¡Es la Administración, estúpido!
Hace unos años Clinton, en plena campaña electoral demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos, espetó a su contrincante republicano con una frase que, por su extraordinaria simplicidad y contundencia, ha hecho fortuna: "¡Es la economía, estúpido!", le replicó en el fragor del debate. Para el caso del que fuera "responsable" de la virtual modernización de la Administración de la Generalitat Valenciana, José Emilio Cervera, la frase quedaría reconvertida en, "¡es la Administración, estúpido!" Incluso podríamos decir que eran y serán las dos cosas: ¡la economía y la Administración, estúpido!Porque si de Administración de la Generalitat se trata no debemos olvidar su tamaño económico: más de 1.217.000.000.000 de pesetas de presupuesto (un 12 por 100 del PIB del País Valenciano) y una cifra superior a los 102.000 empleados públicos. Y no sólo eso. Las relaciones entre economía y Administración se estrechan cuando, simplificando mucho, observamos las funciones básicas de nuestro sector público: formar capital humano (sistema educativo), mantener y sanar esos mismos recursos humanos (sistema sanitario), generar capital físico público e infraestructuras, garantizar la cohesión social y el efectivo principio de igualdad de oportunidades (sistema de protección social) y, por último, gestionar y organizar los clásicos sistemas de intervención y de regulación económica combinándolos con el impulso de la economía. Estas cinco funciones, ejercidas con eficacia y eficiencia, constituyen apoyos imprescindibles que, desde el lado de la oferta (supply side), contribuyen al crecimiento económico, en especial el que más importa, el de largo plazo. Una buena gestión pública garantiza no sólo el normal funcionamiento de la economía productiva sino que prepara a un territorio frente a otros, asegurándole ventajas comparativas, sostenibilidad en el tiempo y competitividad a largo plazo. Y esto es más importante en gobiernos subcentrales que, sin gestión directa de políticas de demanda agregada -como las monetarias, fiscales o de renta-, deben cuidar con mucho mimo la oferta de bienes y servicios que suministra al aparato productivo regional.
Porque aunque las señas de identidad de los tiempos sean las de una economía globalizada y unos mercados financieros que, en feliz expresión de George Soros, funcionan como un casino global, no hay que olvidar que las respuestas a estos fenómenos se dan siempre en marcos de actuación regionales y/o locales. Y de la calidad de esas respuestas, por parte de sociedades y gobiernos, se deducen automáticamente mejores resultados para los ciudadanos. ¿O es que se puede negar que a todo el mundo no le va igual? ¿Es acaso igual el impacto y las respuestas, ante el fenómeno de la globalización, por grandes áreas de integración económica, por Estados o por regiones? Evidentemente no. La clave está en la inteligencia de las sociedades y de los gobiernos para convertir amenazas reales en fortalezas y oportunidades para sus ciudadanos.
La idea central, pues, es la de convertir un concreto proceso de modernización de la administración autonómica en un reto por la competitividad, por la racionalización, por la búsqueda de la excelencia, por la calidad y por la consecución de crecientes niveles de eficacia, sin olvidar nunca la equidad. Un Gobierno y una Administración que responda por tanto a una concepción "holística". O, como destacadamente ha señalado Perri 6, director de investigación de Demos (un potente think tank al servicio de la regeneración del new labour), hay que desafiar las convenciones de un Gobierno compartimentalizado. El reto es mejorar el conjunto de los servicios sin aumentar el coste para unos contribuyentes cada vez más exigentes. Crear vínculos horizontales entre los departamentos del Gobierno es una tarea básica de un proceso de modernización de la Administración.
Sin embargo, en los años en los que José Emilio Cervera (JEC) estuvo al frente de las responsabilidades que implicaban la modernización de la Administración se apoyó exclusivamente en las tecnologías. Equivocó los medios con los fines. Nuestro déspota ¿ilustrado? actuó como el doctor JECkill, y confundió modernización administrativa con renovación del parque informático, que desde luego no era el parque jurásico cuando él llegó. Sin embargo, dado que, como mal estudiante, no ha llegado a los exámenes de junio (porque ha suspendido antes al hacer fechorías), bien podría aprovechar sus vacaciones de verano para estudiar a los clásicos de esta materia. Sin carácter exhaustivo y entre otros: Burlaud, Ham, Hill, Jones, Laufer, Meny, Metcalfe, Richards, Subirats y Thoenig.
Porque una máquina no hace moderno a su usuario, que tal vez no tenga la formación necesaria para utilizarla. Porque son y serán las personas, ¡estúpido!, las auténticas protagonistas de los procesos de cambio y modernización. Porque si modernización equivale a una sencilla ecuación: organización más nuevas técnicas de gestión, y ambas pueden ser incorporadas con facilidad la diferencia, la ventaja comparativa y competitiva, es el redescubrimiento del interés del capital humano en las organizaciones públicas. Pero no nos vamos a ocupar hoy de reconocer (con mérito y capacidad), a buenos servidores públicos atrapados en un endiablado sistema.
