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Crítica:GREC 2000 - TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Molière bien dibujado

Oriol Broggi, joven actor, joven director, representante de una generación que está empezando a tomar posiciones y ya despliega una notable amplitud de gustos y conocimientos y demuestra, además, una mesurada sabiduría escénica, ha vuelto a Molière. Con Jordi Dandi, donde trabajaba todavía con una mayoría de actores jóvenes, Broggi demostró el talento de dibujar una historia sin que le temblara el pulso. Ahora, con Tartuf o l'impostor, ha tenido la oportunidad de trabajar con un equipo de actores experimentados, sólidos, muchos de ellos muy bien conocidos por el público. Lo mejor del trabajo de Broggi vuelve a ser la lectura nítida que hace de la obra y la espléndida dirección de actores. Lo peor es, en este caso, la inadecuada escenografía, más estorbo que espacio plástico, y el inaceptable vestuario. Sin escenografía y con traje de calle, la obra mejoraría.Tartuf o l'impostor tiene su propia historia. Surge de la pluma de Molière para encallarse durante años contra el muro de una polémica donde andan de por medio la Iglesia y el Rey. Hay varios intentos de puesta en escena, varias versiones del texto, y la pieza tarda cinco años en abrirse al público. Pero lo que hoy nos importa de este personaje, Tartufo, lo que lo ha hecho universal, es el perfecto retrato de la hipocresía, el personaje que esconde bajo la apariencia de la virtud una acumulación de los peores vicios. Lo que muestra Molière es cómo Tartufo destruye, como verdadero cáncer, a una familia que se ha dejado seducir por su beatería.

Tartuf o l'impostor

De Molière. Versión: Josep Maria Vidal. Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Lluís Soler, Jordi Banacolocha, Àngels Poch, Ramon Vila, Marissa Josa, Montserrat Salvador, Òscar Muñoz, Màrcia Cisteró, Dani Klamburg, Carles Arquimbau, Arnau Marín. Escenografía: Xavier Erra y Xavier Saló. Iluminación: Pep Barcons. Vestuario: Rui Alves. Versus Teatre. Barcelona, 14 de julio.

Las intenciones de Molière quedan fielmente recogidas en el montaje de Broggi, que opta, como ya optó en Jordi Dandi, por descolgarse del gracejo fácil y dejar que la ironía, inquietante, surja por sí sola de cada situación. Pese al verso, a veces algo forzado, Broggi deja que los actores se tomen su tiempo para que las palabras se empapen de inteligencia, de personalidad, que sus discursos tengan un recorrido interior antes que convertirlos en dardos de un duelo cómico. No hay estridencias, y este Tartuf acaba siendo una comedia reposada, una comedia en absoluto amable y en la que el desenlace de la intriga se espesa en un fondo de angustia. Es obvio que ni para Molière ni para Broggi hay posibilidad de un final feliz.

Broggi ha hecho una lectura serena, inteligente, adulta, para la que ha contado con la colaboración de actores que han entendido a la perfección lo que se les pedía. Actores como Lluís Soler (Tartufo), Marissa Josa, Ramon Vila y Àngels Poch saben dar a sus personajes el punto de lucidez necesaria. Jordi Banacolocha, la víctima de Tartufo, y la también engañada Montserrat Salvador están sujetos a las cuerdas de su propio empecinamiento en considerar al monstruo un santo varón. Los jóvenes Màrcia Cisteró, Òscar Muñoz y Dani Klamburg quedan, ya en la obra, un poco en segundo término, y tal vez también sea cierto que en esta ocasión Broggi se ha ocupado menos de darles consistencia. Pese a todo, un trabajo excelente.

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