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El Supremo británico autoriza a dejar morir un niño de 19 meses desahuciado

Los jueces dan la razón a los médicos partidarios de su 'muerte digna'

Isabel Ferrer

Los padres de un niño británico de 19 meses que nació con una tara cerebral profunda y padece una enfermedad pulmonar incurable perdieron ayer su batalla legal por mantenerle con vida. Según los médicos que le atienden, la situación es irreversible y prefieren no resucitarle cuando empeore. Como la familia se negaba a darles permiso para detener el tratamiento, el Tribunal Supremo ha mediado en el caso autorizando a los especialistas a administrarle sólo analgésicos en el hospital en caso de que entre en una fase agónica.

El niño, del que no ha trascendido la identidad, nació prematuro y precisa ventilación asistida constante para respirar. Los médicos sostienen que estar sujeto a dicho aparato le produce dolores sin que ello logre mejorar en nada su condición. Sus padres, por el contrario, insisten en que ha empezado a decir sus primeras palabras, "tiene una sonrisa maravillosa" y en que vale la pena hacer todo lo posible por prolongarle la vida.

Al no ponerse de acuerdo ambas partes, el equipo que atiende al enfermo resolvió pedir permiso al Supremo para aliviar el malestar del bebé sin interferir más en lo que consideran el curso normal de su estado, que es mortal. Convencidos de su argumento, los jueces les dieron la razón.

En estos momentos, la legislación británica faculta a los pacientes y a sus cuidadores legales -en el caso de menores de edad - a rechazar un tratamiento pero no a exigirlo. De ahí que la Asociación Médica aconseje a sus miembros que expliquen bien a los afectados o bien a sus representantes los riesgos y posibles ventajas de cada una de sus decisiones para evitar malentendidos y demandas judiciales. Cuando ello no sea posible, los hospitales deben recurrir a los tribunales.

El caso de este pequeño minusválido no es único. El pasado año, quince parientes próximos de David Glass, un niño de 12 años con hidrocefalia, ceguera, parálisis y problemas graves de aprendizaje irrumpieron en la sala hospitalaria donde yacía agonizante por una infección pulmonar y le dieron masajes cardiacos hasta que recobró el pulso.

En plena crisis, Carol, la madre de David, acudió al Tribunal Supremo para que forzara a los médicos a que hiciesen todo lo posible para tratar de salvarle la vida al niño. Los jueces denegaron su petición, pero como su hijo se recuperó y volvió a casa, la familia deberá apelar de nuevo a los jueces en caso de que David sufra otra recaída y los médicos prefieran "dejarle morir dignamente".

Para las asociaciones británicas que ayudan a los minusválidos, ninguno de los dos casos ha servido para aclarar las cosas. En su opinión, muchos médicos toman decisiones difíciles cuando les llega un enfermo agudo y sin futuro, "pero también con momentos buenos y cuya vida no es menos válida por el hecho de estar sentenciado". Muchos médicos prefieren no interferir más cuando la situación es desesperada y el tratamiento sólo prolonga la agonía.

Scope, una asociación británica dedicada a la parálisis cerebral, ha calificado de derechos humanos decisiones como estas que pueden significar la vida o la muerte para el paciente. "Hay que cambiar la percepción de que la vida de un minusválido es poco valiosa porque no es completa", señalan sus portavoces. Al buscar el acuerdo entre médicos y afectados, la asociación que representa a los primeros trata de evitar que sus miembros se vean forzados a aplicar a veces tratamientos experimentales presionados por familias dispuestas a todo con tal de prolongar artificialmente la vida de sus seres queridos.

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