Pero tal vez no había intención de cambiar nada. Sólo era cuestión de mezclar y confundir -como un "moderno predicador"- intereses públicos con réditos privados. El proyecto oculto era el de convertir la necesidad objetiva y colectiva de reforma de la Administración de la Generalitat en un conjunto de proyectos sin conexión ni coordinación, para mejor gloria de un complejo y paralelo entramado metaempresarial, con fuertes relaciones cruzadas de carácter clientelar y ramificaciones familiares (amigos, sobrinos, mujer...). ¡Hay Tissat t´han pillat! Sus principales proyectos no tenían vinculación con las necesidades reales y respondían al capricho de un iluminado. Sólo sirvieron, como los edificios Prop, para el agit-prop. Y cuando se le ha pillado con este formidable tinglado lava sus responsabilidades personales (individuales e intransferibles), aludiendo a funcionarios que estaban bajo sus órdenes (faltaría más estigmatizados por el pasado que, como es sabido, es responsable de todo lo malo del presente). También en esto Cervera puede y debe aprender. Por ello le recomiendo la lectura de Ética para náufragos (Marina, 1995) y Ética institucional: mercado versus función pública (Rodríguez Arana, 1997).
Conocí a José Emilio Cervera en el verano del 95. En plenas vacaciones de agosto despachamos sobre los trabajos relativos a modernización administrativa que se habían desarrollado en el Institut Valencià d'Administració Pública (IVAP). El origen de estos trabajos se encontraba en un acuerdo del Pleno del Parlamento Valenciano que, a iniciativa de la entonces oposición, instaba al Consell a la redacción de un plan de modernización para la Administración de la Generalitat. La redacción fue encargada al IVAP y tuve la satisfacción profesional, como jefe de su Área de Estudios, de participar activamente en su redacción y elaboración. El documento (un documento marco, como no podía ser de otra manera) de un centenar de páginas en su versión final, llevaba por título Modernizar la Administración. Eficacia, economía, eficiencia y equidad (propuestas de medidas horizontales). Supuso dos años de trabajo y uno más de consulta externa entre destacados especialistas sobre la materia, con experiencia internacional (USA, Francia, Reino Unido, Suecia...) y nacional (Catalunya, Euskadi, Galicia ...). Cervera valoró positivamente el documento, aunque pasó deportivamente de él. En septiembre llegó mi cese al Diari Oficial de la Generalitat Valenciana, agradeciéndome los servicios prestados.
Pero al final a "jose e-milio cerver@.com" le ha pasado como al Valencia en la final de París, le han colado, fruto de una carrera desaforada y de un estilo personal soberbio, tres grandes goles. El primero, desde el lateral izquierdo, una querella, aceptada ya por los tribunales, por presuntos delitos tipificados en el Código Penal. El segundo, un magnífico gol colocado por el capitán de su equipo, cesándolo fulminantemente. El último, desde el centro (desde la villa de Madrid), a cargo de su contacto un señor que en un Rato ha dispuesto que por los servicios de defensa de la competencia del Ministerio de Economía se investigue, por abuso de posición dominante, a uno de los proyectos estelares de la factoría Cervera.
Mientras tanto, desde fuera del terreno de juego, también se producen movimientos. La intersección del matrimonio Cervera-Santos con la imagen corporativa de IBM no es percibida como positiva. Ello ha implicado el cese de su segunda esposa que ocupaba plaza de relumbre en la citada empresa, con fuerte cartera de pedidos de la institución de la que era principal responsable su marido. Sin embargo, el partido no sólo no ha acabado sino que se prevé muy interesante. Un funcionamiento correcto y eficaz del Estado (sí, la Generalitat también es Estado) y del mercado (IBM) parece que dejará en fuera de juego a esta "ave de paso". Porque el que la hace la paga. Sobre todo si se pasa de listo y se mofa del personal. Y tal vez lo mejor esté aún por venir.
En conclusión creo que el cambio en la Administración no es de matiz, ni de apariencia modernizadora, no es sólo estético, es de más raíz cultural: más civil. Y la sociedad civil no es, como diría Ortega, "el inmediato tropel de los afines". Para quien está en el poder resultaría grato que fuera así, pero, para su desgracia, no suele suceder. Además los del tropel suelen acabar traicionando cuando tienen claros intereses propios.
Por cierto poco antes de su cese el presidente de la Generalitat defendía al todavía conseller en sede parlamentaria. Por ello a las preguntas de la prensa sobre su posible salida del Consell Cervera respondía con un tono de ganador, de prepotente ganador, "me subrogo en las palabras del presidente". Algo gordo debió pasar en pocas horas para que la inicial defensa se tornara en cese fulminante. En cualquier caso yo también me "subrogo" en la decisión posterior del presidente de la Generalitat. Porque estuvo bien. Porque estuvo acertada.
Tirso Luis Irure Rocher es doctor en Ciencias Económicas y profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de València-Estudi General.
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