuestros antepasados, Bolós se sirve de todo tipo de documentos, escritos, gráficos o pétreos, para reconstruir el día a día de la Cataluña medieval y explicarnos qué comían, cómo se divertían, vestían, trabajaban, se relacionaban, luchaban, cazaban o aparejaban sus habitantes.

Centrándose en Cataluña y sin olvidar las grandes obras literarias de este periodo, como Tirant lo Blanch, de Joanot Martorell; el Llibre dels feits, de Jaume I, o el Llibre de l'orde de cavalleria, de Ramon Llull, el historiador escarba en cartas amorosas, poemas, retablos, ilustraciones, mapas, transacciones comerciales, testamentos, procesos judiciales, reglamentos e inventarios para reconstruir la película de 800 años de historia.

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A través del citado estudio se puede conocer, por ejemplo, qué contenían las estancias de Arsenda, la mujer de Arnau Mir de Tost; visitar un mercado o un puerto comercial; las aventuras amorosas de Guillem de Berguedà, que se jactaba de deshonrar a los maridos entre duelo y duelo; la condena a morir ahogada y quemada que se impuso a una joven de la Ribagorça por brujería; la jornada habitual de un campesino; los pactos y traiciones entre caballeros, o la carta de una mujer a su amante tras envenenar a su marido.

Como ocurre con la mayoría de los medievalistas, el autor siente admiración por este vasto periodo: "Fue una época de contrastes. Contrastes entre la destrucción, típica de una sociedad violenta, en la que la guerra, el saqueo y la opresión no repugnaban a nadie, y una sociedad creadora. La riqueza y la ostentación coexistían con la pobreza y la servitud, mientras la cultura avanzaba lenta pero incansablemente en medio de la ignorancia".

Bolós, que dedica el último capítulo del libro a la tecnología, la cultura y las universidades, afirma que los fundamentos de la ciencia, la tecnología y la medicina modernas surgen en la Edad Media. Además entre los siglos X y XIII se produjo un importante cambio de mentalidad que comportó que la cultura no se centrara sólo en la sapientia -conocer todo lo relacionado con la divinidad-, sino que se interesara por la scientia, es decir, el conocimiento del hombre y del mundo, que daría lugar a los estudios de derecho, medicina, teología, artes y filosofía.

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