Human Rights Watch denuncia las desapariciones masivas en Argelia
"Argelia debe observar cómo países como Argentina o Suráfrica han resuelto su guerra sucia y buscar un camino similar". Ésta es una de las conclusiones a las que ha llegado Joe Stork, jefe de la delegación de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), que tras esperar un tiempo pudo visitar el país a finales de la primavera. "El problema es que muchos argelinos, empezando por el Gobierno, se niegan a reconocer que haya habido una guerra sucia en el sentido argentino de la expresión", es decir, con desaparecidos y ejecuciones arbitrarias, añade Stork en conversación con EL PAÍS. "Argelia no es Argentina, no es Chile", le repetía Ahmed Ouyahia, ministro de Justicia argelino, a la delegación humanitaria que recibió.
Los enfrentamientos armados se desencadenaron en Argelia poco después de la interrupción, a principios de 1992, de unas elecciones democráticas que hubiesen dado la victoria al Frente Islámico de Salvación (FIS). Alcanzó su cénit a mediados de la década de los noventa, pero en los últimos meses "la intensidad de la violencia mortífera de los grupos islamistas y los excesos de las fuerzas de seguridad han decaído mucho", según HRW.
De ahí que éste sea un buen momento para poner en marcha "un mecanismo para pedir responsabilidades a los miembros de los grupos armados que han cometido atrocidades y a los de las fuerzas de seguridad que perpetraron graves violaciones de los derechos humanos como torturar o ejecutar a sangre fría".
No es ésta la tendencia. "El Gobierno", se lamenta Stork, "ha dado pocos pasos para encontrar una solución a este asunto clave de la responsabilidad de los crímenes". Y también ha brindado poca colaboración a HRW cuando preguntaba detalles sobre las 3.000 quejas largas de familias que aseguran que un hijo o un marido se encuentra "desaparecido" desde que cayó en manos de las fuerzas de seguridad. No sólo estas denuncias atestiguan que esta guerra sucia ha existido. "Nuestro equipo vio muchas tumbas en los cementerios de Argel con sus lápidas marcadas X Algérien porque se desconocía la identidad" del cadáver, asegura Stork.
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